Aunque las dificultades de la vida
apaguen a veces la sonrisa de tus labios
y el fulgor en tu mirada,
no dejes que se extingan nunca
las brasas de la alegría en tu corazón.
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Déjate interpelar, desconcertar,
habitar, ensanchar.
Para que tu corazón crezca
y desborde horizontes.
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En lo íntimo del sufrimiento
siempre anida, en el fondo,
una gota de obstinada confianza.
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Toda la plenitud consiste
en ahondar las raíces
y desplegar las alas.
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Solo un corazón enamorado
se deja impregnar y conmover
por la palabra hecha mirada y caricia.
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Y aquella noche,
para mi sorpresa,
llovió amares.