Gloria Liliana Franco Echeverri , presidente de la CLAR, dirigió los retiros sacerdotales La espiritualidad del clero de Bogotá, por primera vez en manos de una religiosa
"Por iniciativa del arzobispo, Luis José Rueda Aparicio, un hombre que le ha apostado con todo a la sinodalidad, a un papel más protagónico de la mujer en la Iglesia y a una espiritualidad mística, -en la línea de Francisco-"
"Como en Emaús, el Maestro habló al oído del clero, pero esta vez con voz femenina"
"Fue, ciertamente, un retiro espiritual sereno, abierto, iluminado"
"Los rasgos femeninos que tantas veces hacen falta en la vida de los pastores, permitieron durante estas semanas, encontrarse con el Maestro, de otra forma, meditando y contemplando al lado de una mujer, tan seria como simpática, tan clara como maternal, tan profunda como femenina"
"Fue, ciertamente, un retiro espiritual sereno, abierto, iluminado"
"Los rasgos femeninos que tantas veces hacen falta en la vida de los pastores, permitieron durante estas semanas, encontrarse con el Maestro, de otra forma, meditando y contemplando al lado de una mujer, tan seria como simpática, tan clara como maternal, tan profunda como femenina"
La hermana Gloria Liliana Franco Echeverri, religiosa de la Orden de la Compañía de María N.S., actual presidente de la CLAR, abrió las puertas de la historia en la Arquidiócesis de Bogotá, como la primera mujer predicadora de los ejercicios espirituales anuales del clero, durante las dos primeras semanas de este agosto.
Se dio este inédito acontecimiento después de más de 450 años, por iniciativa del arzobispo, Luis José Rueda Aparicio, un hombre que le ha apostado con todo a la sinodalidad, a un papel más protagónico de la mujer en la Iglesia y a una espiritualidad mística, -en la línea de Francisco-.
Y como los caminantes de Emaús, -que en silencio fueron acompañados por el Maestro-, el clero bogotano peregrinó de la mano de una inteligente, profunda, sencilla y sensible propuesta para momentos contemplativos, guías de oración y textos para el camino.
Preciso en agosto, mes que alude a la resequedad de la tierra, como la resequedad que pueden llegar a experimentar los pastores luego de sus faenas pastorales: “mi alma está sedienta de Ti, mi carne tiene ansia de Ti, como tierra reseca, agostada, sin agua”, proclamaron todos los clérigos al unísono con el salmo 63, delante de su predicadora.
Y también como en Emaús, el Maestro habló al oído del clero, pero esta vez con voz femenina. Sí, el Espíritu del Maestro habla también con voz de mujer, la de una religiosa que solo tuvo que tejer, con la finura de su espiritualidad y los perfiles de su personalidad, un itinerario que encantó al clero y lo dispuso a caminar dentro de sí. Sus palabras, en nombre del Maestro, repasaron las Escrituras con una sensibilidad inusual para la costumbre con la que el presbiterio bogotano suele vivir estos retiros.
Una delicada selección de íconos, -siempre iluminados con una pequeña llama-, sobre escenas evangélicas en las que las mujeres se hacen presentes, estimularon el sentido de la vista: Marta y María, la samaritana, María la madre del Maestro, pero también el perfil de Nicodemo y el de los Doce… Las melodías y cantos alusivos a dichas escenas al inicio de cada meditación, entonados con voz femenina, estimularon el sentido del oído para entrar en oración, y recordando a los levitas, que el soplo de la Ruach es también femenino.
Un momento contemplativo lo precedía todo: contemplar la escena bíblica, con sus revelaciones y sus novedades, que siempre apuntan a despertar el alma de quien está dispuesto como discípulo a la escucha, y que, consecuentemente lleva a la conversión sinodal, porque allí se redescubre la llamada a caminar juntos escuchándonos juntos y guardando silencio juntos. Toda una revolución espiritual, que ya está aquí, en esta arquidiócesis.
Las exposiciones hilaron las mociones con las que diariamente el Maestro nos espabila el corazón; así, la predicadora hizo uso de diversidad de recursos: porque diversa también es la capacidad de lectura de los clérigos: poesías, narrativas, preguntas, pequeñas historias y cuadros, al igual que silencios… Hubo recursos impresos -más que suficientes- para los momentos de lectura, meditación y oración personal, que cada uno aprovechó de acuerdo a su disponibilidad espiritual, y que podrá retomar cuando retorne a su labor evangelizadora. Fue, ciertamente, un retiro espiritual sereno, abierto, iluminado.
No faltaron las alusiones concretas tomadas de la actividad apostólica, de las situaciones humanas -andaduras, como decía con delicada elegancia la predicadora- por las que pasan los pastores. Remembranzas de las alegrías y esperanzas, de las tristezas y angustias que todo discípulo del Maestro suele vivir, que se constatan hoy en la extensa Iglesia arquidiocesana de Bogotá, y que resuenan desde los textos del Evangelio. Es la importancia de ser contemplativos en la acción.
Al igual que con el Maestro, la mesa fue otro espacio de encuentro y de predicación para la hermana Gloria Liliana, ODN. Pasar a manteles fue para ella otra oportunidad de constatar la sed del clero, el hambre de Dios de estos pastores, las gratas memorias de sus apostolados, los duros recuerdos del reto evangelizador y la sensibilidad sobre las nuevas realidades vocacionales, que como en otros espacios eclesiales, los aquejan hoy. Ella por su parte, y desde la experiencia que le han dado 33 años de vida religiosa, en 51 de vida, unos como provincial de las Compañía de María y dos veces presidente de la CLAR, pero también en la sencillez de la tarea inserta en comunidades laicales, o en la academia, respondía a las acuciosas inquietudes de sus interlocutores.
Este presbiterio de la Arquidiócesis de Bogotá dejó en claro que es capaz de la escucha respetuosa, atenta e inteligente de la mujer que sabe proponer un horizonte de espiritualidad, de riesgo pastoral y de sinodalidad, en el que los rostros femeninos están teniendo un papel serio y sólido. Con claros signos de gratitud, los presbíteros de Bogotá acogieron con altura, el hecho inédito de que una mujer tomara en sus manos el espíritu clerical y lo llevara al desierto, con la firmeza, inteligencia y claridad de esta religiosa. Los rasgos femeninos que tantas veces hacen falta en la vida de los pastores, permitieron durante estas semanas, encontrarse con el Maestro, de otra forma, meditando y contemplando al lado de una mujer, tan seria como simpática, tan clara como maternal, tan profunda como femenina.
Sus propuestas se fueron colando con títulos tan sugestivos como ‘Caminar contigo hasta que arda el corazón’, porque ‘Somos en el camino’. Luego vinieron las consignas de ‘Estar con Él’, ‘El llamado que confiere identidad’, ‘El elogio de la sed’, para la ‘Mística del encuentro’ con ‘La escucha que conduce a la conversión’; una escucha cargada de silencios y de aperturas, más allá de la noche del alma que se esté viviendo. Así se fue concluyendo en ‘Más conocer para amar más’, porque a la larga, ‘La más radical libertad es dar la vida’, sobre todo cuando ‘Abrazar la cruz y a los crucificados’, al lado de María, -y con ella a todas las mujeres-, que piden ampliar la mesa eclesial, para darles más espacio en las miradas evangelizadoras. El sereno y profundo reclamo de lo femenino en la evangelización brotó armónico en los labios de Gloria Liliana, cerrando sus presentaciones con el ‘Llamado a hacer visible el rostro de Cristo hermano’.
Variadas y multicolores son las formas de la Luz del Camino, la Verdad y la Vida, y por esto la Iglesia también tiene rostro de mujer. Monseñor Luis José Rueda Aparicio apuesta por ello, porque, además, ellas son presencia eclesial del Reino. La revolución espiritual ya está aquí, en Bogotá. Podemos decir con gozo que hoy resuena en la Iglesia arquidiocesana de Bogotá, el hecho de que esta mujer consagrada, se hizo cargo de permitirle a una tradicionalista comunidad clerical latinoamericana, ver el asomo de ese rostro femenino de la Iglesia, con serenidad, y de modo magistral: ¡GRACIAS, GLORIA LILIANA!
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