El trabajo de los mercedarios de Guatemala La pandemia de la trata de personas
"Hoy existen esclavos, hombres, mujeres y niños(as) viven en carne propia el ser crucificados, son historias de vida desgarradas por el egoísmo, el odio, por una cultura de la muerte que rinde culto a la explotación y a un mercantilismo salvaje"
| Fr. Dionisio Báez, O. de M.
La Asamblea de las Naciones Unidas, en el año 2013, designa el 30 de julio como el Día mundial contra la Trata de Personas. Hoy, millones de personas en el mundo son víctimas de la Trata, sometidas a trabajos forzosos, explotación sexual, pornografía, matrimonio infantil, prostitución, servidumbre, mendicidad, tráfico de órganos, niños soldados, una enorme cadena construida con eslabones de esclavitudes ante la indiferencia y miopía de nuestra sociedad “defensora” de los derechos humanos y supuestas libertades. El Papa Francisco denunciaba en el año 2019: “La Trata daña gravemente a la humanidad en su conjunto, lacerando la familia humana y el Cuerpo de Cristo. La Trata constituye una injustificable violación de la libertad y de la dignidad de las víctimas, dimensiones constitutivas del ser humano querido y creado por Dios. Por ello debe considerarse un crimen contra la humanidad”.
La Trata de Personas es una realidad pandémica, no podemos obviar su presencia en el mundo, hoy existen esclavos, hombres, mujeres y niños(as) viven en carne propia el ser crucificados, son historias de vida desgarradas por el egoísmo, el odio, por una cultura de la muerte que rinde culto a la explotación y a un mercantilismo salvaje que destruye la dignidad del ser humano.
En la vorágine de un yugo opresor que encadena y silencia tantas libertades, sometiendo la vida a la oscuridad de las mazmorras del siglo XXI, surgen respuestas con sabor de evangelio, espacios proféticos que hacen tangible las palabras de Jesús en Mateo 25: "Venid, benditos de mi Padre... 35 Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; 36 estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme."
Uno de esos espacios que va más allá de las fronteras, que se anima a trabajar en las periferias existenciales de la cautividad, es la Casa Sta. María de Cervellón, en Guatemala, para mujeres y sus hijos víctimas de la Trata de Personas, es llevada adelante por un gran equipo de mujeres laicas, comprometidas con el carisma liberador de la Merced. El albergue de protección es parte del trabajo de “Misión Redentora”, una ONG que inició camino hace diez años, fundada por un religioso de la Orden de la Merced, para luchar contra la Trata, haciendo vida el “visitar” y “redimir” al cautivo, al estilo de San Pedro Nolasco.
Ante el escándalo de tantas historias rotas por el flagelo de la Trata, sumergidas en una larga noche de opresión y dolor, se convierte en una necesidad la luz de espacios vitales como la Casa Sta. María de Cervellón, en ella la víctima recibe un apoyo integral para reconstruir su dignidad de mujer, se le brinda seguridad, se le acoge y protege, sus necesidades básicas son cubiertas, además se le ofrece apoyo psicosocial, médico, legal y espiritual, para sanar así las llagas de la explotación y la violencia. Una casa con sabor a pan y hogar, un lugar para recuperar desde el amor la libertad y la vida.
Hay que desterrar la ignominia de la esclavitud, el clamor de las víctimas debe ser escuchado, como Iglesia es hora de alzar la voz y gritar con fuerza aquellas mismas palabras del profeta del s. XX: “En nombre de Dios, pues, y en nombre de este sufrido pueblo cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: ¡Cese la represión!”(San Oscar Romero).
Estamos en tiempo de crisis: pobreza, hambre, violencia, guerras, discriminación, migraciones, Covid-19, esclavitudes… no se vale ocultar o rodear la marginación, nuestra vocación es ser samaritanos, mirar al mundo con los ojos de Jesús, siendo profetas de esperanza, comprometidos con una verdadera opción por los excluidos: “Oh Dios de Amor, haz que la luz de tu misericordia brille en nuestro mundo afligido. Haz que irrumpa donde las sombras son más oscuras. Salva a los inocentes que sufren violaciones y abusos. Convierte a las almas completamente perdidas que los mantienen cautivos y explotan. Danos toda la fuerza para crecer en la auténtica libertad del amor por ti, por el prójimo y por nuestra casa común. Amén.”(cfr. Orientaciones Pastorales sobre la Trata de Personas).