Ante todo y sobre todo, el buen humor
Lo doloroso y duro de estos tiempos que nos ha tocado vivir, no debería conducirnos por las sendas del desconsuelo y la tribulación. No hay nada peor para el ser humano que caer en las garras de la tristeza existencial. Por eso debemos luchar contra este mal, tan extendido en nuestros días, aunque la máscara de mucha gente sean las de una mera risa superficial, sin que conlleva el gozo verdadero, profundo, vital.
En distintos mensajes por las redes sociales se comparte una pintada realizada en un muro: «Lo más revolucionario hoy en día es conservar la alegría». Creo que es totalmente cierto. Mantener el espíritu en alto, animoso, con un buen humor contagioso, es contracultural, subversivo, transformador. Es curioso y sugerente (demostrando su talante y lo que quiere comunicar a los cristianos y al mundo), que a la primera exhortación apostólica, escrita en su totalidad por el Papa Francisco, la haya titulado «La alegría del Evangelio».
Peridis, el gran humorista dice: «El que no sepa reírse de sí mismo, está perdido». Igual que José Mª Díez Alegría, nuestro amigo y maestro, recordado y siempre presente entre nosotros, que tituló a uno de sus últimos libros, que es casi su testamento vital, espiritual: «Fiarse de Dios, reírse de uno mismo». Dejemos pues entre paréntesis siempre nuestros títulos, superioridades o victimismos y aprendamos a reírnos de nosotros mismos, pues es totalmente saludable para nuestra salud.
Porque el contacto con Dios y con la vida debe contagiarnos entusiasmo, júbilo, humor del bueno. Quienes pretendan anunciar a un Dios serio, comunicarán y llevarán una vida apesadumbrada, y eso es todo lo contrario al anuncio de la buena noticia, del mensaje feliz que nos hemos recibido de Jesús, su Hijo querido, y por medio de tantas mujeres y hombres llenos de alegría y buen humor a lo largo de la historia.
Deseando que vuestra existencia, y la mía, esté cada día más llena de Dios, del Manantial de la Vida, de entusiasmo, de solidaridad, de fe y esperanza, es decir, que llevemos una vida plenamente espiritual, concluyo con la Oración del buen humor, atribuida a santo Tomas Moro.
«Concédeme, Señor, una buena digestión,
y también algo que digerir.
Concédeme la salud del cuerpo,
con el buen humor necesario para mantenerla.
Dame, Señor, un alma santa que sepa aprovechar
lo que es bueno y puro, para que no se asuste
ante el pecado, sino que encuentre el modo
de poner las cosas de nuevo en orden.
Concédeme un alma que no conozca el aburrimiento,
las murmuraciones, los suspiros y los lamentos
y no permitas que sufra excesivamente
por ese ser tan dominante que se llama: YO.
Dame, Señor, el sentido del humor.
Concédeme la gracia de comprender las bromas,
para que conozca en la vida un poco de alegría
y pueda comunicársela a los demás».
«Felices quienes, a pesar de tantos sacrificios, sufrimientos y desilusiones, siguen reavivando cada mañana el perfil de la alegría, el sentido del humor, el gozo por vivir».
(Espiritualidad para tiempos de crisis. Ed. Desclée)