"Eran comunidades sin una regla de vida, guiadas por el Espíritu Santo" Una noche en Esmirna con las primeras comunidades
Las comunidades cristianas pacíficas y que compartían todos los bienes fueron extinguiéndose poco a poco, posiblemente en el transcurso de los siglos IV al VI
Más de mil años después, las comunidades surgidas del Concilio Vaticano II, o no son pacíficas o no comparten todos los bienes, y se estanca su número de miembros
La noche más larga continúa, el pequeño resto permanece, pero disperso, sin formar comunidades.
La noche más larga continúa, el pequeño resto permanece, pero disperso, sin formar comunidades.
| Javier Domínguez Angulo
“Oh qué manos” – exclamó gozoso Dioscórides mientras Dafne le daba un masaje con aceite en su dolorido cuerpo. La espalda de Dioscórides reflejaba lo sucedido durante la última gran persecución, la de Diocleciano.
Los romanos habían encontrado presa fácil en aquel hombre por su valentía, y lo habían torturado en varias ocaciones.
Dafne miraba a la luz del candil aquella espalda como si fuera un mapa, en la que podía leer el sufrimiento que la comunidad de Esmirna había padecido.
Tantas historias le habían contado a ella sobre la gran persecución, que imaginaba que cada grupo de cicatrices correspondería a un episodio de la misma.
“Dafne, cuando acabéis venid a cenar” – dijo Lucrecia, la anfitriona, una respetable dama romana convertida al cristianismo.
Lucrecia había invitado a Dioscórides, a Dafne, y a unos cuantos hermanos y hermanas más para hablar en la intimidad de la noche sobre los preocupantes acontecimientos que se estaban produciendo en Nicea, en el Concilio.
Eran todos y todas víctimas de la gran persecución menos Dafne y Lucrecia. En total había unas 20 personas.
Al poco estaban todos cenando, y Dioscórides rompió el hielo. “¿Es que acaso estaban separados los discípulos? No salvo Judas. Los discípulos del Señor sabían perfectamente cuándo celebrar la Pascua. Es imposible además que ellos se dedicaran a tergiversar fechas para poder ganar prestigio en su apostolado.
La mentira no viene de ellos, sino que se produce después, en las comunidades, por afán de poder. Romanos y griegos, griegos y romanos, comunidades de esperanza mundanizándose unas vez desaparecidos los discípulos. ¿Y el motivo? Una simple fecha, la fecha de la discordia”
“Por esa fecha – siguió Jonás – fue Policarpo, discípulo de Juan, a ver al papa Aniceto a Roma, y no se entendieron. El cisma estaba hecho como dices tú, y por una vulgar fecha.”
“Si los discípulos levantaran la cabeza” – se lamentó Lucrecia.
“Todavía Ireneo unos años después trató de conciliar a ambas partes interviniendo ante el papa Víctor que no era tan conciliador como Aniceto, les excomulgó y después se retractó; la división iba adquiriendo cada vez más gravedad. Una división muy sutil, porque evitó que se produjera un Concilio para resolverlo, al no ser la fijación de una fecha un asunto de hondo calado teológico” – prosiguió Jonás.
“¿Y quien es más, Juan o los otros once discípulos? Pues no tenemos noticia de que después de la resurrección de nuestro Señor litigaran por el primer lugar, antes sí lo hicieron. Así que no viene de ellos la división.”
“Si dejaron a Jesús solo, ¿porque no habrían las primeras comunidades de fallar también y litigar por lo que fuera, por una fecha?” – preguntó Dafne
“Esa es una buena pregunta – respondió Hipatia -, y me ha gustado lo que has dicho Jonás sobre la sutil división, ¡por una fecha!. Mmmmm ¡yo soy de Cefas, yo soy de Apolo!, se dice en la Carta a los Corintios, y Pablo dice que todos somos de Jesús. Y no hicieron caso unos años después. Mirarían a Pablo como el cómplice de asesinos de cristianos que había sido.
Yo soy de Juan, eso es lo que claman todos los hermanos griegos, y los aquí presentes, de lengua griega en su mayoría, no podemos caer en ese error. Aunque seamos minoría entre nuestros hermanos.”
Dioscórides tomó la palabra:“Y para ahondar la división ahora ese Concilio en Nicea, en zona de lengua griega, convocado por un emperador romano que además no duda en perseguir y masacrar a sus semejantes usando una cruz como en la batalla del puente Milvio contra Majencio.
Si, empezó en la batalla del puente Milvio, matando paganos mientras pintaba cruces en los escudos de sus legionarios, y después rezamos para que no matara a cristianos donatistas tras el Sínodo de Arles. Pero hubo muertes. A partir de ahora cada condena sinodal de hermanos puede conllevar aparejada una condena imperial, y sabemos lo que eso significa”.
“Es una verguenza, ni siquiera se ha bautizado, y es violento, no es manso como nosotros- dijo indignada Lucrecia -, solo busca usarnos.”
“Hay en ese Concilio representantes de 300 diócesis griegas de las 1000 que hay en el orbe cristiano. El papa no ha acudido aunque ha enviado delegados, es casi un concilio de griegos”- intervino Orestes -. Y seremos esclavos de reyes y emperadores en el futuro. ¿Y todo por qué? Porque somos de Juan. A esto nos lleva seguir a un hombre en lugar de seguir a Jesús.”
“Pronto los de Nicea serán perseguidores” – aseveró Hipatia.
“Antes, Policarpo iba amigablemente a ver a Aniceto, no había contienda aunque hubiera división de facto, ahora son los soldados quienes arreglan cuentas entre cristianos. La división se está volviendo violenta, sutilmente violenta” – musitó Lucrecia.
“El Espíritu Santo es quien manda en la Iglesia” – dijo Dioscórides -. “Seguir a hombres lleva a la situación en la que estamos. Desde Pentecostés el Espíritu guía, y los papas no pueden ser ajenos a eso, y no pueden permitir que nadie diga “yo soy de Cefas, yo de Apolo”.
Todavía en tiempos de Ireneo había hermanos y hermanas con el don de resurrección de muertos, los carismas están desapareciendo de nuestra vida cotidiana, pareciera que la presencia del Espíritu es menor en nuestras vidas.”
“¿Cuándo empezó ese distanciamiento?” – preguntó Orestes
Intervino Jonás: “Está escrito que solo Dios ve en el fondo de los corazones. Nos es imposible percibir cuán cerca o lejos está la Trinidad de nosotros. Solo podemos decir que a finales del siglo II hubo gran controversia en la cristiandad por el tema de la violencia, cristianos en el ejército imperial y otras cosas. Si entra la violencia en la Iglesia, ¿será igual de eficaz la invocación al Espíritu Santo?. De poco antes de aquella época es la Carta a Diogneto, donde todavía se ve a comunidades agraciadas”
Dafne fue a un mueble y tomando unos papeles empezó a leer la Carta a Diogneto:
“Los cristianos no se distinguen de los demás hombres…”, de repente se detuvo y dio un salto en el texto, “viven en ciudades griegas y barbaras, según les cupo en suerte…”
“No somos de Juan, somos peregrinos en la Tierra” – dijo con rotundidad. “Yo he recibido don de lenguas, ¿por qué no oímos a hermanos y hermanas con don de profecía que nos orienten en estos tiempos?”
Tras un profundo silencio siguió hablando Jonás.
“No hay profetas, Dafne, nos faltan profetas y nos sobra violencia. Fallan las comunidades, no los discípulos. Y ahora, ¿Qué pasará con las comunidades orientales que están fuera del imperio romano?
¿Qué filtro las harán tragar? En China, en India, En Sri Lanka, en Arabia, en Mesopotamia, en Etiopía, en tantos otros lugares están atentos a lo que está sucediendo estos días en Nicea. ¿Durarán estas comunidades, serán un puñado de hermanos cenando como nosotros?”
“No dejemos de tener relaciones con ellas, esa es nuestra misión. Viajemos sin miedo fuera de los límites del imperio, enviemos cartas” – dijo Lucrecia.
El pequeño resto fiel a Dios siempre permanecerá, pero…¿habrá comunidades?. Viene la noche más larga…” – suspiró Dioscórides.
Epílogo
Las comunidades cristianas pacíficas y que compartían todos los bienes fueron extinguiéndose poco a poco, posiblemente en el transcurso de los siglos IV al VI, si bien todavía Cosmas Indicopleustes menciona a comunidades en varios lugares de Asia en el siglo VI.
Eran comunidades sin una regla de vida, guiadas por el Espíritu Santo.
Más de mil años después, las comunidades surgidas del Concilio Vaticano II, o no son pacíficas o no comparten todos los bienes, y se estanca su número de miembros.
De hecho el pacifismo dentro del mundo católico es bastante poco frecuente. Baste como ejemplo la difusión que alcanzó el libro de Stanley Windass, “El cristianismo frente a la violencia” y la nula repercusión organizativa que tuvo. La noche más larga continúa, el pequeño resto permanece, pero disperso, sin formar comunidades.