"Se trata de solo una hecho en medio de un ambiente vaticano enrarecido contra Arrupe" Pedro M. Lamet: "La 'bomba' de la segunda intervención papal a los jesuitas"
La sorprendente noticia de que en tiempos de Benedicto XVI el papa estuvo a punto de intervenir por segunda vez a la Compañía de Jesús, como había hecho Juan Pablo II en el generalato de Arrupe, era conocida por un grupo de jesuitas españoles.
Con motivo de un simposio que se iba a celebrar en Deusto el Vaticano respondió:"No parece conveniente organizar tal homenaje a un hombre que tanto daño a hecho a la Iglesia”.
Hoy la SJ se parece más a “los amigos en el Señor” y la “mínima Compañía” que fundó San Ignacio
Me dijo el P. Nicolás: “No parece conveniente hablar del proceso hasta que se serenen las aguas. Hay muchos monseñores en el Vaticano que siguen sin poderlo ver”.
Bertone se atreve a pretender intervenir de nuevo en la autonomía canónica de una orden exenta
El entonces cardenal Bergoglio se muestra decididamente contrario a la idea de una intervención papal.
Más de cien jesuitas han dado su vida desde Arrupe en los países del Tercer Mundo por defender a los más pequeños del Pueblo de Dios, entre ellos Rutilio Grande, inspirador de San Romero de América, que va a ser pronto canonizado.
Hoy la SJ se parece más a “los amigos en el Señor” y la “mínima Compañía” que fundó San Ignacio
Me dijo el P. Nicolás: “No parece conveniente hablar del proceso hasta que se serenen las aguas. Hay muchos monseñores en el Vaticano que siguen sin poderlo ver”.
Bertone se atreve a pretender intervenir de nuevo en la autonomía canónica de una orden exenta
El entonces cardenal Bergoglio se muestra decididamente contrario a la idea de una intervención papal.
Más de cien jesuitas han dado su vida desde Arrupe en los países del Tercer Mundo por defender a los más pequeños del Pueblo de Dios, entre ellos Rutilio Grande, inspirador de San Romero de América, que va a ser pronto canonizado.
Bertone se atreve a pretender intervenir de nuevo en la autonomía canónica de una orden exenta
El entonces cardenal Bergoglio se muestra decididamente contrario a la idea de una intervención papal.
Más de cien jesuitas han dado su vida desde Arrupe en los países del Tercer Mundo por defender a los más pequeños del Pueblo de Dios, entre ellos Rutilio Grande, inspirador de San Romero de América, que va a ser pronto canonizado.
Más de cien jesuitas han dado su vida desde Arrupe en los países del Tercer Mundo por defender a los más pequeños del Pueblo de Dios, entre ellos Rutilio Grande, inspirador de San Romero de América, que va a ser pronto canonizado.
La sorprendente noticia de que en tiempos de Benedicto XVI el papa estuvo a punto de intervenir por segunda vez a la Compañía de Jesús, como había hecho Juan Pablo II en el generalato de Arrupe, era conocida por un grupo de jesuitas españoles. Se la había confiado el padre general Adolfo Nicolás bajo secreto en una de sus visitas a la provincia de Castilla. Pero en realidad no revela sino un ambiente enrarecido en torno a la figura de Pedro Arrupe, que se respiraba en el Vaticano hasta hace muy poco. Ahora sale a relucir a propósito de la presentación en Madrid de la traducción castellana del libro Los jesuitas:Del Vaticano II al papa Francisco de Gianni La Bella (Ed. Mensajero).
Este italiano, profesor de Historia, miembro de la comunidad de San Egidio, se interesó ya por Arrupe en otra obra en la que actuó como coordinador: Pedro Arrupe, general de la Compañía de Jesús: nuevas aportaciones a su biografía (Mensajero-Sal Terrae, 2007). No deja de ser curioso el origen de esta obra anterior. Ignacio Iglesias, SJ, gran admirador y colaborador de Arrupe, hoy fallecido, comenzó a organizar un simposio sobre el general bilbaino que pretendía celebrar en la Universidad de Deusto. Compulsado el Vaticano por el padre Peter Hans Kolvenbach, entonces general, se le respondió: “No parece conveniente organizar tal homenaje a un hombre que tanto daño a hecho a la Iglesia”. Entonces se decidió convertir las ponencias en un voluminoso libro de colaboraciones editado por La Bella, que, como todo libro de tantos autores, es interesante, aunque con artículos desigual valor.
Tal ambiente anti-Arrupe, instigado desde antiguo por algunos obispos y jesuitas españoles, continuó vigente en los círculos vaticanos hasta los tiempos de Adolfo Nicolás. Recuerdo que un día, a mi pregunta de por qué no se abría el proceso de canonización de Arrupe, el penúltimo general me respondió: “No parece conveniente hasta que se serenen las aguas. Hay muchos monseñores en el Vaticano que siguen sin poderlo ver”.
La posible segunda intervención de la Santa Sede la refiere Ganni La Bella en la página 364-366 de su nuevo libro. Da cuenta de una carta del entonces Secretario de Estado Tarsicio Bertone a Kolvenbach comunicándole la inquietud del papa en torno a la observancia y la espiritualidad de los jóvenes jesuitas, sobre todo respecto al cuarto voto de obediencia al papa; y pone a Francia como ejemplo de esta disolución que, según él, existía con anuencia de los superiores, aunque se trataba de un mal extensivo a toda la Orden. No deja de ser curioso que los males que denuncia son más de orden monástico o conventual que propios de una orden de vida activa como la Compañía: por ejemplo “observancia en el horario, separación de la comunidad, distinción profesos-coadjutores espirituales, piedad, clausura, mortificación, etc”.
Pero lo más curioso de esta carta es que Bertone se atreve a pretender intervenir de nuevo en la autonomía canónica de una orden exenta para sugerir a Kolvenbach que implique en la preparación de la Congregación General “al cardenal Jorge Bergoglio, SJ, arzobispo de Buenos Aires, refiriéndole cuanto antecede y pidiéndole su autorizado parecer al respecto”. Kolvenbach se pone en contacto con Bergolgio y este le responde que, a pesar de no estar conforme con todo lo que está sucediendo en la Compañía y el relativismo de algunas nuevas generaciones, se muestra decididamente contrario a la idea de una intervención papal “porque multiplicaría los problemas en vez de resolverlos”.
Estos datos remachan dos ideas ya sabidas: Primero, que en aquellos tiempos Bergoglio era considerado en ambientes vaticanos como un cardenal conservador, lo que hace más evidente su elección por electorado nombrado por Wojtyla o Ratzinger y el cambio o conversión que experimentó al acceder al papado. Segundo, que la desconfianza hacia la línea posconciliar y comprometida de Arrupe seguía creando descalificación en las autoridades vaticanas, donde seguían zahiriendo su figura sus detractores. Por último, ¿estaba el papa Ratzinger por la labor? No parece muy claro, teniendo en cuenta que su talante hacia la Compañía había contrastado con el del fallecido Juan Pablo II, por ejemplo al nombrar un portavoz de la Santa Sede jesuita y al equilibrar con otras medidas la casi exclusiva predilección de Wojtyla por los Nuevos Movimientos.
Estos datos que La Bella ha recabado, como muchos de su obra, de Urbano Valero, SJ, recientemente fallecido y que fuera “asistente” en tiempos de Arrupe, corroboran la difícil situación que tocó vivir al padre Kolvenbach durante su prudente generalato y su valiente postura, cuando pidió audiencia a Benedicto XVI y con toda firmeza le pidió que no interviniera a la Compañía, porque además de ineficaz esta no lo habría tolerado.
Por lo demás Lo jesuitas de Gianni Lavella es un importante libro en cuanto acumulación de datos de la Compañía de Jesús, en su mayoría conocidos, durante los tres últimos generalatos. Como es propio de un profesor e historiador profesional se distingue por su rigor documental. Aunque, como es lógico, esto la convierte en una obra densa, profesoral y de difícil lectura, pero que quedará sin duda como un libro de referencia original por su planteamiento contemporáneo. Nada que ver, por ejemplo, con obras como Jesuitas de Jean Lacouture, (Paidós, 1991), en dos tomos, pero que se leía con el interés redaccional una novela.
He de añadir que, aunque el autor muestra su simpatía por Arrupe y no oculta ninguno de sus conflictos, se le escapa el alma de don Pedro, su profunda espiritualidad cristológica e inexplicablemente omite sus últimas y emocionantes declaraciones, que tuve el privilegio de recoger presencialmente de sus labios de enfermo (Arrupe, testigo del siglo XX, profeta del XXI, ed. Temas de hoy y Mensajero, 1991-2014 - 14 ediciones) y otros datos inéditos que aporto en las diversas versiones de mi biografía. Ignoro qué le mueve a silenciarlas, y que he aportado, junto a otros muchos testimonios a su causa, recientemente incoada.
En el aire de todas estas cuestiones está la gran pregunta de si, como afirman algunos, la Compañía está en decadencia o no. Comparto la tesis de La Bella de que ha habido varias refundaciones de la Orden desde que la fundó San Ignacio. Para eso hay que remontarse al pasado y recordar por ejemplo episodios tan tremendos como la expulsión y supresión de la Compañía en tiempos de Carlos III, que tuve que estudiar a fondo para mi novela histórica El último jesuita (La Esfera, 2011). Los jesuitas estuvieron oficialmente suprimidos durante 40 años. Se dice pronto. Por tanto, se trata de un cuerpo muy experimentado en el sufrimiento y la superación.
Frase de San Ignacio: “Si la Compañía se disolviera como sal en el agua, me bastarían quince minutos de oración para quedarme en paz”. O de Pedro Arrupe ante el fenómeno de las salidas de la Compañía: “El último que apague la luz”.
Son datos objetivos el que ha descendido el número de jesuitas, que abundan los ancianos, que hay menos vocaciones, sobre todo en Occidente, fenómeno que se da igual en la mayoría de órdenes y congragaciones religiosas. Pero hay también otros datos que hablan de su vigencia evangélica: Más de cien jesuitas han dado su vida desde Arrupe en los países del Tercer Mundo por defender a los más pequeños del Pueblo de Dios, entre ellos Rutilio Grande, inspirador de San Romero de América, que va a ser pronto canonizado.
En estos últimos años la Compañía se ha distinguido por su trabajo entre los pobres y desheredados y por una pérdida del “elitismo” que ha permitido no solo mayor sencillez y cercanía, sino también una colaboración más estrecha con otros religiosos, el clero secular y los seglares. Y que no deja de ser un síntoma que está en la sede Pedro por primera vez en la historia un papa jesuita que ha heredado muchos de los criterios del que algunos han llamado “nuevo san Ignacio”. Algo que no hubiera soñado nunca aquel Arrupe sufriente, en kénosis, que tuve el gozo de conocer y entrevistar y que murió con un martirio incruento.
Personalmente creo que esta Compañía se parece más a “los amigos en el Señor” y la “mínima Compañía” que fundó San Ignacio, que a la inmovilista de los años cuarenta y cincuenta, por ejemplo, la del nacionalcatolicismo español.
Para terminar, dos frases lapidarias de Arrupe para la reflexión: “Tan cerca de nosotros no había estado el Señor acaso nunca, ya que nunca habíamos estado tan inseguros”. Y la última que pronunció: “Para el presente amén, para el futuro aleluya”. Es significativa también la frase que el cardenal vicario Angelo De Donatis se atrevió a pronunciar el 5 de febrero de 2019 durante la sesión de apertura de la causa de canonización del padre Pedro Arrupe: “ Fue un auténtico hombre de Dios y de Iglesia”; y la del actual general Arturo Sosa: “Entiendo mi elección como una confirmación de la dirección que comenzó la Compañía en tiempos de Arrupe”.
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