Adviento 2011: textos para preparar el camino al Señor
CAMINO DE ADVIENTO 2011, ciclo B
Textos: Mar Galcerán
DOMINGO 1
- ¡Ojalá rasgases el cielo y bajases, derritiendo los montes con tu presencia! Jamás oído oyó ni ojo vio un Dios, fuera de ti, que hiciera tanto por el que espera en él (Is 63, 17).
- Mirad, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento. Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer; no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormi¬dos (Mc 13).
Me lo comentaba hace poco una familiar que vino a Barcelona des de un pueblecito de montaña de la provincia de Castellón-Teruel donde vive: “Es curioso pero he encontrado a la gente de Barcelona triste, acongojada. Antes, cuando vivía aquí, no me daba cuenta.” Quizás en la montaña haya menos elementos que nos distraigan de lo esencial…
Y nosotros… ¿cómo tenemos nuestro tono vital? ¿Cómo vivimos nuestra fe, nuestras comunidades? ¿Qué excesos y preocupaciones nos privan de la alegría, la ilusión y la esperanza? A veces tenemos también el peligro de dejarnos arrastrar por los excesos de pesimismo, desánimo, impotencia…. que envuelven nuestros entornos secularizados. A veces estos excesos paralizan nuestro hacer y dificultan justamente que la presencia del Infinito se haga evidente y encienda nuestro corazón.
Ojalá este tiempo de adviento sea una oportunidad para depurarnos, para revitalizarnos, para dejarnos llenar únicamente de aquel fuego que queme todos nuestros excesos y preocupaciones, ya que tan solo puede encender aquello que quema. Que la mecha de nuestro fuego interior no se apague, Él está viniendo, de hecho ya está aquí. Hagámosle un lugar, no lo ahoguemos. Dejémoslo quemar nuevamente en nosotros.
DOMINGO 2
- Consolad, consolad a mi pueblo, -dice vuestro Dios-; hablad al corazón de Jerusalén, gritadle, que se ha cumplido su servicio»... Una voz grita: «En el desierto preparadle un camino al Señor; allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios; que los valles se levanten, que montes y colinas se abajen, que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale (Is 40).
Me decía un amigo recientemente: He dejado de creer porque ya no puedo entender ni creer en un Dios que permite que haya tanto mal, sufrimiento e injusticia en éste mundo.
La pregunta sobre el mal, ciertamente, no dejará nunca de inquietarnos pero… ¿y tú?, ¿y nosotros?, ¿qué uso hemos hecho y hacemos de nuestra libertad, el don más preciado que Dios nos ha dado, para evitar todo éste mal?, ¿qué camino hemos escogido que no somos capaces de dejar lugar a la realización de la utopía y la realidad de Cristo?
“Una voz grita en el desierto: Abrid una ruta al Señor, allanadle el camino”.
Sí, allanémosle el camino. Pero no cualquier camino es válido. ¿Cuál es el camino acertado? ¿Cuál es el camino que nos lleva a Dios? ¿Qué ruta puede llevarnos a la desaparición del mal, la injusticia, el sufrimiento, la mezquindad?
Cristo mismo es el camino, su modelo de vida es la plena realización del amor de Dios a los hombres. Pero para avanzar en este camino nosotros tenemos que contribuir. A nosotros nos toca también segar las malas hierbas, enderezar las curvas, allanar los montes. A nosotros nos toca también luchar contra el mal, contra nuestras comodidades y egoísmos, contra nuestros impulsos más primarios, contra nuestra ignorancia y falta de consciencia, contra las prisas y la eficacia, contra la mercantilización e instrumentalización de las personas, y contra tantas otras cosas que nos alejan del camino verdadero.
En nuestra manos hay una triple elección: la elección de escoger el camino acertado, la de mantenernos o no en él, y la de irlo allanando y puliendo a lo largo de nuestra vida. Quizás también así la realización del bien y la justicia podrán hacerse realidad en nuestra vida. Quizás así el rostro de Dios se nos volverá a hacer visible allí dónde aparentemente nos da la impresión que no está.
DOMINGO 3
- El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. Me ha enviado para dar la buena noticia a los que sufren, para vendar los corazones desgarrados, para proclamar la amnistía a los cautivos y a los prisioneros la libertad, para proclamar el año de gracia del Señor. Desbordo de gozo con el Señor, y me alegro con mi Dios (Is 61).
- Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz (Juan 1, 6-7).
Ser testimonio de la Luz
A veces hay personas que nos afectan o nos impactan de manera especial por el tipo de vida que llevan. Personas capaces de vivir entregadas a los otros con un nivel de radicalidad extraordinaria, de realizar acciones de un amor universal difícil de asumir por la mayoría de los mortales y que terminan siendo modelos o iconos de vida virtuosa, testimonios de la luz y del amor de Cristo en medio de la oscuridad. Abbé Pierre, Sor Emmanuelle, la Madre Teresa de Calculta y otros tantos que podrían servirnos de ejemplo.
Hay personas, en cambio, que pasan por nuestra vida, o incluso conviven con nosotros, como una brisa suave que todo lo refresca. Personas “normales y corrientes”, que aparentemente llevan una vida sin distinciones, sin llamar la atención, sin originalidades o acciones ejemplares. Personas discretas, sin afán de ambiciones y protagonismos pero que, en cambio, con su hacer silencioso e humilde se dedican a hacer la vida más agradable a las personas que les rodean en los hechos más cotidianos y banales. Madres o padres que viven dedicados a atender las necesidades y preocupaciones de sus hijos; hijos e hijas dispuestos a atender o a sacrificarse por sus padres cuando éstos lo necesitan; compañeros de trabajo que siempre están dispuestos a hacerte ver el lado positivo de las dificultades y a facilitarte las cosas; amigos fieles de amor incondicional; personas que siempre te ofrecen una sonrisa cuando estás de mal humor; personas que te abrazan o te besan cuando saben que lo necesitas; personas que te contagian las ganas de vivir y que, a pesar de su invisibilidad o aparente mediocridad, contienen la mayor grandeza de la que podemos disponer: la capacidad de amar a las personas que tienen al lado.
Tanto unos como los otros, desde su vocación y realidad se convierten en testimonios de la Luz, y tanto unos como otros por igual nos allanan el camino hacia Dios. ¿Qué tipo de testimonio me pide a mi Dios?
DOMINGO 4
- El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se turbó ante estas palabras, y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz a un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin» (Lucas 1)
Nuestros ángeles
Decía San Juan de la Cruz: "Dios irrumpe como un huracán o una brisa, según los casos, pero siempre deja efectos inesperados en las facultades humanas".
El Ángel de nuestra vida es alguna persona (o personas) concreta, de carne y hueso, que a pesar de nuestras mezquindades y miserias, es capaz de reconocer aquello de divino y trascendente que hay también en nosotros y, a la vez, nos ayuda a descubrirlo en nuestro interior. Los ángeles son aquellas personas que en algún momento “irrumpen” en nuestra vida como un huracán o como una brisa y nos liberan de nuestros miedos e inseguridades, que nos ayudan a sabernos perdonar y a sabernos amar, que nos infunden confianza y nos acercan a Dios.
También en nosotros, como en María, puede haber resistencias, sorpresa, incredulidad, zozobra, miedo… ante la irrupción y presencia de estos intermediarios de Dios. Ante nosotros tenemos la elección de entregarnos confiadamente a pesar de nuestra incomprensión e indignidad. Porque es en la parte más oscura y débil de nosotros donde se nos anuncia que Dios quiere hacerse un espacio. Es justamente en los lugares de vulnerabilidad, injusticia, dolor, sufrimiento, olvido, maldad…..donde Dios quiere habitar. Alegrémonos y celebrémoslo, porque el anuncio del Dios vivo en medio de la oscuridad se nos hace nuevamente explícito. Dejémonos sorprender, afectar y renovar por su presencia.
También tu puedes ser un ángel para otra persona esta Navidad.