Acompañar en el sufrimiento

Acompañar en el sufrimiento
Acompañar en el sufrimiento

Acompañar en el sufrimiento

«Si no está en tus manos cambiar una situación que te produce dolor, siempre podrás escoger la actitud con la que afrontes ese sufrimiento» (Viktor Frankl).

Podremos hablar, discutir, analizar filosófica o religiosamente el sentido del sufrimiento, pero nos quedaremos siempre en las ramas, más aún si de lo que hablamos es del sufrimiento de los demás, sin haberlo compartido nosotros, sin haberlo experimentado en nuestras carnes.

Es uno de los gritos permanentes de la humanidad doliente: ¿Por qué este sufrimiento? ¿Qué he hecho yo para merecer esto? ¿Por qué no interviene Dios, que es todopoderoso y nos libra de tanto sufrimiento…?

Estos lamentos han recorrido la tierra y han subido como incienso hasta los cielos, intentando que respondiese de alguna forma una supuesta divinidad, impasible, estática, incuestionable.

Peor aún es la creencia de que un Dios que, en teoría, es bueno, clemente, compasivo, todo Amor, pueda imponernos sufrimientos constantes, imposibles de aguantar, para probarnos… ¿De qué, por qué, para qué? El libro de Job analiza espléndidamente el dolor y el sufrimiento en la existencia humana, tirando por tierra todos esos mitos. Pero, como no aprendemos, seguimos manteniendo unas teorías que, aunque sean rebatidas, parece que son inalterables y permanecen, a pesar de todos los testimonios en contra.

Como afirmar que el Dios de Jesús necesita su sufrimiento para salvarnos, por eso tiene que morir de una forma tan cruenta y, así, queda satisfecha su sed de sangre, complacido por el asesinato de un inocente para redimir nuestros pecados. Pensándolo simplemente un poquito, no mucho más, sabemos que este no es el buen Dios, Padre y Madre de Jesús.              

Ante el sufrimiento, aunque sea necesario en algunos casos reflexionar sobre el mismo, desde lo analizado por distintos pensadores y místicos, lo más importante es arremangarnos, intentar evitarlo, bajando de las cruces a los crucificados (Jon Sobrino), buscando las causas de ese sufrimiento para que no se vuelva a repetir, siempre que sea posible.

Aunque el sufrimiento a veces nos lleve a querer estar solos en su compañía, para autocompadecernos, no hay nada mejor que dejarnos acompañar para intentar ir superando el dolor causado por él. El sufrimiento no es necesario para nada, no sirve para nada. Podemos sobrellevarlo de la mejor forma posible para que, con el paso del tiempo, saquemos alguna enseñanza positiva.

Otra cosa es el sufrimiento causado por las causas justas que defendemos: si somos perseguidos, denigrados, si nos humillan, nos privan de algunos derechos o posesiones, etc. Este sufrimiento es consecuencia de una opción vital, en defensa de alguien que está siendo pisoteado, oprimido o marginado; en este sentido puede contribuir a fortalecer en muchos sentidos a la persona que sufre por la verdad y la justicia.      

No obstante, los inevitables sacrificios y sufrimientos que padecemos por el habitual acontecer de la vida, podemos vivirlos como agobiantes y con tristeza, o como algo normal, que tiene que suceder, que irá pasando y, al final, se irán superando las dificultades. Con un buen talante vital el sufrimiento pierde muchas veces su poder.

«Felices a quienes el inevitable sufrimiento de la vida les hace crecer como personas».

Volver arriba