(Vatican News).- “Las Iglesias orientales necesitan un soplo de aire fresco”. Con estas palabras – tal como refiere la Agencia Fides– el cardenal iraquí Louis Raphael Sako, patriarca de la Iglesia caldea, titula su reflexión y apelación con vistas a la próxima semana de oración por la unidad de los cristianos, que se celebra cada año del 18 al 25 de enero.
La declaración, difundida por los medios de comunicación del patriarcado caldeo, contiene consideraciones sobre el presente y el futuro de las comunidades cristianas de Oriente Medio, y concluye con un llamamiento a encontrar urgentemente vías de unidad y comunión fraterna entre los cristianos de esa región, si se quiere garantizar la continuidad de la presencia de las comunidades bautizadas en los territorios donde Jesús nació, murió y resucitó.
En esa región – reconoce el patriarca – las comunidades cristianas están fatalmente condicionadas por la sociedad en la que viven. En los países de Oriente Medio, donde la población es mayoritariamente musulmana, la legislación que regula la convivencia social parece estar fijada para siempre sobre la base de enseñanzas y normas religiosas, en una relación conflictiva con los fenómenos de la modernidad.
Alimentar la esperanza y dar consuelo a los cristianos
Los cristianos de Oriente Medioestán condicionados por muchos factores, entre ellos, a veces, la competencia – es decir la diferencia entre las distintas tradiciones eclesiales – y el solapamiento total entre la identidad étnico-nacional y la pertenencia eclesial. Afirma el purpurado iraquí:
"En los últimos días, con motivo de Navidad y Año leí las cartas de algunos sacerdotes, escuché sus sermones, vi sus entrevistas televisivas, y encontré sus ideas anticuadas: lo que decían parecía no tener relación con la realidad actual"
Así, las palabras de tantos sermones e intervenciones eclesiásticas “no tocan los sentimientos de los destinatarios, ni alimentan su esperanza, ni dan consuelo y refrigerio”. Y si la situación continúa a este ritmo, “las generaciones futuras se quedarán sin fe”.
Dar prioridad a la cuestión de la unidad
El patriarca caldeo lamenta “que las Iglesias católicas orientales no se hayan beneficiado mucho de los trabajos del Concilio Ecuménico Vaticano II (1962-1965) ni del Sínodo para Oriente de 2010”. Y ante las urgencias del presente, “hay que dar prioridad a la cuestión de la unidad, sobre todo porque nos hemos convertido en minoría en nuestros países. Explica el Primado de la Iglesia caldea:
"Nuestra fuerza está en nuestra armoniosa unidad, garantía de nuestra supervivencia y de nuestra continuidad en la transmisión de nuestro mensaje"
Inspirar caminos de unidad
“La unidad de los bautizados – aclara el patriarca – no significa mortificar o borrar la riqueza de las distintas tradiciones teológicas, litúrgicas y espirituales de las diversas comunidades eclesiales. La auténtica comunión consiste en aceptar las diferencias y respetarlas mediante la humildad mutua y el encuentro fraterno. La propia firma de las declaraciones cristológicas comunes suscritas por la mayoría de los Jefes de las Iglesias orientales no puede ser tachada de meros gestos de cortesía. El compartir declaradamente la misma fe en Cristo debe inspirar caminos de unidad y ayudar a superar divisiones y desconfianzas”.
Cuando Constantinopla estaba sitiada – recuerda por inciso el patriarca, introduciendo una referencia histórica – “¡los teólogos bizantinos discutían sobre el sexo de los ángeles!”.
Superar las diferencias no esenciales como el fanatismo
En la actualidad, los cristianos están llamados a ejercer la vigilancia. En tierras marcadas por conflictos, discriminación y violencia que alimentan éxodos y migraciones. En particular, “los líderes de la Iglesia deben superar las diferencias no esenciales, el fanatismo y el miedo para salvaguardar la presencia cristiana en Oriente Medio”. Para que no se extinga una historia plagada del testimonio de multitudes de mártires, verdadero tesoro de las Iglesias que “llevan en sus cuerpos el dolor de Cristo”, y por eso perseveran también en la esperanza de su propio renacimiento.
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