Joven Voluntario: Conservar el espíritu de solidaridad con Haití
Y me resulta muy grato difundir estas líneas de Manuel porque parece que fue ayer cuando le di clase cuatro años seguidos en los Salesianos de Atocha, a principios de los 90. Hace menos, unos cinco años, nos encontramos por la calle Princesa de Madrid, y me preguntó qué había que hacer para ir como voluntario a alguna obra de misiones salesianas. El resto es fácil de deducir. ¿Quién dice que Dios no sigue llamando a jóvenes y moviéndoles en favor de sus hermanos pobres? Desde aquí, ¡mucho ánimo, Manuel! Puedes estar bien seguro de que has elegido la mejor parte.
"Me llamo Manuel Rupérez y soy un antiguo alumno de los Salesianos de Atocha que, desde hace algo más de cuatro meses, se encuentra como voluntario en Barahona, República Dominicana. Estoy aquí gracias a la Fundación Jóvenes y Desarrollo, que me ha permitido tener una experiencia de voluntariado por un año.
Sin ningún mérito personal, ha querido la Providencia que mi trabajo y mi presencia resulten de interés, ya que ahora el mundo tiene sus ojos puestos en Haití y en cuantos vivimos de cerca aquella realidad. Digo sin mérito personal porque ni he resultado directamente afectado, ni trabajo directamente sobre el terreno. Sin embargo, es cierto que la proximidad geográfica y de fraternidad de la comunidad salesiana de Barahona con los salesianos de Puerto Príncipe me permite ser testigo de algunos acontecimientos y de algunas respuestas.
Ahora intento pensar desde tres ópticas: el trabajo que realizo en Barahona como voluntario; la situación de las comunidades salesianas en Puerto Príncipe y la población a la que atienden; Madrid, el lugar de donde vengo, la realidad en la que siempre he vivido instalado.
Como voluntario de Jóvenes y Desarrollo participo en las actividades de la ONG local Fundación Sur Joven, que trabaja en favor de los jóvenes de los barrios más pobres de Barahona, capital de una región donde todos los índices de desarrollo humano están por debajo de la media del país. Tratamos de promover el compromiso social y pastoral de los adolescentes y reforzar su formación escolar y profesional. Intento ayudar al personal en el fortalecimiento institucional de la organización y además, colaboro como animador en uno de los tres oratorios de la parroquia.
En el trabajo diario hay enormes dificultades para cumplir con esos objetivos que tan bellamente quedan en el papel. Las condiciones prolongadas de pobreza extrema y otros factores sociales han generado una mentalidad en la población contra la que hay que invertir muchos esfuerzos y esperar pocos frutos a corto plazo. Diariamente hay que evitar moverse en el paternalismo y la dependencia institucional. Diariamente hay que motivar la participación, reforzar la autoestima y buscar la manera de que una pobre educación y una precariedad material no estanquen el desarrollo integral de los niños y adolescentes.
En cuanto a nuestra participación en las labores de ayuda al pueblo haitiano, quiero recalcar la excelente labor que el pueblo dominicano está realizando, poco reconocida en los medios internacionales. Desde el punto de vista salesiano, están siendo la Inspectoría de las Antillas, desde Santo Domingo, y comunidades como La Vega o Barahona, quienes apoyan continuamente a los salesianos de Puerto Príncipe.
En nuestro caso, hemos buscado varios puntos de acopio, hemos acompañado a otras delegaciones inspectoriales en varios de los viajes a Haití y hemos servido de punto de encuentro o de parada para otros salesianos que deseaban llegar o regresar a Haití. Por todo esto, me siento muy feliz de compartir fatigas y alegrías con los cuatro salesianos que forman la comunidad de Barahona: Ángel Sánchez, Cristian Then, Gabriel Almonte y Emilio Torres.
Finalmente pienso en la vida que, por unos meses, he dejado atrás en Madrid. Mi experiencia como voluntario en Barahona habrá alcanzado los objetivos que nos propusimos en Jóvenes y Desarrollo si además de ser una oportunidad de crecimiento personal, la sensibilidad que uno adquiere aquí hacia la transformación de la sociedad en favor de los más pobres se materializa en un compromiso, ya sea multiplicando esa sensibilidad en mi entorno, ya sea dando un giro a mi orientación profesional y –aún más- vocacional.
Quiero terminar con una pequeña reflexión que es una llamada a la esperanza que nosotros sentimos aquí con fuerza. La reconstrucción de Puerto Príncipe va a ser una labor de muchos años y me consta que los salesianos en España van a tener un papel muy importante. Nos hará falta conservar por varios años (como en muchos ámbitos de la cooperación internacional) el espíritu de solidaridad y de compromiso –con el pueblo haitiano, en este caso-, pero no puede hacerse con lástima o desde la impotencia. La verdadera compasión, para generar una solidaridad efectiva, tiene que tener por horizonte la esperanza, ésa que encarna Cristo Resucitado abriendo sus brazos al mundo”.