Los restos de Franco, a Mingorrubio Una entrevista de 1977 sobre la Iglesia "subida al carro" del Movimiento Nacional
"Como sacerdote he de confesar penitencialmente que la relación Iglesia-Estado instituida por Franco constituye uno de los contubernios mayores que pueden idearse"
"Franco, sin tener necesidad de fundar una Iglesia nacional cismática, logró una Iglesia a su medida, nombrando a sus obispos y comprándolos por trescientos mil millones de pesetas"
"Lo más grave de tal violación fue su convencimiento, y hasta su alarde, de que tales medidas respondían exclusivamente a su deseo de favorecer el bien de la colectividad española"
"Lo más grave de tal violación fue su convencimiento, y hasta su alarde, de que tales medidas respondían exclusivamente a su deseo de favorecer el bien de la colectividad española"
Hay fechas en la historia de la humanidad significativamente importantes, que se corresponden con hechos o acontecimientos muy relevantes. Y ocurre que, como todos los pueblos son de por sí, y por “naturaleza”, religiosos, los recuerdos que los hacen perdurar, también lo son de alguna manera.
Este es el caso que se vive o re-vive en España durante estos días. Nada menos que a uno de sus periodos históricos, conocido universalmente como Nacional-Catolicismo, se le acaba de poner el punto y aparte, identificado con el símbolo de la exhumación del cadáver de Franco de la basílica de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, para posteriormente ser enterrado como un vecino más, entre sus familiares y amigos, en el cementerio de Mingorrubio, en el distrito municipal madrileño de Fuencarral-El Pardo.
La historia es historia, tanto civil como religiosa –eclesiástica-, y este es el costado que en esta ocasión merece y reclama la atención de mi comentario. Su título y contenido se presentan con los caracteres solemnemente oficiales de “Carta Colectiva del Episcopado Español, a todos los obispos del mundo”, distribuida el día uno de julio del año 1937. Su redacción se le debe al Cardenal Isidro Gomá y Tomás, arzobispo de Toledo y Primado de España, avalada con la firma de 48 prelados, entre ellos, 8 arzobispos, 35 obispos y 5 Vicarios Capitulares. Ni la firmaron ni estuvieron de acuerdo con su publicación y difusión, los Cardenales Pedro Segura y Sáenz y Francisco Vidal y Barraquer, y el obispo de Vitoria don Mateo Múgica Urrestarazu.
La carta se justificaba a sí misma episcopalmente como “un deber de religión, de patriotismo y de humanidad”, reconociendo que “hoy por hoy no hay más esperanza para reconquistar la justicia, la paz y los bienes que de ella deriva, que el triunfo del Movimiento Nacional”, o guerra civil. El término “Cruzada” no aparece en la carta, habiendo sido el primero en calificar así la guerra, el entonces obispo de Salamanca, don Enrique Plá i Deniel, quien substituiría como Cardenal y arzobispo de Toledo, a Mons. Gomá. No obstante, el mismo papa Pío XI, había hecho uso del término “Cruzada” el 14 de diciembre de 1936 “al bendecir a un grupo de combatientes de la España Nacional”…
"Después de 40 años de dictadura no se cambia de la noche a la mañana"
Por supuesto que los papas en general, con acentuada y firme excepción de Pablo VI, todos fueron, y se mostraron, favorables al Nacional-Catolicismo imperante en España durante la vida de Franco y en tiempos posteriores, tal y como es fácil de constatar en discursos, bendiciones y consagraciones, como las correspondientes a la abadía del Valle de los Caídos y a sus supuestos fines de concordia y de paz…
De mi pensamiento acerca del tema, me limito a extractar unos párrafos, firmados por mí, como parte del libro “100 españoles y Franco”, editada por “Planeta”, en su colección “Espejo de España”, en Barcelona, el año 1977, cuyo autor es José María Gironella. Me ahorro reseñar que todavía, en ese año, y aún después, y casi hasta ayer, Franco pudo y podía resucitar, en sí o en otra persona, e intentar “volver a las andadas”…
“¿Qué opina sobre la relación Iglesia-Estado en la época franquista? Se ha llegado a decir que Franco compró a la Iglesia para tenerla a su servicio, ¿Posee usted algún dato sobre el particular?
Como sacerdote he de confesar penitencialmente que la relación Iglesia-Estado instituida por Franco constituye uno de los contubernios mayores que pueden idearse, y del que lo mismo se benefició el Estado que la Iglesia, perjudicándose esta de forma profundamente teológica. La imagen de una Iglesia aliada a Franco, subida al carro de su misma victoria, que pretendía salvar las almas de los ajusticiados para la vida eterna, pero que no se comprometía en exceso para salvarlos también en esta vida, difícilmente se borrará de los españoles. Franco, sin tener necesidad de fundar una Iglesia nacional cismática, logró una Iglesia a su medida, nombrando a sus obispos y comprándolos por trescientos mil millones de pesetas, según las cuentas que públicamente echara el almirante Carrero Blanco, presidente un día del Gobierno. Las excepciones –pocas- testificadoras de algunos obispos y sacerdotes, les honran y salvan algo a la Iglesia.
¿Cree que Franco respetó los derechos humanos, o que los violó de forma dramática, implacable y cruenta?
-La violación mayor de los derechos humanos es la ignorancia de la misma posibilidad de que existan hombres –personas- y de que estas ejerzan como tales… Personalmente pienso que la dictadura franquista no se distinguió en hacerlo en mayor proporción que otras de un signo o de otro. Pero lo más grave de tal violación fue su convencimiento, y hasta su alarde, de que tales medidas respondían exclusivamente a su deseo de favorecer el bien de la colectividad española y de salvar los valores del Occidente Cristiano.
Franco, ¿”Espada de Occidente”?
-La identificación de la persona y de su actividad, en grado eminente, con “espada”, es un auténtico oprobio. “Espada”, es decir, violencia, imposición, fuerza bruta, que exige un manejo directo, intransferible, sin conciencia y necesidad de grupo, a sangre fría… ”Occidente”, esto es, lo decrépito, lo que muere, lo contrapuesto al Oriente, que es la nueva vida, la aventura, la luz, lo porvenir, lo recién estrenado y lo nunca visto... Son elementos innobles de las dictaduras.
El Nacional-Catolicismo pervive todavía en España. Son muchos los argumentos que avalan este aserto. La mayoría de los obispos tanto personal como colectivamente, lo añoran, estando en su nómina y cobrando. Y no pocos curas. Y algunos laicos. Hay que comprender que cuarenta años son muchos años. Es toda una vida. De dictadura, o ”dictablanda”, que es lo mismo, o peor, no se cambia de la noche a la mañana y menos cuanto sus beneficios e intereses personales, de grupo, de secta, sector o segmento, resultan ser tan pingües, 'dignos' y 'honrosos'".
Gracias a Dios y al actual obispo de Roma, el papa Francisco, no es ya tan difícil alentar la esperanza que suscitara el Concilio Vaticano II, pese a que nos lo secuestraron los mismos jerarcas, y además “en el nombre de Dios”.
Al margen de ensoñaciones, muchas de ellas, políticas, partidistas, frívolas y electoralistas, el traslado e inhumación de los restos de Franco al cementerio en el que reposan los de otros familiares y amigos, cierra una época nacional-católica, bochornosa en la historia de España y de la Iglesia. Dato y fecha pueden muy bien ser tan representativos como los relativos a los de la publicación y difusión de la “Carta colectiva del Episcopado español a todos los obispos del orbe católico”, justificando el carácter de “Cruzada” de la guerra y de la post-guerra, y que algunos abades “azules”, “rojos”, o “independentistas” hubieran asimismo firmado.
Etiquetas