"Oísteis que se dijo a los antiguos… pero yo os digo…" Jesús López Sotillos: "A Francisco hay que agradecerle que haya puesto término a la pasión persecutoria de sus antecesores"
Al Papa Francisco hay que agradecerle muy sinceramente que haya puesto término a esa pasión persecutoria de sus antecesores Juan Pablo II y Ratzinger
"Desde la más alta instancia de la Iglesia Católica se han vuelto a escuchar palabras similares a las que el Evangelio de Mateo pone en labios de Jesús: 'Venid a mí los que estéis cansados y agobiados y yo os aliviaré, porque mi yugo es suave y mi carga ligera'"
"Y pronto, llenos ira y espanto, comenzaron a difundir la idea de que el papa está cayendo en herejía, pues hace suyas y promueve las tesis comunistas"
"El Papa Francisco, esa es mi opinión, ante los conservadores que le llaman hereje, comunista y hasta masón, en vez de andar con paños calientes … debería decir con fuerza en ese y en otros muchos temas: “Oísteis que se dijo a los antiguos… pero yo os digo… Y, de ese modo, retomar y extender el camino profundamente renovador iniciado por el Concilio Vaticano II"
"Después de hacerlo, no se perdería lo esencial de nuestra fe, sino que resplandecería con luz nueva"
"Y pronto, llenos ira y espanto, comenzaron a difundir la idea de que el papa está cayendo en herejía, pues hace suyas y promueve las tesis comunistas"
"El Papa Francisco, esa es mi opinión, ante los conservadores que le llaman hereje, comunista y hasta masón, en vez de andar con paños calientes … debería decir con fuerza en ese y en otros muchos temas: “Oísteis que se dijo a los antiguos… pero yo os digo… Y, de ese modo, retomar y extender el camino profundamente renovador iniciado por el Concilio Vaticano II"
"Después de hacerlo, no se perdería lo esencial de nuestra fe, sino que resplandecería con luz nueva"
"Después de hacerlo, no se perdería lo esencial de nuestra fe, sino que resplandecería con luz nueva"
Cuando Juan Pablo II, “Santo subito”, comenzó a gobernar con puño de hierro la Iglesia Católica muchos de sus miembros, hombres y mujeres, laicos y clérigos, alentados todavía por el espíritu de Juan XXIII, Santo no tan “subito”, y del Concilio Vaticano II, andaban metidos de lleno en el empeño de actualizar la dogmática y, a partir de ahí, renovar, también, la moral, la liturgia y la eclesiología. De todo lo cual debería hacerse eco el Código de Derecho Canónico, profundamente reestructurado.
Las primeras palabras de Karol Józef Wojtyła el 18 de octubre de 1978 desde el balcón de la Basílica de San Pedro, recién elegido Papa, ya dieron a entender, aunque entonces no se captara, que tenía el propósito de poner término a todo eso. El mundo entero le oyó decir que se presentaba para reemprender de nuevo, “incominciare di nuovo”, la andadura por el camino de la historia y de la Iglesia. Poco a poco, con la inestimable ayuda intelectual de Joseph Ratzinger, luego Benedicto XVI, de modo implacable, llevó a cabo su propósito. Sistemáticamente fueron siendo condenados o apartados de sus cátedras muchos de los biblistas, teólogos, moralistas, liturgistas o eclesiólogos que habían acogido y trataban de desarrollar el espíritu conciliar. Y se procedió a desbaratar en todo el orbe católico las experiencias pastorales que trataban de poner en práctica los cambios señalados.
Al Papa Francisco hay que agradecerle muy sinceramente que haya puesto término a esa pasión persecutoria. Aunque, tras haber estado activa casi treinta y cinco años, el mal ya estaba hecho, de forma que hoy en día casi no quedan personas con memoria de aquel vendaval renovador. Peor aún, la gran mayoría de los católicos actuales no es capaz ni de imaginar la magnitud y profundidad de los cambios que, por motivos bien fundados, se estaban intentando introducir entonces en el pensar y en el actuar de la Iglesia Católica.
"Desde la más alta instancia de la Iglesia Católica se han vuelto a escuchar palabras similares a las que el Evangelio de Mateo pone en labios de Jesús: “Venid a mí los que estéis cansados y agobiados y yo os aliviaré, porque mi yugo es suave y mi carga ligera"
De todo aquello el Papa Francisco, desde los inicios mismos de su pontificado, ha retomado la bandera de la Gaudium et Spes, haciendo suya la proclamación de que siente como propias las alegrías y las penas de la humanidad. Y manifestando que goza con sus gozos y que, muy especialmente, trata de aliviar sus sufrimientos, desde la convicción de que esa es la tarea principal de los católicos en el mundo.
"Y pronto, llenos ira y espanto, comenzaron a difundir la idea de que el papa está cayendo en herejía, pues hace suyas y promueve las tesis comunistas"
Tal actitud es muy pero que muy de agradecer. Desde la más alta instancia de la Iglesia Católica se han vuelto a escuchar palabras similares a las que el Evangelio de Mateo pone en labios de Jesús: “Venid a mí los que estéis cansados y agobiados y yo os aliviaré, porque mi yugo es suave y mi carga ligera”. Y, como entonces, a unos nos alegra enormemente oírselas decir una y otra vez. Pero a otros, incluidos altos miembros de la jerarquía eclesiástica, enseguida les sonaron a revolución. Y pronto, llenos ira y espanto, comenzaron a difundir la idea de que el papa está cayendo en herejía, pues hace suyas y promueve las tesis comunistas. Pero más y con mayor fuerza están bramado desde el 18 de diciembre, cuando, con el visto bueno del papa, el Dicasterio para la doctrina de la fe, presidido por el Cardenal Víctor Manuel Fernández, ha hecho pública su declaración “Fiducia supplicans”. Les indigna que en ella se permita a los clérigos bendecir a las parejas que lo soliciten, aunque se encuentren en una situación moral y canónica que la doctrina y la normativa de la Iglesia católica consideran como irregular y pecaminosa, por ser contraria a la voluntad inamovible de Dios.
Además, y para colmo, el Papa Francisco emprendió desde muy temprano la tarea de erradicar de la Iglesia católica los delitos económicos y los de índole sexual, cometidos con frecuencia por personas que proclaman y defienden apasionadamente y hasta fanáticamente todo lo contrario. Esta determinación también es muy de agradecer. Aunque de nuevo hay quienes en el seno de la propia Iglesia Católica lo ven mal. Les molesta que, en lugar de taparlo, para no deteriorar su imagen y su credibilidad, el papa lo saque a la luz pública y lo airee.
Como en los tiempos de Jesús ocurría respecto a él con los escribas y fariseos, los más furibundos defensores de la dogmática y de la moral y de la liturgia y de la eclesiología tradicionales se rasgan las vestiduras, escandalizados. Y el papa se ve obligado a soportar, como Jesús de Nazaret, sus demoledores ataques por decir a los pobres y marginados, como los ángeles dicen a los pastores en el Evangelio de la infancia de Lucas, que no tengan miedo. Que hoy, como entonces en la ciudad de Belén, tampoco Dios está llegando para castigarlos, sino que busca su bien, porque es bueno. Y que pueden, desde esa fe, vivir tranquilos, libres y gozosos, siendo buenos unos con otros como él creemos que lo es con el universo entero y con las criaturas que lo pueblan. Este mensaje también es muy de agradecer y lo agradecemos sinceramente.
Pero el Papa Francisco cree que esos cambios de actitud respecto a Juan Pablo II y a Benedicto XVI los puede introducir en el vivir de la Iglesia católica sin tocar su doctrina tradicional. Piensa que puede modificaraspectos importantes de la moral, la liturgia y la eclesiología, sin tocar los fundamentos teológicos sobre los que se asientan. Y eso es imposible.
"Pero el papa Francisco piensa que puede modificar aspectos importantes de la moral, la liturgia y la eclesiología, sin tocar los fundamentos teológicos sobre los que se asientan. Y eso es imposible"
Si Dios puede hablar a los seres humanos y de hecho ha hablado para decir lo que dice la dogmática católica que ha dicho y para prescribir lo que de ella se deriva, los conservadores no van a admitir que se enseñe a creer y a vivir de otro modo, porque, según ellos, la Palabra de Dios es cierta, inerrante e inamovible.
Eso mismo decían creer respecto a “la Sagrada Torá” los escribas y fariseos, algunos de los cuales acabaron promoviendo la ejecución de Jesús, Y contra ellos él alzaba su voz para, según el Evangelio de Mateo, decir a la gente: “Oísteis que se dijo los antiguos… pero yo os digo”. Introduciendo en su discurso con esa fórmula una doctrina distinta a la que se leía en los venerados rollos de la Ley, que se guardaban en un lugar privilegiado de las las sinagogas, por considerarlos contenedores de la verdad revelada directamente por Yahveh a Moisés.
El Papa Francisco, esa es mi opinión, ante los conservadores que le llaman hereje, comunista y hasta masón, en vez de andar con paños calientes … debería decir con fuerza en ese y en otros muchos temas: “Oísteis que se dijo a los antiguos… pero yo os digo… Y, de ese modo, retomar y extender el camino profundamente renovador iniciado por el Concilio Vaticano II
El Papa Francisco, esa es mi opinión, ante los conservadores que le llaman hereje, comunista y hasta masón, en vez de andar con paños calientes, como el de autorizar la bendición a las parejas homosexuales y a las heterosexuales no casadas por la Iglesia, debería decir con fuerza en ese y en otros muchos temas: “Oísteis que se dijo a los antiguos… pero yo os digo…Y, de ese modo, retomar y extender el camino profundamente renovador iniciado por el Concilio Vaticano II.
Había razones para hacerlo antes del 18 de octubre de 1978. Algunos aún las recordamos. Y no solo ha seguido habiéndolas sino que hoy han aumentado en número y tienen mayor contundencia. Algunos las conocemos y podemos explicarlas. Esto habría de ser asumido dentro de la Iglesia católica, porque, además, después de hacerlo, no se perdería lo esencial de nuestra fe, sino que resplandecería con luz nueva.
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