Cuaresma 2024: Tentación y tentadores Las sectas, ¿tentaciones de hoy?
"Frente a lo que muchos puedan pensar, hablar de tentación no implica una necesaria referencia a la acción del diablo. Hay que recordar que la enseñanza tradicional de la Iglesia explica cómo las tentaciones pueden venir del demonio, sí… pero también del mundo y de la carne"
"En su estrategia de tender trampas a los individuos para conseguir captarlos podemos ver, sin dudarlo, todo un protocolo de tentación. Se acercan a la persona aprovechándose de un momento difícil, de una aspiración no cumplida, de un talento por explotar, de una especial apertura espiritual, de la necesidad de sentido… en definitiva, son expertas en identificar la vulnerabilidad humana –sea cual sea– y aprovecharse de ella"
| Luis Santamaría del Río*
Estamos acostumbrados a analizar el fenómeno sectario como una patología del hecho religioso –ya que supone la corrupción de la espiritualidad para acabar sometiendo a la persona en lugar de liberarla, lo que podemos entender como una verdadera enfermedad que necesita curación y, sobre todo, prevención– o como un sucedáneo –pues se presenta con un atractivo escaparate que promete salvación, pero oculta otros intereses demasiado humanos–.
Sin embargo, hay una categoría que nos puede ayudar a entender mejor lo que pasa con las sectas tanto a nivel social como personal: la tentación. Un concepto que, a pesar de lo trasnochado que pueda parecer en una cultura cada vez más secularizada, cobra plena actualidad cuando la liturgia cristiana propone la Cuaresma como un tiempo de revisión, purificación y conversión. Cada año, al llegar el primer domingo de Cuaresma, los católicos escuchan el conocido relato de las tentaciones que sufrió el mismo Jesús como prólogo o preparación inmediata para su vida pública.
Frente a lo que muchos puedan pensar, hablar de tentación no implica una necesaria referencia a la acción del diablo. Hay que recordar que la enseñanza tradicional de la Iglesia explica cómo las tentaciones pueden venir del demonio, sí… pero también del mundo y de la carne. Un lenguaje que, a pesar del polvo dejado por el tiempo, nos muestra una gran verdad: cada momento de la vida humana es una ocasión de hacer la voluntad de Dios –y, de esta forma, alcanzar nuestra plenitud, nuestra felicidad– o de, por el contrario, hacer caso a “otras voces” que nos apartan del camino.
El diálogo de Jesús con el tentador (tomo el texto de Mt 4, 1-11) es paradigmático de lo que supusieron las tentaciones en la vida de Cristo y, también, en la vida de cada ser humano. Habitualmente se han interpretado como resumen de los principales reclamos que apartan a la persona de Dios y de los demás: el dinero, la fama, el poder.
¿Y qué pasa con las sectas? El experto Vicente Jara las define como “grupos sociales depredadores que practican el mimetismo y el señuelo”. En su estrategia de tender trampas a los individuos para conseguir captarlos podemos ver, sin dudarlo, todo un protocolo de tentación. Se acercan a la persona aprovechándose de un momento difícil, de una aspiración no cumplida, de un talento por explotar, de una especial apertura espiritual, de la necesidad de sentido… en definitiva, son expertas en identificar la vulnerabilidad humana –sea cual sea– y aprovecharse de ella.
Al releer las palabras que el evangelista identifica como expresiones del diablo, podemos ver reflejados los reclamos proselitistas de las sectas, que lanzan su anzuelo a personas en búsqueda. En las redes sociales, especialmente, identificamos tantos mensajes de captación, que parecen ofrecer mucho, pero en realidad van a pedir mucho –van a pedirlo todo–cuando ya sea tarde y la víctima esté lo suficientemente enganchada para que sea muy difícil la sola posibilidad de pensar en salir (de pensar por sí misma, de ser libre).
“Di que estas piedras se conviertan en panes”. Una solución mágica para los complejos problemas personales, una receta fácil para superar el sufrimiento, una técnica para atraer felicidad, autorrealización, abundancia material… Las fórmulas tan habituales hoy de autoayuda y de pensamiento positivo (que, en el fondo, es pensamiento mágico) son la nueva cara de la clásica tentación, ahora en labios de un gurú o maestro espiritual (o mentor, o coach, o facilitador… esas nuevas “profesiones”): todo es muy sencillo si me haces caso, si sigues mis instrucciones, si obedeces mis mandatos. Conmigo aprenderás a acabar con el hambre que sea, porque podrás transformar lo negativo en positivo… por arte de magia.
“Tírate abajo”. En profunda unidad con lo anterior, las sectas muchas veces presentan a la persona un panorama en el que serán reconocidos y aplaudidos. ¡Hasta envidiados! Porque al formar parte del grupo y compartir un conocimiento especial, será uno de los elegidos, sintiéndose integrante de una élite de seres superiores. Por eso se justificará –también en la propia conciencia del adepto– cualquier riesgo que corra la libertad y la integridad. La persona será convenientemente “orientada” (es decir, manipulada) a aceptar cualquier vejación, porque todo valdrá la pena por el ideal.
“Todo esto te daré, si te postras y me adoras”. En el fondo, la tentación del poder, del dominio de la realidad, de tener el destino del mundo en las propias manos. La vuelta a la tentación primera, la que escucha todo hombre y mujer desde el principio (“seréis como Dios”, Gn 3, 4). El Dios verdadero nos ha prometido ser como Él, ése es su regalo. Pero muchas sectas lo ofrecen casi como un derecho, como algo que podemos arrebatar nosotros. Porque, en realidad, cada uno de nosotros tenemos naturaleza divina. En eso consistiría nuestro verdadero yo: somos dioses. Pero, claro, debemos someternos a quien nos lo ha revelado y es capaz de sacar eso de nosotros. La trampa del “te daré”, la tentación de seguir a quien, en realidad, quiere hacerse nuestro dueño, ocupando el lugar de Dios. Con la diferencia que Dios es nuestro dueño (Señor) como Padre amoroso, mientras que el gurú de la secta lo hace, en definitiva, como despótico dictador.
Todo esto sucede, especialmente, en el entorno de la New Age (Nueva Era) o entorno holístico, el esoterismo más popularizado que, por su apariencia difusa, parece lo más distante a una secta o a un grupo fuertemente jerarquizado, pero que en realidad supone un enganche emocional y espiritual a gurús sin escrúpulos que muestran la mejor cara, el rostro de la mística y el bienestar, pero que apartan, a quien cae en sus redes, del Dios verdadero, de una relación sana con los demás y de su propia identidad personal.
*Investigador de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES). Su último libro es A las afueras de la cruz. Las sectas de origen cristiano en España (BAC, Madrid 2023).
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