Entrevista a Mons. Fellay, Superior de la FSSPX, sobre su encuentro con el Cardenal Müller. ©
A continuación les paso una traducción, seguida de su original francés, de la entrevista celebrada en la Casa Generalicia de la FSSPX.
«La pastoral debe necesariamente ser el resultado de la doctrina.»
PREGUNTA.- Usted fue recibido por el Cardenal Müller el 23 de septiembre pasado. El comunicado de la sala de prensa del Vaticano retoma los términos del comunicado de 2005, luego de su encuentro con Benedicto XVI, en el que ya se hablaba de “proceder por etapas y en un plazo razonable”, con “el deseo de llegar a la plena comunión”. El comunicado de 2014 habla de “plena reconciliación”. ¿Significa esto que se regresa al punto de partida?
RESPUESTA.- Sí y no, según el punto de vista en el que uno se sitúe. No hay nada nuevo en el sentido que hemos constatado, nuestros interlocutores y nosotros, que permanecen las diferencias doctrinales que claramente se habían manifestado durante las discusiones teológicas de 2009-2011, y que, por tanto, no podíamos firmar el Preámbulo Doctrinal que la Congregación para la Doctrina de la Fe nos propuso en 2011.
P.- Pero, ¿qué hay de nuevo?
R.- Hay un nuevo papa y un nuevo prefecto al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Y este encuentro muestra que ni ellos ni nosotros deseamos una ruptura de las relaciones: las dos partes insistimos en la necesidad de esclarecer las cuestiones doctrinales antes de un reconocimiento canónico. Por eso, las autoridades romanas reclaman la firma de un Preámbulo doctrinal que, de nuestra parte, no podemos firmar en razón de sus ambigüedades.
Entre las novedades se encuentra también el agravamiento de la crisis en la Iglesia. En vísperas de un Sínodo sobre la familia se manifiestan críticas serias y justificadas, de parte de varios cardenales, contra las proposiciones del Cardenal Kasper sobre la comunión a los divorciados “vueltos a casar”. Desde las críticas de los cardenales Ottaviani y Bacci en el Breve examen del Novus Ordo Missae, en 1969, esto no se había visto en Roma. Solo una cosa no ha cambiado, y es que las autoridades romanas jamás tienen en cuenta nuestras críticas del Concilio porque les parecen secundarias e, incluso, ilusorias si se comparan con los graves problemas a los que hoy se enfrenta la Iglesia. De manera que estas autoridades comprueban claramente la crisis que sacude a la Iglesia desde su más alto nivel —ahora entre cardenales— pero, aun así, no conciben que el Concilio mismo pueda ser la causa principal de esta crisis sin precedentes. Se parece a un diálogo de sordos.
P.- ¿Podría dar un ejemplo concreto?
R.- Las proposiciones del Cardenal Kasper en favor de la comunión de los divorciados “vueltos a casar” son una muestra de lo que reprochamos al Concilio. En su discurso a los cardenales, en el Consistorio del 20 de febrero pasado, se proponía hacer nuevamente lo que ya se hizo en el Concilio, a saber: Reafirmar la doctrina católica, ofreciendo al mismo tiempo aperturas pastorales. En sus diversas entrevistas con los periodistas, él realiza esta distinción entre la doctrina y la pastoral: recuerda que la doctrina no puede cambiar, pero introduce la idea de que en la realidad concreta hay situaciones tales que impiden aplicar la doctrina. Entonces, según él, solamente la pastoral está en condiciones de encontrar soluciones…en detrimento de la doctrina.
Por nuestra parte, reprochamos al Concilio esta distinción artificial entre doctrina y pastoral, porque la pastoral debe necesariamente derivarse de la doctrina. Gracias a múltiples aperturas pastorales se introdujeron cambios sustanciales en la Iglesia y la doctrina se vio afectada. Es lo que pasó durante y después del Concilio, y denunciamos que ahora se utilice la misma estrategia contra la moral del matrimonio.
P.-Pero, ¿no hay en ya sólo en el Concilio cambios pastorales que habrían indirectamente afectado la doctrina?
R.- No, nosotros hemos de hacer constar que se realizaron cambios graves en la doctrina misma: la libertad religiosa, la colegialidad, el ecumenismo… Y lo cierto es que estos cambios aparecen de forma más clara y más evidente en sus aplicaciones pastorales concretas, puesto que en los documentos conciliares son presentados como simples aperturas, de manera alusiva y con muchos sobrentendidos… Esto hace de ellos, según la expresión de mi predecesor, el R. P. Schmidberger, “bombas de explosión retardada”.
P.- En las proposiciones del Cardenal Kasper, ¿dónde ve Ud. una aplicación pastoral que haría más evidente un cambio doctrinal introducido en el Concilio? ¿Dónde ve Ud. una “bomba de explosión retardada”?
R.- En la entrevista que concede al vaticanista Andrea Tornielli, este 18 de septiembre, el Cardenal declara:
La doctrina de la Iglesia no es un sistema cerrado: el Concilio Vaticano II enseña que hay un desarrollo en el sentido de una posible profundización. Me pregunto si una profundización semejante a la que se dio con la eclesiología no es posible en este caso (el de los divorciados vueltos a casar civilmente); incluso si la Iglesia católica es la verdadera Iglesia de Cristo, hay elementos de eclesialidad también fuera de las fronteras institucionales de la Iglesia católica. En ciertos casos, ¿no se podría reconocer igualmente en un matrimonio civil elementos del matrimonio sacramental? Por ejemplo, el compromiso definitivo, el amor y el apoyo mutuo, la vida cristiana, el compromiso público, que no existe en las uniones de hecho (i.e. las uniones libres)
El Cardenal Kasper es muy lógico, perfectamente coherente: propone que los nuevos principios sobre la Iglesia, que el Concilio enunció en nombre del ecumenismo, por ejemplo, que existen elementos de eclesialidad fuera de la Iglesia, se apliquen ahora pastoralmente al matrimonio. Con lógica consecuente pasa del ecumenismo eclesial al ecumenismo matrimonial. En este sentido, según él, habría elementos del matrimonio cristiano fuera del sacramento. Para ver esto en su realidad específica, ¡pregúntese, pues, a los esposos, qué opinan acerca de una fidelidad conyugal “ecuménica”, o sobre una fidelidad en la diversidad!
Paralelamente, ¿qué debemos pensar de una unidad doctrinal “ecuménica”, diversamente una? Esta es la consecuencia que denunciamos, pero que la Congregación para la Doctrina de la Fe no ve o no quiere ver.
P.-¿Cómo se debe entender la expresión del comunicado del Vaticano “proceder por etapas”?
R.- Como el deseo recíproco, en Roma y en la Fraternidad San Pío X, de mantener conversaciones doctrinales en un marco amplio y menos formal que el de los precedentes intercambios.
P.- Pero si ya los intercambios doctrinales de 2009-2011 no aportaron nada, ¿para qué retomarlos, incluso de manera más alargada?
R.- Porque, siguiendo el ejemplo de Mons. Lefebvre, que nunca rechazó una sola invitación de las autoridades romanas, también nosotros respondemos siempre a quienes nos interrogan sobre las razones de nuestra fidelidad a la Tradición. No podemos rehuir esta obligación, y siempre la cumpliremos en el espíritu y con las obligaciones que han sido definidas por el último Capítulo General.
Puesto que Ud. mencionaba la audiencia que me concedió Benedicto XVI en 2005, recuerdo que entonces decía que queríamos mostrar que la Iglesia sería más fuerte en el mundo de hoy si mantuviera la Tradición, —incluso agregaría: si recordara con orgullo su Tradición bimilenaria. Repito hoy que queremos aportar nuestro testimonio: si la Iglesia quiere salir de la crisis trágica que atraviesa, la Tradición es la respuesta a esta crisis. De esta manera manifestamos nuestra piedad filial para con la Roma eterna, para con la Iglesia, Madre y Maestra de verdad, a la que estamos profundamente unidos.
P.- Usted dice que se trata de un testimonio; ¿no es más bien una profesión de fe?
R.- Lo uno no excluye lo otro. Nuestro fundador gustaba decir que los argumentos teológicos con los cuales profesamos la fe, no siempre son comprendidos por nuestros interlocutores romanos. Pero ello no nos dispensa de recordarlos. Y, con el realismo sobrenatural que lo caracterizaba, Mons. Lefebvre añadía que las realizaciones tangibles de la Tradición: los seminarios, los colegios, los prioratos, el número de sacerdotes, de religiosos y religiosas, de seminaristas y fieles… también tienen un gran valor demostrativo. Contra estos hechos no hay argumento especioso que valga: contra factum non fit argumentum.
En el caso presente, se podría traducir este adagio latino con la frase de nuestro Señor: “Se juzga al árbol por sus frutos”. En este sentido, al mismo tiempo que profesamos la fe, debemos dar testimonio en favor de la vitalidad de la Tradición.
Fuente: FSSPX/MG – DICI y La Porte Latine (03/10/14)
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«La pastorale doit nécessairement découler de la doctrine»
Vous avez été reçu par le cardinal Müller (1) le 23 septembre dernier. Le communiqué de la salle de presse du Vatican reprend les termes du communiqué de 2005 (2), à l’issue de votre rencontre avec Benoît XVI, où il était déjà question de « procéder par étapes et dans un délai raisonnable », avec « le désir d’arriver à la communion parfaite », – le communiqué de 2014 parle, lui, de « pleine réconciliation ». Est-ce à dire que l’on revient au point de départ ?
Oui et non, selon le point de vue où l’on se place. Il n’y a rien de nouveau en ce sens que nous avons constaté, nos interlocuteurs et nous, que demeuraient les divergences doctrinales qui avaient été clairement manifestées lors des entretiens théologiques de 2009-2011, et que, de ce fait, nous ne pouvions souscrire au Préambule doctrinal qui nous est proposé par la Congrégation pour la doctrine de la foi depuis 2011 (3).
Mais qu’y a-t-il de nouveau ?
Il y a un nouveau pape et un nouveau préfet à la tête de Congrégation pour la doctrine de la foi. Et cet entretien montre que ni eux ni nous ne souhaitons une rupture des relations : les deux parties insistent sur le fait qu’il faut clarifier les questions doctrinales avant une reconnaissance canonique. C’est pourquoi, de leur côté, les autorités romaines réclament la signature du Préambule doctrinal tandis que, du nôtre, nous ne pouvons pas le signer en raison de ses ambiguïtés.
Dans les faits nouveaux, il y a aussi cette aggravation de la crise dans l’Eglise. A la veille du Synode sur la famille se font jour des critiques sérieuses et justifiées, de la part de plusieurs cardinaux, contre les propositions du cardinal Kasper sur la communion des divorcés remariés. Depuis les critiques des cardinaux Ottaviani et Bacci dans le Bref examen du Novus Ordo Missae, en 1969, cela ne s’était pas vu à Rome. Mais ce qui n’a pas changé, c’est que les autorités romaines ne prennent toujours pas en compte nos critiques du Concile parce qu’elles leur semblent secondaires ou même illusoires, face aux problèmes aigus qui se posent aujourd’hui dans l’Eglise. Ces autorités constatent bien la crise qui secoue l’Eglise au plus haut niveau – désormais entre cardinaux –, mais elles n’envisagent pas que le Concile puisse être lui-même la cause majeure de cette crise sans précédent. Cela ressemble à un dialogue de sourds.
Pouvez-vous donner un exemple concret ?
Les propositions du cardinal Kasper en faveur de la communion des divorcés remariés sont une illustration de ce que nous reprochons au Concile. Dans son discours aux cardinaux, lors du Consistoire du 20 février dernier, il propose de refaire ce qui a été fait au Concile, à savoir : réaffirmer la doctrine catholique, tout en offrant des ouvertures pastorales. Dans ses divers entretiens avec les journalistes, il opère cette distinction entre la doctrine et la pastorale : il rappelle en théorie que la doctrine ne peut pas changer, mais il introduit l’idée que, dans la réalité concrète, il y a des situations telles que la doctrine ne peut pas être appliquée. Alors, selon lui, seule la pastorale est à même de trouver des solutions… au détriment de la doctrine.
Pour notre part, nous reprochons au Concile cette distinction artificielle entre la doctrine et la pastorale, parce que la pastorale doit nécessairement découler de la doctrine. C’est par de multiples ouvertures pastorales que des mutations substantielles ont été introduites dans l’Eglise, et que la doctrine a été affectée. C’est ce qui s’est passé pendant et après le Concile, et nous dénonçons la même stratégie utilisée aujourd’hui contre la morale du mariage.
Mais n’y a-t-il dans le Concile que des changements pastoraux qui auraient indirectement affecté la doctrine ?
Non, nous sommes bien obligés de constater que des changements graves ont été opérés dans la doctrine elle-même : la liberté religieuse, la collégialité, l’œcuménisme… Mais, il est vrai que ces changements apparaissent de façon plus claire et plus évidente dans leurs applications pastorales concrètes, car dans les documents conciliaires ils sont présentés comme de simples ouvertures, de façon allusive et avec beaucoup de non-dits… Ce qui en fait, selon l’expression de mon prédécesseur, l’abbé Schmidberger, des « bombes à retardement ».
Dans les propositions du cardinal Kasper, où voyez-vous une application pastorale qui rendrait plus évident un changement doctrinal introduit lors du Concile ? Où voyez-vous une « bombe à retardement » ?
Dans l’entretien qu’il accorde au vaticaniste Andrea Tornielli, ce 18 septembre, le cardinal déclare :
« La doctrine de l’Eglise n’est pas un système fermé : le concile Vatican II enseigne qu’il y a un développement dans le sens d’un possible approfondissement. Je me demande si un approfondissement similaire à ce qui s’est passé dans l’ecclésiologie est possible dans ce cas (des divorcés remariés civilement, ndlr) : bien que l’Eglise catholique soit la véritable Eglise du Christ, il y a des éléments d’ecclésialité aussi en dehors des frontières institutionnelles de l’Eglise catholique. Dans certains cas, ne pourrait-on pas reconnaître également dans un mariage civil des éléments du mariage sacramentel ? Par exemple, l’engagement définitif, l’amour et le soin mutuel, la vie chrétienne, l’engagement public qu’il n’y a pas dans les unions de fait (i.e. les unions libres) ? ».
Le cardinal Kasper est tout à fait logique, parfaitement cohérent : il propose une application pastorale au mariage des nouveaux principes sur l’Eglise énoncés au Concile au nom de l’œcuménisme : il y a des éléments d’ecclésialité en dehors de l’Eglise. Il passe logiquement de l’œcuménisme ecclésial à l’œcuménisme matrimonial : il y aurait ainsi, selon lui, des éléments du mariage chrétien en dehors du sacrement. Pour voir les choses concrètement, demandez donc à des époux ce qu’ils penseraient d’une fidélité conjugale « œcuménique » ou d’une fidélité dans la diversité ! Parallèlement, que devons-nous penser d’une unité doctrinale « œcuménique », diversement une ? C’est cette conséquence que nous dénonçons, mais que la Congrégation pour la doctrine de la foi ne voit pas ou n’accepte pas.
Que faut-il entendre par l’expression du communiqué du Vatican : « procéder par étapes » ?
Le désir réciproque, à Rome et dans la Fraternité Saint-Pie X, de maintenir des entretiens doctrinaux dans un cadre élargi et moins formel que celui des précédents entretiens.
Mais si déjà les entretiens doctrinaux de 2009-2011 n’ont rien apporté, à quoi bon les reprendre, même de façon élargie ?
Parce que, suivant l’exemple de Mgr Lefebvre qui n’a jamais refusé de se rendre à l’invitation des autorités romaines, nous répondons toujours à ceux qui nous interrogent sur les raisons de notre fidélité à la Tradition. Nous ne saurions nous soustraire à cette obligation, et nous le ferons dans l’esprit et avec les obligations qui ont été définis par le dernier Chapitre général.
Mais puisque vous rappeliez tout à l’heure l’audience que m’a accordée Benoît XVI en 2005, je me souviens que je disais alors que nous voulions montrer que l’Eglise serait plus forte dans le monde d’aujourd’hui si elle maintenait la Tradition, – j’ajouterais même : si elle rappelait avec fierté sa Tradition bimillénaire. Je redis aujourd’hui que nous souhaitons apporter notre témoignage : si l’Eglise veut sortir de la crise tragique qu’elle traverse, la Tradition est la réponse à cette crise. C’est ainsi que nous manifestons notre piété filiale à l’égard de la Rome éternelle, à l’Eglise mère et maîtresse de vérité à laquelle nous sommes profondément attachés.
Vous dites qu’il s’agit d’un témoignage, n’est-ce pas plutôt une profession de foi ?
L’un n’exclut pas l’autre. Notre fondateur aimait à dire que les arguments théologiques avec lesquels nous professons la foi, ne sont pas toujours compris par nos interlocuteurs romains, mais cela ne nous dispense pas de les rappeler. Et, avec le réalisme surnaturel qui le caractérisait, Mgr Lefebvre ajoutait que les réalisations concrètes de la Tradition : les séminaires, les écoles, les prieurés, le nombre de prêtres, de religieux et de religieuses, de séminaristes et de fidèles… avaient, eux aussi, une grande valeur démonstrative. Contre ces faits tangibles, il n’y a pas d’argument spécieux qui tienne : contra factum non fit argumentum.
Dans le cas présent, on pourrait traduire cet adage latin par la phrase de Jésus-Christ : « on juge l’arbre à ses fruits ». Et en ce sens, nous devons, tout en professant la foi, porter témoignage en faveur de la vitalité de la Tradition.
Sources : FSSPX/MG – DICI du 03/10/14
Notes de La Porte Latine
(1) Les surlignages en gras sont de la rédaction de LPL .
(2) Lire aussi le communiqué de la Maison Générale du 29 août 2005
(3) Voir aussi la déclaration doctrinale du 15 avril 2012 envoyée au cardinal Levada par Mgr Fellay le 15 avril 2012