"O estamos ahí donde se llora y se sufre, o la Iglesia pasará a formar parte del baúl de los recuerdos" No ser hombre de partido: De Ortega y Gasset a Francisco
"Algunos purpurados se lo tendrán que hacer mirar. Todavía el Papa Benedicto de cuerpo presente, esos que tanto dicen que admiran y quieren al Papa alemán, ya estaban preparando las calumnias y las invectivas contra Francisco"
"Coincidencias de la historia, del destino, no sé si de la mano de Dios, esa expresión, Ser hombre de partido, procede de un artículo que Ortega y Gasset escribió en el periódico La Nación de Buenos Aires en mayo de 1930 con el título No ser hombre de partido"
"No ser hombre de partido, de nuestra Iglesia particular, sino de la Iglesia que se postura como la realidad y el ejemplo vivo de convertirse en la voz de los sin voz, aunque estén en riesgo nuestras vidas. Así lo enseñó y quiso un pobre carpintero de Galilea"
"No ser hombre de partido, de nuestra Iglesia particular, sino de la Iglesia que se postura como la realidad y el ejemplo vivo de convertirse en la voz de los sin voz, aunque estén en riesgo nuestras vidas. Así lo enseñó y quiso un pobre carpintero de Galilea"
| José Miguel Martínez Castelló
La rueda de prensa que Francisco dio en el avión mientras regresaba de Sudán del Sur junto a Justin Welby e Ian Greenshields pasará a la historia por la cantidad de mensajes que van a conformar el futuro de la Iglesia en los próximos meses. Se comenzó con la homosexualidad. Advirtió, por enésima vez, que no puede darse una criminalización de estas personas desde los valores del evangelio. Sabemos que todos los temas relacionados con la inclinación y libertad sexual son constantes en la sociedad actual y un dolor de cabeza para algunos miembros, órdenes y poderes de la Iglesia. Es un tema incómodo para muchas personas creyentes. No hay caminos ni soluciones definitivas.
El Papa lo está tratando con naturalidad y es de agradecer. Por lo tanto, sin novedades para aquellos que pensamos, como hacía Jesús en el evangelio, que la Iglesia tiene que estar en el mundo para hacer frente a las injusticias estructurales que se dan entre las personas que aún dependen del lugar en el que han nacido y vivido. Después lanzó uno de los titulares más importantes del año: “Estoy abierto a reunirme con ambos presidentes, el de Ucrania y el de Rusia”. Si se logra, una parte importante de la humanidad respiraría con más esperanza y con la ilusión del final de la guerra. Pero la realidad se impone, y con el aniversario del conflicto encima de la mesa tenemos, únicamente, el encallamiento del problema.
A continuación habló de los viajes a Lisboa (JMJ) y Marsella como su deseo de visitar Mongolia. No faltó alguna referencia a su rodilla para tranquilizar a la audiencia. Finalizaron Welby y Greenshields, en un acto único donde los líderes del anglicanismo y del presbiterianismo acompañaron al Santo Padre en su viaje de regreso, insistiendo en la necesidad de que África pueda desarrollarse en libertad para dejar de ser el mayor espacio de expolio de la faz de la tierra.
Probablemente estos protagonistas y temas no hayan llegado a la opinión pública de forma suficiente. Lo que sí trascendió fue una declaración que Francisco hizo sobre su relación con el Papa emérito. Algunos purpurados se lo tendrán que hacer mirar. Todavía el Papa Benedicto de cuerpo presente, esos que tanto dicen que admiran y quieren al Papa alemán, ya estaban preparando las calumnias y las invectivas contra Francisco. Salió al paso diciendo: “Benedicto XVI siempre estaba a mi lado, apoyándome, y si tenía alguna dificultad, me lo decía y hablábamos. No hubo problemas”. Se ha llegado a decir que Ratzinger estaba amargado por las decisiones de Bergoglio. Cuesta creer tantas mentiras juntas y sobre Benedicto XVI que nos advierten qué harían esas personas con un poder mayor en las altas esferas de la Iglesia y del Vaticano.
La persona que nos dejó el último día del año era un modelo de humildad y de saber estar donde cada palabra la medía. Deberían recordar los que quieren utilizar su figura esa foto del principio del pontificado de Francisco en el que le traspasaba todos los documentos. En ese gesto Ratzinger se ponía al servicio del nuevo Papa como vicario de Cristo en la tierra. Si algo hay de positivo en todo esto, a parte de la claridad y el poso evangélico de Francisco, es que muchos se han quitado la careta. Algo semejante pasa con la política cuando al haber sangre encima de la mesa se aprovecha, sin escrúpulo alguno, conseguir lo que antes no se ha realizado por méritos propios: “Por sus actos y frutos los conoceréis” (Mateo 7, 15-20).
Sin embargo, la clave de toda la rueda de prensa, la bomba informativa estuvo en una expresión que procede de una de las mentes más claras e importantes del siglo XX: “Los que instrumentalizan a una persona tan buena, tan de Dios, casi diría un Santo Padre de la Iglesia, diría que son gente sin ética, son gente de partido, no de la Iglesia”. Al leer estas declaraciones, lo reconozco, el pulso se me disparó. Coincidencias de la historia, del destino, no sé si de la mano de Dios, esa expresión, Ser hombre de partido, procede de un artículo que Ortega y Gasset escribió en el periódico La Nación de Buenos Aires en mayo de 1930 con el título No ser hombre de partido. Durante años me he dedicado al pensamiento orteguiano y desde él, de alguna forma, recuperé la fe sabiendo que en su filosofía no hay ni rastro de Dios, pero sí el espacio donde se desarrolla la fe, esto es, la vida de cada cual, la de carne y hueso, la doliente y moliente de todos los días.
Comprendí enseguida que hubiese echado mano de Ortega cuando, mi amigo, maestro y director de Tesis Doctoral, Agustín Domingo, me dijo, porque lo desconocía, que Francisco tenía tres grandes referencias filosóficas: Guardini, Scanonne y Alberto Methol. A los dos primeros los conocía, al tercero, no. Methol, uno de los padres de la Teología del pueblo, filósofo y teólogo uruguayo, conocía al dedillo toda la obra de Ortega y de forma especial La rebelión de las masas. De sus escritos políticos y sociales de los años 20 y 30 configuró su noción de pueblo que Francisco ha seguido. Gracias a Agustín comprendí el por qué de esas declaraciones.
De inmediato, acudí a las Obras Completas de Ortega y busqué el artículo de 1930, y no pude dejar de sonreír al comprender la intención última de las palabras de Francisco. No fueron dichas por casualidad. Acudamos a Ortega: “Una de las cosas que más indigna a ciertas gentes es que una persona no se adscriba al partido que ellas forman ni tampoco al de sus enemigos, sino que tome una actitud transcendente de ambos, irreductible a ninguno de ellos. Para estas gentes nada hay más intolerable. Yo creo, por el contrario, que esa exigencia de que todos los hombres sean partidistas es uno de los morbos más bajos, más ruines y más ridículos de nuestro tiempo.
No son, pues, gentes que hayan, por sí mismas, pensado nunca en nada. Se han encontrado con un partido hecho que pasaba delante de ellos y lo han tomado como se toma un autobús. Lo han tomado a fin de no caminar con la fatiga de sus propias piernas. Lo han tomado para descansar de sí mismas. Porque hay gente cansada desde sí misma desde el día que nace”. Y apostilla algo que podríamos aplicar a más de un cardenal: “Toda maldad viene de una radical: no encajarse en el propio sino. De aquí que no haya maldad creadora. Todo acto perverso es un fenómeno de compensación que busca el ser incapaz de crear un acto espontáneo, auténtico, que brota de su destino. El adagio popular dice que una mentira hace ciento.
La mentira es un ejemplo particular de acción en que el hombre abandona su verdadero ser”. Francisco relacionaba, precisamente, la mentira como el signo distintivo del que es hombre de partido y no de la Iglesia. A partir de este criterio podemos entender dos hechos distintos, pero que se complementan, ya que tienen la virtualidad de asentar las bases de la Iglesia de los próximos años ante un mundo convulso y en disolución: la guerra abierta contra Francisco y Nicaragua.
Cuando en septiembre de 2016 Walter Brandmüller, Rymond Burke, Carlo Caffarra y Joachim Meisner firmaron una carta pública criticando abiertamente la exhortación apostólica Amoris laetitia, “La alegría del amor”, documento que no sólo hablaba de los divorciados católicos o de los problemas derivados de la familia, estaban cerrando los ojos ante la realidad que hoy vivimos. La Iglesia es una realidad universal que tiene que acoger, ir al encuentro de los desmanes del mundo. ¿Qué nos enseña Jesús? ¿Qué relación jugaba con la tradición férrea de los poderosos políticos y religiosos de su tiempo? Su criterio era el amor, no hay otro. Quien no lo quiera reconocer, que abjure, pero o estamos ahí donde se llora y se sufre, o la Iglesia pasará a formar parte del baúl de los recuerdos.
Cuando estos señores cardenales hablan me planteo si salen a la calle, si dialogan con la juventud, con las familias que tienen problemas, que dudan, donde la doctrina se comprende desde cada circunstancia, concepto clave de Ortega, y cada situación. Claro que pueden discrepar, faltaría más, y del Papa, porque es falible, en cambio, estas voces representan una visión de la Iglesia particular, partidista en la que buscan mantener a toda costa su posición e influencia de poder. Claman una única interpretación de lo que significa ser cristianos y un modelo granítico de Iglesia. Deberían recordar lo que nos enseñó Benedicto XVI cuando hablaba de la hermenéutica de la continuidad. El evangelio es el hilo conductor para interpretar cualquier problema que nos aqueje. Y desde él queda claro que el perdón y la misericordia son los criterios a partir de los cuales asentar la esperanza en el espíritu humano.
El perdón y no las condenas son el camino de la Iglesia. ¿Qué evangelio leen estos insignes pastores? ¿Qué sienten cuando se adentran en la parábola del Hijo pródigo o del buen samaritano? ¿Se identifican con el extranjero que para y socorre o con el levita que escenifica, igual que ellos, el guardián, la salvaguarda de la doctrina que bordea y evade a la persona que está tirada molida a palos? ¿Con quién? Hacen su interpretación partidista para seguir ahí en el cargo, mintiendo y acusando a un Papa, nada más y nada menos, que de hereje liderados por el alemán Gerhard Ludwig Müller. Son, por tanto, hombres de partido, no de Iglesia, la de Jesús de Nazareth, aquel que vivió, no con los puros, sino con los condenados, los que estaban perdidos por el pecado y renacieron en el momento que se encontraron con Él. Y lo hicieron porque fueron acogidos, comprendidos y escuchados.
Por otra parte, todo lo que está pasando en Nicaragua nos debería servir como inspiración y motivación para asumir la radicalidad de seguir a Jesús en la actualidad. A pesar de nuestra tristeza frente a la persecución que está sufriendo la Iglesia o la condena inhumana de Ronaldo Álvarez, obispo de Matagalpa y administrador de Estelí, a 26 años y 4 meses por, atención, “menoscabo de la integridad nacional del Estado y la sociedad nicaragüense, de propagación de noticias falsas, obstrucción de funciones agravadas y desacato a la autoridad”, encontramos en todo ello un modelo a seguir, un ejemplo vivo de Iglesia cristológica y universal, y no de partido. No olvidemos a otro héroe de nuestro tiempo, Silvio Báez, el obispo auxiliar de Managua, al que Daniel Ortega obligó a exiliarse hace cuatro años.
Todavía resuenan sus palabras ante el asalto del Estado de Nicaragua. Tengámoslas presentes: “Son inútiles y blasfemos los discursos que invocan a Dios y hablan de Él mientras al mismo tiempo se lanzan palabras de odio, se fabrican mentiras infames y se hace sufrir a los pueblos. La verdad es que no son cristianos los que se sirven de la ley para hacer actos ilegales ni quienes les llaman bien al mal y mal al bien. Se encaminan a su ruina los tiranos que cargan a sus espaldas crímenes e injusticias. Asuman la responsabilidad de sus delitos y hagan espacio al amor en su corazón. Dejen que el evangelio de Jesús ilumine su conciencia. Si quieren de verdad vivir y salvarse, liberen a quienes tienen cautivos. Y pienso en mi hermano y Monseñor Rolando Álvarez, detenido injustamente porque es inocente, en los sacerdotes y laicos que están detenidos en Nicaragua. En todos nuestros presos políticos en América Latina.
Libérenlos porque no hay motivos para tenerlos en prisión si quieren vivir de verdad y salvarse”. No ser hombre de partido, de nuestra Iglesia particular, sino de la Iglesia que se postura como la realidad y el ejemplo vivo de convertirse en la voz de los sin voz, aunque estén en riesgo nuestras vidas. Así lo enseñó y quiso un pobre carpintero de Galilea que fue capaz de partir la historia en dos, venciendo la barbarie y aupando la universalidad del amor y el perdón. Francisco nos está enseñando a transitar ese camino con humildad y sencillez. Este es su mayor legado en el décimo aniversario de su pontificado.
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