Encuentro en Roma: 30 de abril, segundo diario de Teo, el de Zamora "¡Cuánto nos cuesta arriesgarnos a introducirnos en el rico bosque de la fraternidad!"
"A lo largo de este día en el que hemos intentado rezar, reflexionar, conversar en torno a la idea tan de Francisco, tan del documento de La Aparecida, de que no se puede ser discípulo si no se es misionero"
"A mí estas palabras me llevaron a la pregunta: ¿estamos buscando nuevos métodos de evangelización, estamos recorriendo el camino de la sinodalidad, para convencer y llenar templos (la pastoral del postureo) o porque realmente creemos que tenemos una buena noticia que merece la pena ser compartida?"
"Se nos insistió en que ”nueva evangelización significa abandonar los sueños medievales”. Quizá estamos queriendo rescatar métodos que en su momento pudieron funcionar, pero que en este nuevo contexto social se han quedado impregnados del sabor rancio"
"Y, en esta clave, se nos lanzó una pregunta: ¿Cómo los pobres son sujeto de sinodalidad?
"Pero, ¿quiénes son, hoy, estas personas silenciadas entre los marginados? ¿A quiénes no estamos escuchando en este camino de sinodalidad?"
¿Y quiénes son hoy estos 'nuevos paganos' a los que se está ofreciendo a sí mismo el Espíritu y que nosotros no debemos impedir su acción?
"Se nos insistió en que ”nueva evangelización significa abandonar los sueños medievales”. Quizá estamos queriendo rescatar métodos que en su momento pudieron funcionar, pero que en este nuevo contexto social se han quedado impregnados del sabor rancio"
"Y, en esta clave, se nos lanzó una pregunta: ¿Cómo los pobres son sujeto de sinodalidad?
"Pero, ¿quiénes son, hoy, estas personas silenciadas entre los marginados? ¿A quiénes no estamos escuchando en este camino de sinodalidad?"
¿Y quiénes son hoy estos 'nuevos paganos' a los que se está ofreciendo a sí mismo el Espíritu y que nosotros no debemos impedir su acción?
"Pero, ¿quiénes son, hoy, estas personas silenciadas entre los marginados? ¿A quiénes no estamos escuchando en este camino de sinodalidad?"
¿Y quiénes son hoy estos 'nuevos paganos' a los que se está ofreciendo a sí mismo el Espíritu y que nosotros no debemos impedir su acción?
| Teo Nieto
Mi querido Lucas, la noche ha dejado de ser un rumor que se iba acercando a nosotros a media que el cansancio se hacía presente en nuestro cuerpo, para convertirse en una realidad instalada en mis ojos y en mis manos… pero no en mi corazón que sigue palpitando al ritmo de las palabras que he ido escuchando a lo largo de este día en el que hemos intentado rezar, reflexionar, conversar en torno a la idea tan de Francisco, tan del documento de La Aparecida, de que no se puede ser discípulo si no se es misionero, aunque -en realidad- esa idea es, ni más ni menos, que del Maestro y tú nos lo transmitiste (¿recuerdas las palabras que nos dijiste en su nombre?: “y seréis testigos míos en Jerusalén, Judea y Samaría y hasta el confín del mundo”).
Pero, como bien sabes, amigo mío, la noche tiene un aroma especial que nos ayuda a soñar y, por eso, los sueños han ido creciendo en mi interior venciendo miedos (sin ignorarlos), superando sospechas (sin dejarme convencer por mediocridades que pintan el evangelio de rito y norma) y todo ello desde el amor que brota del encuentro fraterno. Sin embargo, como también bien sabes, los sueños necesitan ser alimentados con el barro que toma forma en el día a día porque un sueño no alimentado acaba encontrándose en el cruce de caminos que le obliga a elegir: o la vía muerta de la quimera o el sendero amurallado de la derrota.
Hoy mis sueños han sido alimentados a través de las palabras (provocadoras… como dardos) que nos lanzaban los que aquí llaman los “expertos” (me encanta, y no me cansaré de repetirlo) sentir que son personas (hombres… y alguna mujer) que se creen este camino que lo que hace es retomar el paisaje (tantas veces quemado) del Concilio Vaticano II. “Retomar”, amigo Lucas, te dejo que mastiques esa palabra que (a mí me parece) conlleva el reconocimiento de un olvido.
Pero volvamos a lo de ser “discípulos-misioneros” (sin ninguna conjunción, con un guion que nos ayuda a entender la continuidad) porque algo que se nos dejó claro es que “es importante distinguir entre evangelización y proselitismos”. A mí estas palabras me llevaron a la pregunta: ¿estamos buscando nuevos métodos de evangelización, estamos recorriendo el camino de la sinodalidad, para convencer y llenar templos (la pastoral del postureo) o porque realmente creemos que tenemos una buena noticia que merece la pena ser compartida?
Evangelizar no es llenar templos, no es construir leyes a imagen y semejanza de nuestros caprichos, Evangelizar es llenar de evangelio la vida del día a día, las estructuras que nos rodean, la creación que nos acoge. Y, por esto, se nos insistió en que ”nueva evangelización significa abandonar los sueños medievales”. Quizá estamos queriendo rescatar métodos que en su momento pudieron funcionar, pero que en este nuevo contexto social se han quedado impregnados del sabor rancio.
No sé si acabamos de entender lo que significa el “hoy”. A veces reducimos la “nueva evangelización” a hacer lo mismo pero con medios digitales. Ya sé, querido hermano, que estarás pensando que hablo desde una postura muy occidental, y es cierto, pero también es cierto que estoy sintiendo cómo la globalización que estamos viviendo en la actualidad (la que tiene el corte neoliberal) está siendo un agujero negro que absorbe todas las culturas anulándolas, no permitiendo el encuentro enriquecedor, y eso está haciendo que nos estemos enfrentando a problemas comunes como por ejemplo que nos encontramos con “bautizados, pero no evangelizados” (quizá esto es porque nos gustan las estadísticas como medio de mostrar poder). E incluso el florecimiento en distintas partes del mundo de grupos cristianos que son Tabor (“maestro, qué bien se está aquí”), pero no bajan del monte para sanar y, cuando lo hacen, llevan en su costado la pregunta: “Maestro, ¿qué tengo que hacer para ganar la vida eterna?”, porque su objetivo no es el encuentro con el hermano y la hermana sufrientes sino su propia salvación.
Y, en esta clave, se nos lanzó una pregunta: ¿Cómo los pobres son sujeto de sinodalidad? ¿Cómo es el camino junto a ellos?. Es curioso cómo, a veces, las preguntas no nos animan a buscar respuestas sino que nos invocan otras preguntas. Cuando escuché esto a mí me surgió una pregunta que me viene rondando desde hace tiempo: ¿Quiénes son los nuevos pobres? Supongo que no te ofenderé, querido Lucas, si te recuerdo ese pasaje que nos transmitió tu querido colega y hermano Juan, ese pasaje en el que nos contaba que había un hombre esperando a que se movieran las aguas de una piscina para lanzarse a ella. Es cierto que, junto a él, estaban una gran parte de los despreciados de aquella sociedad (estaban “enfermos, ciegos, cojos y lisiados”) pero este hombre (que bien podría ser una mujer) tenía una peculiaridad: estaba silenciado, “no tenía a nadie que lo acercara al agua”… ¿Quiénes son, hoy, estas personas silenciadas entre los marginados? ¿A quiénes no estamos escuchando en este camino de sinodalidad?
Escuchar… linda palabra que sale continuamente: escuchar a Dios, escucharnos entre nosotros, escuchar a las comunidades, a las personas. Siempre he pensado que a los curas no nos educan para escuchar, hoy he descubierto que no es verdad, sí nos educan para escuchar, pero la escucha para la que nos educan es con el objetivo de “aconsejar” (es decir, de situarnos con el pleno conocimiento de los caminos a seguir sea comunitaria, sea personalmente), pero no se nos educa para escuchar con el objetivo de aprender nosotros mismos desde lo escuchado… Creo que este es un camino nuevo que se nos abre: escuchar para aprender. Escuchar para ser dóciles al Espíritu y poder discernir carismas y ministerios, también le dimos muchas vueltas a este tema… ¿Somos los curas los que tenemos que realizar este discernimiento?¿es la comunidad? ¡Cuánto nos cuesta arriesgarnos a introducirnos en el rico bosque de la fraternidad! Tengo la sensación de que seguimos bañándonos en las aguas del paternalismo… Pero seguimos intentando desprendernos de esos mares en los que, cargados de falta de confianza en el Maestro, nos hundimos una y otra vez.
Ser dóciles al Espíritu, no ponerle trabas… Te puedo decir, para que te enorgullezcas, que hoy salió a relucir un pasaje de los que nos contaste en ese libro que llamamos “los Hechos de los Apóstoles”. Era el pasaje en el que, cuando teníais ese dilema de si el Espíritu se ofrecía a los “paganos”, Pedro fue valiente superando sus prejuicios y las “denuncias” de su propia comunidad y concluye diciendo: “¿quién soy yo para impedir la acción de Dios?” (Act 11,17). Imagino, amigo Lucas, que te estarás preguntando lo mismo que yo… ¿Quiénes son hoy estos “nuevos paganos” a los que se está ofreciendo a sí mismo el Espíritu y que nosotros no debemos impedir su acción? Una Iglesia encorsetada en tradiciones sin respetar la profundidad de la Tradición es una Iglesia que hace de muro para el Espíritu… es una Iglesia que niega el Espíritu cuando niega sacramentos a personas que no entran en lo “normativo”. Se me ocurren ejemplos que, supongo, es mejor omitir.
Creo, hermano mío, que debo ir terminando… Pero antes me gustaría (de verdad que no te aburro más) transmitir lo que sentí al celebrar la Eucaristía en el rito armenio (católicos, como yo, pero desde otro rito). Confieso que sentí un profundo respeto por esa cultura que les lleva a vivir la Eucaristía desde otro punto de vista, confieso que me sentí agradecido de poder estar en esta Iglesia que permite esa diversidad de cultos (o de formas), aunque también confieso que me pregunté por qué no se permite que la diversidad de formas pueda llegar a otros “estilos” y no solo a esos que (también lo confieso con cierto rubor) a mí me parecieron muy anclados al pasado. Al igual que tampoco pude evitar recordar cómo en ocasiones, nuestros ritos, siguen demasiado apegados a “lenguajes” medievales, a signos que, solo unos pocos iniciados, entienden. Pero eso, ilustre Lucas, es otro tema, para otro momento.