Correo IX: Manolete y Lupe vistos sin gafas de color. ©

El autor con S.E. Curro Romero.

Tiene su aquel escribir en un portal donde abunda la zurda social y el progresismo eclesial. Pero no lo digo por los blogger que algunos he leído y me gustan. Donde está lo divertido es en los lectores comentaristas que en la izquierda son de dar palmas no ya con las orejas sino con los codos al mismo tiempo. (Gimnasia muy recomendada para la sinusitis.) El "mercado" de los comentarios al blog es apasionante y ofrece tal novedad de provocaciones para difundir el pensamiento que ya lo hubiera querido San Pablo en sus días. Para esos comentarios sobre Manolete y Lupe Sino surge este "Correo comentado" número nueve.

Un gramo de filosofía.

Es muy normal aunque no razonable que nuestros criterios se hinchen con las pautas de vida que hayamos aceptado; y mantenernos en ellos aun equivocados, tanto por la desidia de nuestra inteligencia cuanto por el tonto orgullo del "Fastidiaos que voy a presidio". O, más ciertamente, por una extrema fidelidad a valores inestables que elevamos a categoría definitiva. Así es, dicho entre nos y referido al negocio de andar por este mundo, cuando arruinamos nuestra vida o la enriquecemos según el valor que damos a las cosas. Sin Dios, por mor de la loca idea de que lo eventual es eterno; o con Dios, como origen y destino de nuestra existencia.

Esto se muestra, para mi sorpresa, en las nuevas versiones biográficas de Manolete y de su relación con Lupe Sino. Todas teñidas del color que sus biógrafos anidan en el corazón. Para unos, Manolete fue un bluff de los franquistas y Lupe Sino una magdalena irredenta de la hipocresía social. Luego, están las variantes. Que Manolete en realidad era comunista; que le negó el brindis a Franco en una corrida; que por estrecho de pecho no fue a la mili ni hizo la guerra; que no pidió que en la plaza mexicana se quitase la bandera republicana... Si bien ya en los posts precedentes he mostrado hechos por mí conocidos, o confirmados por amigos que fueron coetáneos de Manolete, ahora me extenderé un poco más respecto a los tales infundios.

"Lupe murió con el nombre de Manolo en sus labios." (Carmen Esteban)

No sería de extrañar ya que Manolete fue la mayor empresa de la agitada vida de Antonia, la propia de su desmedida ambición, sin partida más noble que la que sus hermanas copiaron de ella, ni más méritos que los que le fueron dados por la madre naturaleza. Manolete no era cualquier cosa para su plan de carrera, en el cual la boda era capítulo fundamental.

Lupe Sino, como en su libro afirma Carmen Esteban, bebía y esnifaba cocaína. La cocaína tiene efectos gravísimos en el cerebro y es causa de ictus e infartos. Si ella lo sufrió poco puede asegurarse de sus palabras, caso de que no muriera sola, como se divulgó, ya que es muy difícil entender el habla a un paciente de ictus.

En México, el incidente de las banderas.-

La versión más extendida del incidente es que las banderas ondeaban en la Monumental. Aclaremos que, ya antes de su inauguración (16 de febrero de 1946) a Manolete se le idolatraba en México. En el verano de 1943 la Unión Mexicana de Matadores envió la embajada de Armillita y Briones para conseguir su compromiso. Como ya quedó dicho, detrás de estos pasos estaba el político español Indalecio Prieto. Conseguir que la bandera tricolor presidiera tan gran evento le prometía buenas rentas políticas. Pero sería diametralmente al revés para Manolete pues que, aun en el irreal supuesto de que no simpatizara (?) con los que echaron de España a don Indalecio, acceder a abrir la corrida bajo una bandera que no se reconocía en España le habría significado un quebranto incalculable. Es irreal que Álvaro Domecq que le acompañaba hubiera accedido a tamaño quebranto.

El error fue de los socialistas.

Empezó cuando, como invitado a una comida, a Manolete le pusieron en la mesa las dos banderas: la mexicana y la de España republicana, algo muy corriente en ágapes diplomáticos. Le pidieron su parecer y el matador español dijo que no tenía inconveniente. Era una fiesta ofrecida en recinto cerrado y en la que el anfitrión, republicano, por estar en su casa, podía hacer lo que quisiera... Pero con esto el político se creyó que en la plaza sería igual, con lo que se llevó el gran chasco. Lo cual quiso castigar, como ya vimos, y no lo logró, aun con la mala idea de pagarle con moneda inhábil.

El brindis a Franco.-

Miren ustedes, no brindar un toro al Jefe del Estado es de tontos de baba. Y antes que cualquiera otra cosa, un insulto a los espectadores que reconocían en tal persona la representación oficial de España. Esta tontería aún hoy algunos, en alarde de valor, tal vez de heroicidad, la hacen jugándoselo todo - aun con la suerte de que no se les haga el menor caso - mientras que sus beneficiados reales permanecen en la sombra y a resguardo en su desarraigo.

Vagamente recuerdan a los que dicen que la Iglesia cometió blasfemia, y lo he oído a prelados de fuste, por darle palio al General Franco, Jefe del Estado Español. Sin pensar que esa distinción le era debida por ley; y que se otorga a su cargo y no a su persona. Como así se cumplió con el rey Alfonso XIII, con el General Primo de Rivera y con Manuel Azaña, por ejemplo.

Está documentado en las crónicas que Manolete brindó un toro a Franco, Jefe del Estado Español. Fue el 19 de septiembre de 1946, en la corrida de Beneficencia. Y, para remate de habladurías, lo brindó nada menos que con estas palabras:
Tengo mucho gusto de brindar este toro a nuestro caudillo.
(cf. Fernado del Arco, Manolete, Ed. Egartorre, 2005, p. 87)

Distinciones oficiales a Manolete en su muerte.- La Enciclopedia Espasa (t. 1945-1948, p. 396) recoge los honores otorgados por el Gobierno Español con este párrafo:

El Gobierno, en mérito a las actuaciones desinteresadas del malogrado torero, que culminaron en el ofrecimiento que hizo al Jefe del Estado de torear gratis a favor de los damnificados de Cádiz, le concedió la Cruz de Beneficencia de primera clase, que le fue impuesta en su cadáver por el Marqués de la Valdavia, Presidente de la Diputación de Madrid.


"No es verdad que militase en el frente nacional"
Otra novela. La misma Enciclopedia Espasa nos dice todo lo contrario:
(...) Manolete triunfante como novillero pasa a empuñar las armas en las tropas nacionales, al estallar la guerra civil. Durante su permanencia en filas intervino en festivales de carácter benéfico y patriótico.


El gran poeta Rafael de León, nombre señero de la canción española, tres años después de morir Manolete escribió en su memoria la letra de

Capote de Grana y Oro

Que le pongan un crespón a la mezquita, [la de su ciudad natal]
a la torre y sus campanas, a la reja y a la cruz,
y que vistan negro luto las mocitas
por la muerte de un torero caballero y andaluz.
De negro todos los cantes
y las mujeres flamencas con negras batas de cola,
de luto los maestrantes
[de la Maestranza de Sevilla]
y la moña deslumbrante de la guitarra española.

Capote de grana y oro,
alegre como una rosa,
que te abrías ante el toro
igual que una mariposa.

Capote de valentía
de su vergüenza torera,
que a su cuerpo te ceñías
lo mismo que una bandera.
Como refugio y tesoro
te llevo en el alma mía,
capote de grana y oro.

Que le pongan lazo negro a la Giralda
y a todos los minaretes de la alhambra de Graná,
y también a la bandera roja y gualda
y un silencio en los clarines de la Fiesta Nacional.

Que lloren los bandoleros
en los picachos más altos de la sierra cordobesa,
que llore Madrid entero,
las majas y los chisperos, los reyes y las princesas.

Capote de grana y oro…


Que un torero de tan enorme popularidad e imperecedero relieve histórico sea de derechas, religioso y buena persona es algo que hoy la intelectualidad antiespañola y la "ceja" taurina no pueden consentir: O le hacen de los suyos, o le llenan de mierda.

Déjenme acabar con otra distinción, ésta quizás mucho más significativa, como prueba de que la muerte de Manolete produjo en el pueblo español una conmoción que todos coinciden en calificar de insólita. Adjetivo del que deduciremos que su figura estaba aureolada con algo más que su arte en los ruedos. Recuerdo que en las inmediaciones de la Estación de Atocha, Madrid, donde siempre ha habido gran circulación de gentes, en la mañana siguiente a aquel día fatal un hombre subido a una farola se desgañitaba gritando a la multitud: "¡Manolete ha muerto...!! ¡Manolete ha muerto!!"

¿Alguien creerá que eso era sólo al torero...?

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