A LOS 80 AÑOS SIGO CAMINANDO, NACIENDO CADA DÍA EN ESPERANZA
COMPARTO ESTA REFLEXIÓN QUE HE ELABORADO AL CUMPLIR 80 AÑOS POR SI A OTRAS PERSONAS LES PUEDE AYUDAR
"En la medida que decae el hombre exterior, se rejuvenece el hombre interior" (2Co 4,16)
| Fernando Bermúdez
“Es necesario volver a nacer de nuevo”, dijo Jesús a un hombre de avanzada edad (Jn 3,3-5). Cada día que amanece trato de asumir la propuesta de Jesús y seguir caminando en esperanza.
Con frecuencia las personas mayores sienten vértigo al cumplir años, como que se les acaba la vida. En este mundo todos quieren vivir, pero nadie quiere envejecer. Yo doy gracias a Dios por haber llegado a los 80 años. Y desde lo más hondo del alma canto la dicha de haber nacido, agradeciendo a mis padres Fernando y Soledad la vida y el amor.
Voy añadiendo años a mi existencia, pero más importante que cumplir años es dar cada vez más vida a los años. La vida es una aventura fascinante, que no se mide por la cantidad de años vividos sino por la calidad e intensidad de experiencias. Lo importante no son los años de vida en la historia sino la conciencia con que se vive la existencia. En el silencio interior he encontrado el secreto de la vida. En el silencio todo se reposa y se remansa. En los largos momentos de silencio y meditación he descubierto que una vida alcanza sentido cuando se vive conscientemente, identificada con el cosmos, con la naturaleza, con el Creador y al ritmo de las alegrías, sufrimientos, angustias, luchas y esperanzas de la humanidad.
Aunque tenga 80 años no me siento viejo. Me siento joven con muchos años. Joven de espíritu. Me identifico con aquella expresión del apóstol Pablo: “En la medida que decae el hombre exterior, se rejuvenece el hombre interior” (2 Co 4,16). Y por eso sigo con el sueño de ver un mundo un poquito más humano, justo, fraterno y cuidadoso de la Naturaleza, nuestra Casa Común.
Tengo esperanza que a pesar de las tinieblas de muerte que envuelven este mundo ultraneoliberal, que gira en torno a la ambición de poder y de riqueza, otro mundo alternativo, sencillo y solidario, es posible forjar. Aunque yo no lo vea, lo sueño, lo vivo y lo deseo para las generaciones venideras.
En mi largo caminar he sido testigo del sufrimiento de mucha gente, sobre todo en América Latina y en los campos de refugiados africanos y de Oriente Medio, a causa del hambre, la pobreza, la xenofobia, el racismo, la exclusión, la enfermedad, la persecución y la muerte. Me duele el sufrimiento humano, sobre todo aquel que nace de la injusticia, porque se podría evitar si hubiera más equidad, solidaridad y sentido de humanidad.
Al sistema que hoy domina este mundo unipolar capitalista lo siento cada vez más cruel e inhumano. Ha generado un irracional individualismo y un apasionado afán de poseer, consumir y acaparar riquezas como si éstas fueran eternas. Pero todo pasa. Todo pasa menos el amor. Por eso rechazo este sistema y lucho por otro estilo de vida más humano. A mi edad estoy cada vez más convencido de que este mundo necesita un profundo cambio.
A lo largo de mi vida he conocido y compartido con mucha gente, hombres y mujeres de muchas partes del mundo, que son hitos en la historia, personas comprometidas en la solidaridad y en la lucha por un mundo mejor, creyentes y no creyentes, de los cuales he aprendido a ser más humano y más creyente. Sería interminable mencionarlos a todos. He tenido la dicha de encontrarme con Mari Carmen, compañera de vida, de sueños y esperanzas.
Y sigo caminando y acumulando años. Pero pienso que en realidad no existe la edad. No son 80 años los que cumplo. No hace mucho expresé que todos los seres humanos, todos los seres vivos, todo el cosmos, -y nosotros como parte y ciudadanos del universo-, tenemos más de 13.500 millones de años desde la explosión del Big Bang y su consiguiente expansión cósmica. Descendemos, como todo ser vivo, de los astros, de las galaxias. Los elementos que componen nuestro cuerpo son los que hace miles de millones de años dieron origen al universo. Somos polvo de estrellas. Hijos de las estrellas. Hijos de la madre tierra. Por lo tanto, llegar a esta edad no es sino una evolución de la vida, como diría Teilhard de Chardin. Todo es movimiento, alentado por el Espíritu de Dios.
En el silencio del alma, voy descendiendo lentamente al corazón del universo, al corazón de la tierra, al corazón de la pequeña flor del campo, al corazón del almendro y la palmera, del olivo y la higuera, del naranjo y el granado, del ciprés y la morera y demás árboles del huerto, al corazón del mirlo, del jilguero y del ruiseñor que con sus cantos anuncian cada mañana el nuevo día, y también al corazón de la gatita “Cenicienta” que nos acompañó durante los últimos quince años y ya entró en un sueño eterno. Pero, sobre todo, voy bajando al corazón del ser humano, allí donde todos los hombres y mujeres de todas las latitudes, culturas y creencias somos un sólo corazón. En el silencio de la oración he llegado a experimentar que soy ciudadano del mundo más allá de todas las fronteras.
Soy consciente de que voy acercándome al umbral de la historia que abre la puerta a la plenitud de la eternidad. El “más acá” es el camino a recorrer y el “más allá” la meta a conseguir. Y mientras tanto, mientras tenga vida, vivo plenamente el presente sintiéndolo parte de la eternidad. Vivir el presente es encontrar la eternidad que se esconde en el Aquí y el Ahora, trabajando en la medida de mis posibilidades, por la defensa de los derechos de los más pobres y derechos de la Naturaleza.
Confío en la misericordia infinita de Dios, que es Padre y Madre. Todas mis debilidades y pecados se consumen en el corazón misericordioso de Dios. Creo en Jesús vivo y resucitado a quien confieso el Cristo Cósmico, presente en toda la Creación y en la humanidad sufriente.
Y por ahí me muevo y camino, en silencio, naciendo cada día con la esperanza de encontrarme, en la plenitud de mis años, tras la desaparición física, en un alegre y eterno amanecer con la Fuente infinita de Energía y de Luz, de Vida y Sabiduría, de Belleza y Amor, el corazón de Dios en el cual existimos.
¡Laudate omnes gentes, laudate Deum!
Octubre 2023