Jesús y la realidad los sistemas eligen los dioses que les convienen a los que tienen el poder
Jesús hizo de las periferias existenciales, el lugar de encuentro entre Dios y los seres humanos. Dios ha ido al lugar donde más se lo ha negado en el universo: el pobre, la víctima y los descartados que sufren.
Él es el Camino y el Alimento para ser caminantes de una historia única en compañía. Él también es vivido y proclamado por aquellos que hacen el bien, incluso de los “que no son de los nuestros” (Mc 9,38) pero que han quedado asociados a su redención total, porque le dan de comer en el hambriento, etc. (Mt 25) y samaritanos que socorren al herido sin preguntar si son “legales” (Lc 10).
Los sistemas eligen los dioses que les convienen a los que tienen el poder, ya sea el emperador romano, el capital de las corporaciones, el estado de los burócratas, el consumismo voraz, o la religión domesticada por las castas brahamánicas. Pero nosotros anunciamos a Cristo crucificado, escándalo para los religiosos y necedad para los racionales. (1 Cor 1, 23)
Los sistemas eligen los dioses que les convienen a los que tienen el poder, ya sea el emperador romano, el capital de las corporaciones, el estado de los burócratas, el consumismo voraz, o la religión domesticada por las castas brahamánicas. Pero nosotros anunciamos a Cristo crucificado, escándalo para los religiosos y necedad para los racionales. (1 Cor 1, 23)
Un Encuentro que cambia la mirada de la realidad
Si hay algo que no deja de asombrarme, me motiva y me da esperanza es la profunda simetría entre los datos de la realidad y la fe en Jesús y su lógica del Reino de los cielos. Pero la fe en Jesús no es ilusión ni "pensamiento positivo", es el sentido más profundo de lo existente.
Él asume y transforma desde su amor, la anti-realidad, la disonancia interior que todos llevamos, “porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero... es el pecado que mora en mí” (Rom 7,19). San Pablo, "el primer cristiano", comprendió desde su conversión, el papel novedoso de la Gracia, esa vida nueva compartida del Dios encarnado. Jesús no ha venido para contradecir la realidad sino para asumirla, curarla y elevarla. El cristianismo es una humanización plena que ensancha la realidad mediante el Amor expansivo de Jesús hacia todos.
No hay ideología, por más eclesiástica que sea, psico-educación emocional o mindfulness de moda que pueda librarme de esa ruptura existencial que llevamos dentro. Todo puede servir, ayudar, atenuar, distraer, pero no curar, “porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”. (Hechos 4:12), “por gracia habéis sido salvados” (Ef 2,8), por la “Gracia hecha hombre que habita entre nosotros “(Jn 1,14). No hay técnica o método humanos que nos hagan plenamente humanos, aunque no hay que descartar que puedan ayudar con muy buenas intenciones: "Él no ha venido a apagar la mecha humeante ni quebrar la caña partida" (Mt 12,20)
Todo depende desde el cristal desde donde se mire y la fe cristiana es aproximarnos a la mirada de Jesús, cómo Él mira al Padre, los demás y la naturaleza, como se sitúa en un lugar y una historia. El Evangelio es una cantera para construir una historia personal, social y cósmica. Nos ayuda a discernir racional y emocionalmente la vida que nos ha tocado como don, donde decidimos con libertad más allá de cualquier otro condicionamiento.
Él es el Camino y el Alimento para ser caminantes de una historia única en compañía. Él también es vivido y proclamado por aquellos que hacen el bien, incluso de los “que no son de los nuestros” (Mc 9,38) pero que han sido asociados a su redención total, porque le dan de comer en el hambriento, etc. (Mt 25) y samaritanos que socorren al herido sin preguntar si son “legales” (Lc 10).
Jesús impacta por las paradojas que plantea y que desbarata nuestras falsas seguridades. No es una insistente prédica moralista de méritos y pecados preestablecidos para "portarse bien". Jesús vino para que los que creen ver la realidad, no la vean, no la entiendan, no la disfruten y los que están ciegos o han sido enceguecidos, vean realmente y disfruten de una felicidad eterna e insospechada.
La fe nace de la Gracia de una colisión con su Misericordia encarnada. No proviene de la confusa búsqueda del Dios de las religiones, ni de los paraísos utópicos de las ideologías, sino de su sorpresiva misericordia que sale a nuestro encuentro y alienta la construcción de un mundo nuevo.
Él nos llama. A veces, de forma inesperada: mientras Pedro pescaba, una mujer a punto de ser apedreada por adúltera, un zaqueo colgado en un sicómoro para verlo pasar, recaudadores de impuestos confiscatorios, paralíticos resignados en una piscina, yendo a tomar agua en el pozo de una extranjera pecadora, persiguiendo cristianos en Damasco, etc. Toda ocasión, aún las menos “religiosas”, las menos morales, las más inhumanas, son oportunidad de encuentro conÉl.
No me extraña que no haya actualmente gente en los templos, los que están suelen parecerse poco a los que encontraba Jesús. El estándar que se les pide es que sean de una "perfección" demasiado "irreal", buenitos, piadosos y resignados, con un Dios al que se "adora" pero que no alimenta una humanidad plena y comprometida con la realidad. Una construcción artificial deshumanizada para la estampita que reparten los clérigos.
Además, podemos enunciar una certeza incontrastable del cristianismo: Jesús hizo de las periferias existenciales, el lugar de encuentro entre Dios y los seres humanos. Dios ha ido al lugar donde más se lo ha negado en el universo: en el pobre y descartado que sufre. La Cruz es su máxima expresión de compromiso con los dolientes del mundo. Es la anti-realidad asumida para curar las heridas de la realidad. Su respuesta no es como las que se dan en este mundo, es una propuesta superadora de Resurrección.
No lo crucificaron por un mal entendido. “En un mundo injusto, el lugar de un justo es el patíbulo”. Además, la cruz no era para cualquier ladrón de poca mota, era para los que amenazaban al sistema. El contubernio religioso-político de la época, percibe claramente que Él es peligroso y que no se presta a ninguna negociación. Él no negocia el Reino de los Cielos como queda de manifiesto en las tentaciones del desierto. Ni el poder, placer o el tener pueden torcer su convicción arrolladora.
Su interés por el bien del prójimo es más fuerte que los ritos religiosos, porque “la Gloria de Dios es que el hombre viva” y la misericordia es preferida a las sacralizaciones o sacrificios (Mt 9, 13). Comprende los sesgos y condicionamiento que tenemos los seres humanos y las sociedades que formamos. Él sabe qué hay en el corazón del hombre y lo sabe con compasión, sino tendría que destruirlo todo. Él, que dá el fruto y la luz, tiene sus ojos puestos en nuestras manos llenas de sus talentos, y nos pregunta cada día ¿serviste hoy? (Grabriela Mistral).
Donde esté tu tesoro estará tu corazón (MT 6,21) y tu Dios.
Al principio los cristianos tuvieron que optar entre seguir a Jesús o adorar al César, que era como aceptar su sistema inhumano o morir por el Reino de los Cielos. Los sistemas eligen los dioses que les convienen a los que tienen el poder, ya sea el emperador romano, el capital de las corporaciones, la raza, el estado de los burócratas, el consumismo voraz, o la religión domesticada por las castas brahamánicas. Todas son construcciones humanas, torres de babel que prometen y justifican la exaltación de nuestra vanidad y egoísmo de grupo. El poder siempre busca legitimarse en los dioses que sostienen sus intereses, son las idolatrías que denuncian los profetas.
El que ama su vida la perderá, no encontrará el sentido ni será realmente feliz. El que pierda su vida por Jesús y su Evangelio, la encontrará. El que la “gaste su existencia” dando de comer al hambriento, de dar techo...(Mt 25). Los Bienaventurados de Jesús son la contradicción viviente de la felicidad que propone el mundo herido de anti-realidad. Vivir para ellos es "bienaventurarse", un salto cualitativo a la realidad tal como Dios la ve.
La fe en Jesús nos ayuda a descubrir y amar a quienes esta aparente realidad ha descartado. No es una “obligación” o “deber” en el sentido kantiano y moralista del término, sino una atracción hacia la dignidad infinita del prójimo. "El amor de Cristo nos apremia" (2 Cor 5,14), amamos y tenemos compasión porque hemos experimentado su amor primero. Sin esa sobreabundancia, todo es voluntarismo, moralismo y vanidad: "si el Señor no construye la casa, en vano trabajan los albañiles...es inútil los que madrugais y coméis el pan de vuestros sudores, Dios lo da a sus amigos mientras duermen" (Sal 126)
“La verdadera sabiduría supone el encuentro con la realidad. Pero hoy todo se puede producir, disimular, alterar. Esto hace que el encuentro directo con los límites de la realidad se vuelva intolerable… se opera un mecanismo de “selección” … se eligen las personas con las que uno decide compartir el mundo. Así las personas o situaciones que herían nuestra sensibilidad o nos provocaban desagrado… son eliminadas…, construyendo un círculo virtual que nos aísla del entorno en el que vivimos”. (FT 47)
Su amor es tan contundente que te formatea una y otra vez, aunque tengas 100 años seguís descubriendo la realidad y maravillándote. Seguís cambiando, perdonando, "haciendo lío". Te das cuenta que aún queda mucho por explorar en tu corazón, el infinito creado para Él, para que amplíes la mirada hacia los otros y no procastines tu multiplicación de talentos para el mundo.
La visión que Jesús da el Evangelio es una realidad ampliada.
Le dice a Poncio Pilato, a punto de ser condenado: "Ninguna autoridad tendrías sobre mí si no se te hubiera dado de arriba" (Jn 19,11). A Jesús le da igual la autoridad, dinero o títulos que tenga una persona o grupo de personas. Todos son talentos que vienen de Dios para su crecimiento, disfrute y puesto para el bien común. El único mérito es hacer crecer unos dones que no nos merecemos para ayudar a quienes nadie presta atención, “esos mierdas” que nunca tendrán nada para retribuirte ...y que son los Bienaventurados del Reino de los Cielos, los que tienen las llaves y reparten el "Panis angelicus".
El “Destino Universal de los Bienes” y la “hipoteca social de toda propiedad” son principios de la Doctrina -Social de la Iglesia, que si son llevados a cabo por Amor, redundan en una felicidad fraterna que el mundo no conoce.
Que un médico sea un superespecialista que salva vidas o un ingeniero construya … tiene su mérito frente a tanto inútil y parásito que desperdicia su vida en vaciedades sin animarse a recuperar el rumbo como el hijo pródigo. Pero todo mérito depende de un talento previamente recibido, ya sea cierto tipo de inteligencia, la familia y la sociedad en la que nací, la educación a la que pude acceder, la salud, etc. “¡El que se gloríe, gloríese en el Señor”! (2 Cor 10). Mi realidad deja de ser una ilusión cuando amplía su horizonte hacia el otro necesitado y así comprendo mi sentido en el mundo.
En cambio, "el individualismo radical es el virus más difícil de vencer. Engaña. Nos hace creer que todo consiste en dar rienda suelta a las propias ambiciones, como si acumulando ambiciones y seguridades individuales pudiéramos construir el bien común" (FT 80).
El Reino de Dios es la realidad curada y ampliada por Jesús. No es una “utopía”, algo que aspiramos pero que nunca sucederá (“u”) o una ilusión para seguir aguantando. El camino hacia la plenitud del Reino lo transitamos en "Un pueblo vivo, dinámico y con futuro es el que está abierto permanentemente a nuevas síntesis incorporando al diferente..."(FT 160) pero también pidiendo perdón, reparando, reincorporando y escuchando sinodalmente los signos de los tiempos sacramentalmente visibles en la realidad.
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