Correo (VI) comentado: Las misas en el Bilbao de 1936-1937 ®

(Cinco minutos y medio)

Hay ciertos lectores que aun apoyándome con su visita e, inclusive, con sus comentarios adversos se olvidan hasta de lo que leen, probablemente ofuscados por el escozor que les produce la noticia o el asunto. Este autor, o blogger, en su artículo, o post, sólo se ve "delincuente" al exponer unos hechos hasta ahora desconocidos y que se certifican en dos fuentes testimoniales:

El apunte.- Se trata del comentario de la hermana de un sacerdote vasco que por vivir en Bilbao, años 1936/37, fue testigo de las misas que se citan.

La confirmación.- La crónica firmada por un enviado especial del ABC, de Sevilla, suficientemente acreditado para ello. Éste, en su reportaje de los actos de celebración, que incluían una misa con asistencia de tropa y autoridades, destaca el comentario de una trabajadora que él mismo amplía respecto a unas misas no fieles con los misales vigentes.

Los hechos tienen su referencia y, gracias al aporte de algunos comentaristas, ampliaciones no pequeñas que cito más adelante.

Leyenda vs testimonio

De estos testimonios, por su independencia y lejanía entre ellos, en cuanto a tiempo, lugar y fuente, cualquier lector libre de pasionales prejuicios puede obtener piezas que ensamblar por él mismo.

La historia no sólo se estudia con documentos, que pueden sustituirse, inventarse o falsificarse no ya en el después sino en el mismo momento histórico; tanto en su confección como en sus actas y en sus registros y transcripciones.Cuántas veces no me habrán registrado como Ruiz en lugar de Rizo. ¡Incluso en actas de confirmación y defunción hay que estar atentos al error que nos quiten un difunto, o nuestro nombre y apellido! También son historia los testimonios, la arqueología, y la tradición sin la cual aquella poco puede decir. Y las hemerotecas ricas de controversias... ¿O es que si no se dispone de un documento el pasado no sucedió? Me fío mucho más de la transmisión generacional y de la testificación llegada desde el hecho mismo. Sin este detalle de fe no se habría descubierto ni Troya ni conoceríamos nada de los hititas. Igual podemos decir de la acumulación y repetición de hechos similares producidos en el espacio y tiempo investigados. Y, sobre todo, está la lógica bien construida sobre el análisis e interpretación de todo lo reunido. No podemos exigir que todo lo que importe esté certificado en huellas documentales; sería una estratagema de los enemigos de la Iglesia católica y de su Credo que se fundan en la tradición creída desde los Apóstoles, nunca cambiada gracias a la predicación y a pesar de miles de escritos contrarios. Fijémonos sin más en el botarate de Bartolomé de las Casas cuyas mentiras se hicieron verdad gracias a coincidir con la aparición de la imprenta.

Naturalmente, cuando ha cubierto todas las fases el historiador debe dar el paso, comprometerse e informar pues que ya tiene criterio formado. Es un valor a añadir.

Yo me he atrevido, pobre de mí, al cabo de 24 años, no para acusar a personas y grupos sociales ya juzgados por Dios - dueño único de la Historia - sino para defender a la Iglesia intemporal de la presión de las actuales turbulencias.

Porque es grave asunto que si resultara que tres décadas más tarde de la liberación de Bilbao la Iglesia, o mejor dicho su jerarquía, impuso una reedición de aquella misa tomada entonces como "no de verdad", "apartada de la teología católica", según los expertos consultados por Pablo VI, y sacrílega según el reportero de ABC, bien puede concluirse que fue abuso de poder, que no de autoridad, impulsar con ella - y con qué maneras -, un cambio diametralmente opuesto a la tradición que en la misa de nuestros padres, la de San Pío V, se afirmaba y se enseñaba.

Quien esto escribe sólo saca conclusiones obvias y, de ellas, sus protestas también obvias. Es verdaderamente duro de admitir, lo comprendo, pero ofrecen muy penoso retrato quienes pretenden superarlo en el almirez de los ataques personales.

Como arriba anuncié quiero agradecer y constar algunos comentarios.

Seudónimo Fray Eusebio de Lugo.- De Taizé y el Hermano Roger elaboré un artículo hace algún tiempo destacando su influencia en los dos cardenales que llegaron a ser Juan XXIII y Juan Pablo II. Al Hermano Roger se le concedió un relevante protagonismo en el Concilio.

Desde luego yo nada conocía de Ceslas Rzewuski, quien cuenta que "atraído por la fama de la abadía benedictina alemana de María Laach", se hospedó allí algún tiempo de entre 1933 y 1939 (...) y que un día "se despistó y acabó en la cripta donde unos sacerdotes celebraban una Misa de cara al pueblo".

Quien firma como Printéns se pregunta si José Antonio Aguirre Lecube sería masón, a lo que seguidamente nos aporta materia de respuesta. De sus biógrafos oficiales poco se dice que lo confirme. Sin embargo, los hechos son que sirvió a la anti-España lo cual es un dato de aproximación: "Dime a quien odias y te diré a quien sirves". Por eso estimo importante esa referencia al establecimiento Casa Nerecán de objetos de escritorio, en la Avenida de la Libertad de San Sebastián, de donde "Printéns" nos afirma se expusieron en 1936 los símbolos e insignias del grado masónico alcanzado por Aguirre. A propósito les diré que de la Euskadi de entonces - como de la España de ahora - hay suficientes alardes de orgullo masónico, y anticatólico, incluso ateo, como para editar un voluminoso libro.

Aparte de esto, Gonzalo Torrente Ballester, en su obra "Los gozos y las sombras", incluye la anécdota de un monje instruido en Alemania, el Padre Ossorio, que experimenta una nueva misa con el altar separado y él mismo oficiando cara a los fieles, al estilo protestante... (Me dicen que alguna secta luterana celebraba su oficio religioso de espaldas a los fieles... Irrelevante dato, puesto que lo que diferenciaba a la Iglesia Católica, hasta el Concilio Vaticano II, era el Sacrificio Eucarístico en un altar con reliquias de mártires y ofrecido a Dios por los fieles - la Iglesia - a través de un genuino sacerdocio.)



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