Desafíos políticos, antropológicos y teológicos El resultado de las elecciones USA: Trump/Musk

Donal Trump y Elon Musk
Donal Trump y Elon Musk EFE

La alianza Trump/Musk beneficia, sin duda, a las multimillonarias empresas del hombre más rico del mundo, cuya ambición quiere llegar, a través principalmente de la Inteligencia Artificial (IA), no solo a incrementar ganancias; también a ejercer la supremacía que USA busca frente a China

En efecto, este instrumento tecnológico en su desarrollo generativo tiene ilimitadas posibilidades como fuente de poder, eficaz y sin errores, para un proyecto geopolítico dominador del mundo

Pero en última instancia no solo busca garantizar y asegurar el porvenir americano y su supremacía mundial en economía, avances informáticos, dominio armamentístico. Va más allá

Es la desafiante línea política que conduce la alianza Trump/Musk que garantiza un gobierno autócrata del mundo según sus intereses y pretende salvar a la humanidad del apocalipsis introduciéndola en su proyecto transhumano

Múltiples factores y coordenadas hábilmente manipuladas por Trump y su equipo han contribuido  para lograr un triunfo que se preveía, observando la progresiva decadencia de la candidatura demócrata. Su proyecto político ha sido apoyado por influyentes personajes para favorecer y asegurar el prepotente dominio americano bajo el lema de ‘America first’ en los campos económicos, políticos y bélicos.

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El electorado que le ha dado la victoria se ha dejado convencer por sus propuestas electoralistas económicas y contra la inmigración ilegal para asegurar el ‘American way of live’ tal como Trump lo concibe y promete. Además sus objetivos de política exterior garantizan en opinión del electorado la primacía USA frente a la poderosa China y el conjunto de la geopolítica mundial hoy implicado en guerras amenazadoras.

Pero para valorar las consecuencias de su proyecto, de su triunfo, de su pasión por el poder hay que tener en cuenta la figura que ha surgido en ese proceso electoral y va a ocupar un relevante puesto como responsable del “Departamento de Eficiencia Gubernamental”, junto al empresario Vivek Ramaswamy, en la estrategia de su política interior y asesor decisivo en la exterior: Elon Musk, multimillonario empresario, dueño de Tesla, Space X, Neuralink, de la plataforma X, antes Twiter. Ha invertido dinero y tecnología que, sin duda, han sido factores decisivos en la elección del candidato republicano, utilizando contenido tóxico.

El triunfo de una política desafiante

La alianza Trump/Musk beneficia, sin duda, a las multimillonarias empresas del hombre más rico del mundo, cuya ambición quiere llegar, a través principalmente de la Inteligencia Artificial (IA), no solo a incrementar ganancias; también a ejercer la supremacía que USA busca frente a China. En efecto, este instrumento tecnológico en su desarrollo generativo tiene ilimitadas posibilidades como fuente de poder, eficaz y sin errores, para un proyecto geopolítico dominador del mundo. Pero en última instancia no solo busca garantizar y asegurar el porvenir americano y su supremacía mundial en economía, avances informáticos, dominio armamentístico. Va más allá.

Elon Musk en un mitin de Donald Trump
Elon Musk en un mitin de Donald Trump EFE

En efecto, las plataformas informáticas, dueñas desde la ‘nube’ del capitalismo cognitivo, controlan y pretenden dirigir el mundo, su política, economía y su poder armamentístico, objetivo también de Silicon Valley. En definitiva, la IA, entrenada por los interesados algoritmos del poder económico y geopolítico americanos, es el instrumento más desarrollado hoy por quienes quieren ser los líderes mundiales hegemónicos en nuestro  mundo.

En este proceso hegemónico la IA, controlada por las plataformas, supera las democracias liberales a favor de la privatización de lo político y del beneficio e intereses económicos de los más fuertes que subyacen a sus avances e inversiones guiados por una estrategia de dominio geopolítico con un abrumador poder armamentismo, calentamiento global, desigualdad. Es la desafiante línea política que conduce la alianza Trump/Musk que garantiza un gobierno autócrata del mundo según sus intereses y pretende salvar a la humanidad del apocalipsis introduciéndola en su proyecto transhumano.

Un desafío antropológico

Desde su pasión por el poder, Trump pretende un dominio político que implica un visión antropológica donde la persona humana queda dominada por la IA. Desde aquí la perspectiva del magnate de Tesla, SpaceX y de la plataforma X quieren conducir hacia una ‘transhumanidad’ donde la IA que consiga ser ‘General’ (AGI, por sus siglas en inglés) nos someterían a su control y dominio. Para ello los proyectos de Musk prometen mejorar las capacidades humanas a fin de llegar a una ‘superinteligencia’ y ‘singularidad humana’, según las predicciones de Ray Kurzweil, que, a cierto plazo, nos lleve aún más allá: a un ‘posthumanismo’ que superaría los límites de la humanidad actual, incluida la muerte. Por ahora esos objetivos son considerados  inalcanzables, pero hacia ellos orienta la ideología subyacente de la alianza Trump/Musk donde la tecnología y el poder del país hoy más poderoso y que se considera ‘America first’,  ejercería el liderazgo hegemónico mundial.

Elon Musk con JD Vance, el candidato a vicepresidente con Donald Trump
Elon Musk con JD Vance, el candidato a vicepresidente con Donald Trump EFE

Este proceso de tecnocivilización y de tecnopersonas guiadas por la IA, dominada por las grandes empresas informáticas, conduce a una alienación tecnológica deshumanizadora. En efecto, las consecuencias de este proyecto, carente de ética, implican una desvalorización de lo auténticamente humano donde, como indica José Antonio Marina en la obra colectiva Doce filosofías para un mundo nuevo. ¿Hacia dónde camina el ser humano? (2024), las actitudes básicas, el sentido crítico, la autonomía y libertad, quedarán sometidas al poder que definirá su ‘verdad’ y su ‘justicia’.

Con visión profética, el Papa ha llamado la atención ante un mundo conducido, gobernado y controlado por el dominio tecnológico y, en concreto por la IA, “fascinante y tremenda”, como la califica. En efecto, las preguntas y desafíos que se plantean son de enorme envergadura ante lo que podemos llamar nueva era de humanidad en la que ya estamos embarcados.

En efecto, cuando se sobrevalora esa relación sometiendo la mente humana a la IA y a sus algoritmos, al chatGPT de Open AI, a Google Gemini, a los robots que deciden y se imponen a la voluntad humana reflexiva, podemos ser conducidos a una nueva especie postsapiens, posthumana, de inimaginables consecuencias deshumanizadoras, a un ‘superhomo technologicus’ que opera virtualmente en el Metaverso. Pero esa IA no será ‘generativa’ sino, como advierte el Papa, ‘reforzadora’ del dominio y dependencia de la cultura tecnológica.

Inteligencia artificial
Inteligencia artificial

¿Cómo afrontar entonces este nuevo mundo que la Tecnología nos ofrece y está ya desarrollando? ¿A dónde nos conduce una Tecnología, una IA, que pretenden alcanzar posibilidades ilimitadas de información y comunicación en la ‘Nube’ e incluso ofrecer un pensamiento y conocimiento, generar un campo cognitivo que supere  las capacidades humanas, es decir, que piense por nosotros en la IAG? ¿Acabaremos siendo conducidos por las máquinas o por el espíritu?

Yuval Noah Harari ha divulgado en sus best sellers las tendencias de las nuevas tecnologías. Según constatan críticamente Javier Echeverría y Lola S. Almendros (Tecnopersonas.Cómo las tecnologías nos transforman, 2020), sus análisis de los planteamientos transhumanistas le llevan a afirmar que organismos y seres humanos, siguiendo un determinismo tecnológico y reduccionismo ontológico, se reducen en último término a algoritmos y conducen al ‘Homo Deus’ como gran proyecto de la humanidad y, en consecuencia, a una ‘tecnoreligión’, con poderes divinos de  creación y destrucción, que Harari denomina ‘dataísmo’ (religión de los datos). 

“¿No podría suceder que la máquina considerase al hombre inferior y obrara en consecuencia?”, incluso que “nos viera como criaturas que estorbamos en el avance del progreso tecnológico… ¿No estaríamos asomándonos a un posible cancelación como especie?"

Ante este futuro se pregunta J. M. Lassalle (La civilización artificial, 2024): “¿No podría suceder que la máquina considerase al hombre inferior y obrara en consecuencia?”, incluso que “nos viera como criaturas que estorbamos en el avance del progreso tecnológico… ¿No estaríamos asomándonos a un posible cancelación como especie?... Una posibilidad que vemos distópica pero que nadie puede discutir que es posible bajo el nihilismo tecnológico que nos impulsa  hacia la civilización artificial”.

Según advierte Marc Serramià, ingeniero de inteligencia artificial, profesor de la Universidad de la City de Londres, ”la IA no tiene moral” y, por tanto, puede conducirnos a resultados éticos contrarios: favorecer relaciones que nos ayuden a vivir el tiempo  del encuentro con nosotros mismos, con los demás, con la naturaleza, es decir, un tiempo profundo que supera la superficialidad del tiempo cronometrado o encerrarnos en un tiempo sin sentido que sirva para manipular al ser humano y su conciencia, incluso  suplantarla para intereses de poder.

¿Cómo reaccionar ante este proceso tecnificador y de poder autocrático en el que la alianza Trump/Musk trata de introducirnos? Los análisis críticos son muy numerosos y advierten del peligro deshumanizador de tal sociedad. En consecuencia, sin negar los indudables beneficios de la IA, si se utiliza éticamente, es preciso abrirse a una visión holística de la condición humana donde como advertía Heidegger, citado por J. M. Lassalle (La civilización artificial, 2024), “la meditación sobre la técnica y la confrontación con ella debe tener lugar en un ámbito que, por una parte esté emparentado con la esencia de la técnica y que, por otra parte, sea fundamentalmente distinto de ella. El arte es un ámbito de este estilo”.

J. Echeverría y L. S. Almendros proponen “extender la Declaración de Derechos Humanos (1948) al actual tercer entorno” (el primero es la biosfera y el segundo, las ciudades), estructurado en base a redes y dispositivos TIC, para combatir la tecnoservidumbre y “democratizar el espacio social”, de forma que las tecnologías informáticas no sean “instrumento de dominación social… sino de empoderamiento y emancipación individual y colectiva” y proponen un debate sobre la “rebelión de las (personas) usuarias”.

Daniel Innerarity, en la obra colectiva citada, Doce filosofías para un mundo nuevo. ¿Hacia dónde camina el ser humano?, propone un diálogo abierto, en un espacio que califica como “híbrido”, es decir, “compartido con actores técnicos…” para  “humanizar la tecnología lo cual no significa incrementar el control sobre ella, sino acompañarla críticamente desde el diseño hasta la implementación”.

Un proyecto humano holístico

En última instancia, son urgentes planteamientos plurales. Entre ellos subrayo la necesaria ‘interdisciplinariedad’ que relacione las ciencias y humanidades para construir un proyecto humano holístico. Pero no es suficiente; también es preciso recurrir a los planteamientos de la Carta de la Transdisciplinariedad (1994) que nos descubren los diferentes niveles de realidad y están por consiguiente abiertos a trascender el dominio de las ciencias exactas y a reconciliarse con las ciencias humanas, con el arte, la poesía y a la experiencia interior, con “el misterio lo más hermoso que nos es dado sentir. Es la sensación fundamental, la cuna del arte y de la ciencia verdaderos”, como subrayaba Einstein citado por A. Gil, en su libro Ciencia y filosofía para el siglo XXI, 2023, donde insiste en la necesidad de “humanizar la tecnología para responder a las necesidades sociales y no únicamente a intereses privados”.

es apremiante recurrir al desarrollo de una pedagogía que, como indica también Marina, refuerce el sentido crítico y la capacidad de decisión libre ante la directividad impositiva de una IA que nos conduce a la sumisión y anula el pensamiento autónomo

Musk y su alianza con Trump buscan la hegemonía económica y el poder geopolítico unilaterales. Su atractivo popular, demostrado en las recientes elecciones americanas, puede extenderse a otros muchos lugares y contagiar sociedades con sus poderosos medios informáticos y comunicativos. Por ello es apremiante recurrir al desarrollo de una pedagogía que, como indica también Marina, refuerce el sentido crítico y la capacidad de decisión libre ante la directividad impositiva de una IA que nos conduce a la sumisión y anula el pensamiento autónomo. El lema kantiano y de la ilustración “¡Sapere aude! ¡Ten el valor de servirte de tu propia razón!” es hoy especialmente urgente para las nuevas generaciones tan manipuladas por los artefactos informáticos que contaminan su pensamiento con la posverdad, la satisfacción inmediata y anulan su capacidad de referencia a los valores auténticamente humanos para  los que una pedagogía liberadora de las redes tóxicas debe orientarles y  ayudarles a encaminar su vida y abrir vías de esperanza.

Desafíos a la fe y  a la teología

Los proyectos hegemónicos de Trump/Musk y también de las grandes plataformas informáticas de Silicon Valley ofrecen (e imponen), en última instancia, su respuesta al sentido de la humanidad, del mundo y del cosmos que la IAG puede ofrecer y desarrollar. Teniendo en cuenta que Musk también posee la empresa neurotecnológica ‘Neurolink’ en simbiósis con la IA, de importantes beneficios terapeúticos, no hay duda de la incidencia que esta plataforma en manos del poder puede llegar a tener para conformar conciencias. Como afirma la revista Concilium (nº 362) si “las neurociencias actuales están haciendo evolucionar el modo en el que vemos, percibimos el ser humano y la conciencia… también afectan a nuestra forma de entender  la relación con Dios, a nuestra comprensión y a nuestro discurso sobre Dios” y, por tanto, al futuro del mundo y del hombre, de su progreso y salvación.

El pueblo norteamericano, también latino emigrado en este país y las profundas convicciones religiosas afroamericanas, hacen que la religión sea un elemento importante en el electorado que tanto por la parte católica como protestante y latina han votado en mayoría a Trump, que lo utiliza para su poder político. Musk, por su parte, se declara culturalmente cristiano; aunque se considera no religioso, respeta los principios del cristianismo según afirmaba entrevistado por el psicólogo con Jordan Peterson en agosto 2024. Desde sus planteamientos transhumanistas aboga por un futuro posthumano (¿en Marte?, pues hacia allí apunta SpaceX).

La IAG que pretenden desarrollar Musk y otros va a afectar a toda la inteligencia humana, puede cambiar la concepción de la persona y su conciencia, cuestionar el sentido de la fe, sus contenidos e interpretaciones, proponer una ‘tecnoreligión’ al servicio de los intereses dominadores de Trump y Musk.

En efecto los avances y progreso tecnocientíficos pueden llegar a extremos que afecten cualitativamente a la especie humana, la dominen y sometan privándola de su especificidad y singularidad. Son peligros ya previstos por científicos y filósofos y de los que el papa Francisco ya ha advertido refiriéndose a la IA. Pueden, en efecto, desembocar en un “nihilismo tecnológico” que diluya la humanidad, según advierte J. M. Lassalle.

Conferencia sobre la Inteligencia Artificial en Vaticano
Conferencia sobre la Inteligencia Artificial en Vaticano

Ante tales retos a la teología se le exige, por tanto, un necesario proceso inter y transdisciplinar, dialogante si quiere ser aceptada como ayuda en esta revolución humana de la era tecnológica a fin de que el hombre no quede sometido al imperio de la máquina, sino que sea su referencia y esté al servicio de un auténtico humanismo. En este diálogo y colaboración, advierte el papa Francisco, “está en juego la misma dignidad humana”.

En esta línea el profesor Pablo Damián Oio, de la Universidad Católica de Córdoba (Argentina), afirma: “La inteligencia artificial no sólo nos interpela en cuanto a repensar la imagen del ser humano, sino que también nos puede conducir a replantear nuestra imagen de Dios y de Cristo. El Dios creador y Jesús, el hombre verdadero, modelo de la humanidad, deben ser redescubiertos en medio de los avances tecnológicos”.

En última instancia el vínculo de unión que garantiza y da sentido humano a la IA y a la llamada ‘revolución cognitiva’ que conlleva es el sentido espiritual ante el misterio. Pero el acceso al misterio no se da por medios tecnológicos, máquinas computadoras o IA, sino por el diálogo complementario de saberes guiados y motivados por una espiritualidad ética ecoliberadora y una teología integradora que, para evitar que la IA ejerza un poder absoluto sin autoridad, nos abren a la sabiduría trascendente, según subraya J. M. Lassalle.

Es necesario, si queremos llegar a un diálogo creativo no infravalorar o descartar los progresos tecnocientíficos. Son un avance y oportunidad para toda la humanidad, y para la teología, un lugar teológico y un signo de los tiempos

Por tanto, es necesario, si queremos llegar a un diálogo creativo no infravalorar o descartar los progresos tecnocientíficos. Son un avance y oportunidad para toda la humanidad, y para la teología, un lugar teológico y un signo de los tiempos que debe descubrir con respeto, analizar críticamente, discernir e interpretar desde el Evangelio (GS 4;11).

Concluyo con Paolo Benanti (Concilium, 381): ”Estamos llamados a pensar teológicamente la tecnología para profundizar también en el misterio de Dios y en la vocación del hombre. El desarrollo tecnológico, llegado a fronteras inéditas, necesita hoy más que nunca confrontaciones y contribuciones interdisciplinares, incluidas las teológicas, para poder encontrar objetivos adecuados a los innumerables medios de los que dispone”.

Desde estas perspectivas podremos ofrecer alternativas válidas a los amenazadores  desafíos de Trump/Musk, abriendo caminos de esperanza para la humanidad.

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