"Nos ha dicho adiós, pero sigue con nosotros como antorcha" Mi encuentro con Enrique de Castro

Enrique de Castro
Enrique de Castro

"Sin todavía estar repuesto del impacto de la noticia de su fallecimiento, quiero rememorar uno de mis encuentros más luminosos que compartí con él hace poco más de tres lustros"

"Fue en la Semana Santa de 2007. Me recibió con la cordialidad que le caracterizaba en la parroquia 'roja' de San Carlos Borromeo en el barrio madrileño de Entrevías, cuyo cierre había anunciado el arzobispo de Madrid"

"¿Razones del cierre? 'No celebrar la eucaristía conforme a las normas litúrgicas establecidas y hacer unas catequesis eclesialmente no homologables'"

"En la eucaristía bendicen y comparten el pan y el vino, como hizo Jesús de Nazaret en la cena pascual que celebró con sus discípulos. Pan y vino que, como dice la liturgia católica, son “fruto de la tierra y del trabajo del ser humano”. ¿Dónde está la heterodoxia?"

"No lo hicieron. Pero si hubieran cerrado la parroquia por no atenerse a las normas litúrgicas oficiales, cuántas parroquias tendrían que cerrar por dedicarse a la administración de los sacramentos sin optar por las personas y los sectores empobrecidos"

"Enrique nos ha dicho adiós, pero sigue con nosotros como antorcha que va delante e ilumina el camino, siguepresente en nuestra memoria, y la semilla que sembró seguirá dando frutos de liberación y de justicia. Muchas de las causas por las que luchó siguen pendientes"

Pasadas las 7 de la mañana me despertaba Miguel para darme la triste noticia del fallecimiento de Enrique de Castro. Sin todavía estar repuesto del impacto de la noticia, quiero rememorar uno de mis encuentros más luminosos que compartí con él hace poco más de tres lustros. Fue en la Semana Santa de 2007. Me recibió conla cordialidad que le caracterizaba en la parroquia “roja”de San Carlos Borromeo en el barrio madrileño de Entrevías, cuyo cierre había anunciado el arzobispo de Madrid.

"Fue en la Semana Santa de 2007. Me recibió con la cordialidad que le caracterizaba en la parroquia “roja” de San Carlos Borromeo en el barrio madrileño de Entrevías, cuyo cierre había anunciado el arzobispo de Madrid"

San Carlos Borromeo
San Carlos Borromeo

¿Razones del cierre? “No celebrar la eucaristía conforme a las normas litúrgicas establecidas y hacer unas catequesis eclesialmente no homologables”. El arzobispado, no obstante, elogiaba la “acción social-caritativo” (según el lenguaje eclesiástico), que se llevabaa cabo en la parroquia y, para mejor controlarla, pidió a los sacerdotes que siguieran trabajando socialmente conforme a los cánones de la acción caritativa de la Iglesia y bajo el control de Cáritas.

En la conversación me explicó la trayectoria de la parroquia. Durante varias décadas venía siendo hogar de los marginados y excluidos, sin discriminación de ningún tipo, ni religiosa, ni social, ni geográfica, ni sexual, ni étnica, ni racial, ni de género. En ella han encontrado acogida y tienen su hogar prostitutas, toxicómanos, insumisos, okupas, personas sin hogar, niños y adolescentes de la calle, inmigrantes, gitanos y gitanas, ex presos, madres contra la droga, verdaderas heroínas en lucha contra el tráfico de la “heroína” que mataba a sus hijos. Entonces había censadas en la comunidad parroquial180 personas que necesitaban regularizar su situación.

Me contó la confesión de un joven musulmán que fue acogido en la parroquia: “Mira, Enrique, soy musulmán, pero aquí he descubierto mi religión”. A partir de tan sugerente afirmación, me invitó a dictar un curso sobre “Islam, cultura religión y política”, que acepté en el momento. Era la asignatura que explicaba en la Universidad Carlos III de Madrid.

Durante diez años (2007-2017), los lunes cada quince días, y de manera ininterrumpida, convertí San Carlos Borromeo en la cátedra popular donde compartí las reflexiones, primero sobre el islam y luego sobre temas de religión vinculados con la realidad social, con un grupo de40 personas, siguiendo una pedagogía no directiva. Tras la jubilación de Enrique seguí impartiendo el curso con el apoyo de Javier Baeza y Pepe Díaz, que me compartían sus experiencias y su compromiso de solidaridad en la Cañada Real.

Aquella mañana Enrique me habló de la manera de celebrar la eucaristía en el barrio de Entrevías: no individualmente, sino en comunidad; no como acto ritual vacío, sino como experiencia de compartir; no con protagonismo clerical, sino con participación activa de todos los miembros de la comunidad; no reducida solo a cristianas y cristianos, sino abierta a quienes querían asumir con ellos el compromiso por la justicia y la defensa de la vida.

En la eucaristía bendicen y comparten el pan y el vino, como hizo Jesús de Nazaret en la cena pascual que celebró con sus discípulos. Pan y vino que, como dice la liturgia católica, son “fruto de la tierra y del trabajo del ser humano”. ¿Dónde está la heterodoxia en la manera de celebrar la eucaristía de la parroquia de San Carlos Borromeo, cuando es la del propio Jesús, de los primeros cristianos y cristianas y de muchas comunidades de base en el mundo? La comunidad considera inseparables la celebración de la fe y la lucha por la justicia, la liturgia y la acogida a las hermanas y hermanos maltratados y vulnerabilizados.

"¿Dónde está la heterodoxia en la manera de celebrar la eucaristía de la parroquia de San Carlos Borromeo, cuando es la del propio Jesús?"

Enrique me habló de los jóvenes que habían muerto por la droga. Por eso asumió el compromiso de luchar titánicamente por la vida y de implicar a los propios jóvenes, muchos de ellos drogadictos, en esa lucha que, bien seguro, iban a ganar. Su discurso era impecable por la coherencia entre su vida y sus ideas, así como por la plena sintonía entre su fe, vivida “no religiosamente”, como dijera Bonhoeffer, y su praxis de liberación hecha realidada diario. Y todo ello en el mundo de la marginación, que es –debería ser- el lugar de las religiones y, por supuesto, del cristianismo. Volví a casa con admiración, reconocimientoy agradecimiento. Fue una de las mejores lecciones que, tras tantos años de estudio y enseñanza, he recibido en mi vida.

Ya en casa, consulté los documentos del Vaticano II, el Concilio de la renovación de la Iglesia convocado por Juan XXIII en la década de los sesenta del siglo pasado, por ver si encontraba algún texto que pudiera justificar elcierre de la parroquia. ¿Y qué me encontré? Todo menos argumentos a favor de la medida represiva de arzobispado de Madrid, que al final no se produjo por la presión de la gente.

El Concilio pide adaptar la liturgia a las necesidades de nuestro tiempo. Y, más importante todavía, muestra la opción por los pobres y los que sufren, en un texto realmente antológico: “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombre de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez los gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón” (Constitución sobre la Iglesia en el mundo actual, n. 1).

Tras leer el texto, me vinieron a la mente dos reflexiones: la comunidad de San Carlos Borromeo practicaba de manera creativa el mensaje del profeta Isaías que Jesús de Nazaret leyera en la sinagoga de Nazaret:

“El Espíritu del señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación de los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor” (Lucas 4, 18-19).

El evangelio de Lucas afirma que Jesús, tras enrollar el volumen que había leído, dijo: “Esta Escritura que acabáis de oír se ha cumplido hoy”. Y yo añado ahora: también viene cumpliéndose en la comunidad de Entrevías desde hace cuarenta años.

La segunda reflexión fue esta: si hubieran cerrado la parroquia por no atenerse a las normas litúrgicas oficiales, cuántas parroquias tendrían que cerrar por dedicarse a la administración de los sacramentos sin optar por las personas y los sectores empobrecidos.

Celebración

Tras leer los textos del Evangelio y del Concilio Vaticano II, y cerciorarme de que ambos salían en defensa de la comunidad de Entrevías, tomé de mi biblioteca El libro de los abrazos (Siglo XXI, Madrid, 1989, p. 59), de Eduardo Galeano, y vine a dar con el poema “Los nadies”, que pareciera estar escrito pensando en los marginados que acoge la parroquia de San Carlos Borromeo:

“Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada. Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos: que no son, aunque sean. Que no hablan idiomas, sino dialectos. Que no profesan religiones, sino supersticiones. Que no hacen arte, sino artesanía. Que no practica cultura, sino folklore. Que no son seres humanos, sino recursos humanos. Que no tienen cara, sino brazos. Que no tienen nombre, sino número. Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local. Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata”.

Los nadies de Entrevías siguen viéndose amenazados diariamente por el neoliberalismo, que genera pobreza y muerte, exclusión e individualismo. La comunidad de Entrevías, empero, trabaja por la vida y por la justicia, construye comunidad, crea solidaridad, dignifica a quienes el capitalismo niega la dignidad, devuelve la esperanza a quienes el sistema neoliberal se la roba, incluye a quienes la sociedad de consumo excluye, practica el compartir frente al competir, vive la austeridad compartida frente a la acumulación. Pone en práctica, en fin, la consigna de la filosofía Ubuntu, que el arzobispo anglicano Desmond Tutu, luchador contra el apartheid en Sudáfrica, puso en práctica como presidente de la Comisión de la Verdad durante el gobierno de Nelson Mandela: “Yo solo soy si tú también eres”.

"Resistiendo a las prohibiciones eclesiásticas la Comunidad de San Carlos Borromeo celebró aquel año -y lo sigue celebrando- el Domingo de Resurrección… participamos varios miles de creyentes de todos los credos y de no creyentes de distintas ideologías. Unos y otros proclamamos al unísono el mensaje de Pascua: 'Resucitó: el triunfo de la Justicia y de la Solidaridad. Los nadie son personas'"



Resistiendo a las prohibiciones eclesiásticas y respondiendo a su fe genuinamente evangélica, la Comunidad de San Carlos Borromeo celebró aquel año -y lo sigue celebrando- el Domingo de Resurrección como la gran fiesta del triunfo de la Vida sobre la Muerte. En aquella celebración al aire libre participamos varios miles de creyentes de todos los credos y de no creyentes de distintas ideologías. Unos y otros proclamamos al unísono el mensaje de Pascua: “Resucitó: el triunfo de la Justicia y de la Solidaridad. Los nadie son personas”.

Enrique nos ha dicho adiós, pero sigue con nosotros como antorcha que va delante e ilumina el camino, siguepresente en nuestra memoria, y la semilla que sembró seguirá dando frutos de liberación y de justicia. Muchas de las causas por las que luchó siguen pendientes. El mejor homenaje que podemos hacerle es seguir trabajando porque logren hacerse realidad.

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