"Un hombre que se movía con el Evangelio en la mano y en el corazón" Hermógenes López Coarchita, cura profeta de los pobres de Guatemala
"Vivía muy pobremente. No tenía nada, porque quería ser como uno más de los de su pueblo"
Su experiencia de Dios le llevó a denunciar todo aquello que atenta contra la dignidad humana, “pues toda persona es imagen viviente de Dios”, proclamaba
Ante las amenazas de muerte, el Padre Hermógenes afirma: “Si mi misión es dar la vida, así lo haré. Pero nunca me echaré atrás en la causa que estoy defendiendo”
"En una revuelta del camino redujo la velocidad, y unos pistoleros, escuadrones de la muerte, tal vez al servicio del ejército, le estaban esperando. Al verlo pasar le disparan. Su cuerpo ametrallado cae sobre la Biblia, dentro del vehículo en que viajaba"
Ante las amenazas de muerte, el Padre Hermógenes afirma: “Si mi misión es dar la vida, así lo haré. Pero nunca me echaré atrás en la causa que estoy defendiendo”
"En una revuelta del camino redujo la velocidad, y unos pistoleros, escuadrones de la muerte, tal vez al servicio del ejército, le estaban esperando. Al verlo pasar le disparan. Su cuerpo ametrallado cae sobre la Biblia, dentro del vehículo en que viajaba"
Sacerdote guatemalteco, nacido en Ciudad Vieja, departamento de Sacatepéquez, el 16 de septiembre de 1928, párroco de San José Pinula. Hermógenes fue un hombre muy querido por su pueblo. Era un sacerdote profundamente espiritual, de largos ratos de oración. Vivía muy pobremente. No tenía nada, porque quería ser como uno más de los de su pueblo.
Cuando los parroquianos le daban algo, él a su vez lo entregaba a las personas que veía más necesitadas. En cierta ocasión, cuando iba a una aldea, su vehículo se le estropeó. Entonces se quitó los zapatos y comenzó a caminar descalzo. Alguien que le vio, le propuso buscar una bestia, pero él dijo: “Déjeme, quiero caminar así, para sentir lo que siente mi gente cuando camina descalza”. Fue un hombre coherente, muy humano, humilde, sencillo y cercano a la gente.
Su contacto con la situación de pobreza, enfermedades crónicas, desnutrición infantil y analfabetismo de los campesinos le llevo a analizar sus causas y pronto comprendió que es una realidad opuesta a la voluntad de Dios, porque es consecuencia de la injusticia. Así lo expresa en su Diario.
Su experiencia de Dios le llevó a denunciar todo aquello que atenta contra la dignidad humana, “pues toda persona es imagen viviente de Dios”, proclamaba. Denunció la forma brutal de reclutar jóvenes para el servicio militar, cuando algunos domingos un camión del ejército se colocaba en la puerta de la iglesia para capturar por la fuerza a los jóvenes que salían de la celebración.
En una carta dirigida al ministro de Defensa, General Ricardo Peralta, le decía: “El Ejercito captura a nuestros jóvenes tratándolos como si fueran animales. Mi pueblo es testigo de que no miento. Suplico en consecuencia dar una solución satisfactoria, en donde quepa la dignidad de nuestros jóvenes que debe ser respetada, acorde con el artículo 43 de nuestra Constitución”.
Se opuso, asimismo, al proyecto de una gran empresa embotelladora que dejaría sin agua a los campesinos. Día tras día fue recibiendo amenazas anónimas de muerte. Ante estas amenazas, el Padre Hermógenes afirma: “Si mi misión es dar la vida, así lo haré. Pero nunca me echaré atrás en la causa que estoy defendiendo”. Y desde entonces decidió viajar siempre solo en su vehículo para que nadie más pudiera ser víctima en caso de que lo mataran.
Para él, la defensa de la justicia social fue una exigencia del Evangelio, porque es defender la dignidad de la persona humana así como hiciera Jesús. Por eso no tuvo reparo en acompañar a su pueblo en las manifestaciones y marchas de campesinos de San José Pinula y sus aldeas hasta la ciudad de Guatemala, para exigir respuestas a las justas demandas de los campesinos. Visitaba frecuentemente a los enfermos y a los ancianos llevándoles un mensaje de consuelo y esperanza.
El 30 de junio de 1978, después de celebrar la Eucaristía llegaron de la aldea de San Luis a buscarlo para que fuera a asistir a un enfermo. El Padre Hermógenes siempre tuvo una disponibilidad excepcional asistir a los enfermos. Y como era su costumbre en estos casos, salía con la sotana puesta y la estola colgada al cuello, de manera que quien lo viera reconocía perfectamente que quien conducía el vehículo era un sacerdote.
Visitó al enfermo, rezó por él y se dispuso a regresar a San José Pinula. En una revuelta del camino redujo la velocidad, y unos pistoleros, escuadrones de la muerte, tal vez al servicio del ejército, le estaban esperando. Al verlo pasar le disparan. Su cuerpo ametrallado cae sobre la Biblia, dentro del vehículo en que viajaba. Para quedar seguros del trabajo encomendado, uno de los asesinos llegó a la ventanilla del vehículo para darle todavía el tiro de gracia en la sien izquierda.
Acribillaron el corazón de un hombre bueno, manso y humilde, armado solo con su fe y el amor a su pueblo. Quisieron destrozarlo para liberarse de un hombre incómodo, íntegro, profundamente humano, que señalaba los pecados y denunciaba por su nombre las injusticias. Un hombre que se movía con el Evangelio en la mano y en el corazón. Pero no pudieron silenciar su voz ni apagar la luz de sus sentimientos
Hermógenes López fue un profeta. Murió por ser fiel a su misión. El Hermano Marista Santiago Otero, biógrafo de Hermógenes López, dice: “La iglesia de Guatemala reconoce que su muerte es la muerte de un mártir, de un fiel seguidor de Jesús. Su martirio es el signo vivo que se prolonga en el tiempo como memoria y entrega del mismo Jesús en medio de su pueblo. Un sacrificio que se repite en el altar de la vida y de nuestra historia. Una entrega que siempre nos hablará de la pasión, muerte y resurrección de Jesús”.
(Testimonio recogido del libro “Sangre de Mártires, dieron la vida por los pobres”, Bermúdez, Fernando, Alfaqueque ediciones 2020).
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