¿Un Sínodo sin sinodalidad?
| Nacho Gónzalez
Hace unos días, una catequista me pidió una colaboración para preparar un itinerario para vivir una experiencia, los destinatarios eran un grupo de padres de los niños de la catequesis. Después de unos días de elaboración se preparó el itinerario: “El desafío de la vida cotidiana, ejercicio de caminar juntos”. Llegado el momento de su realización, se presenta el párroco y le da un giro a lo que se había dispuesto, argumentando que hay que acoger la invitación del papa Francisco y participar en el Sínodo de toda la Iglesia. El sacerdote hizo la información de lo que es un sínodo, de su importancia para vivir y caminar juntos en la fe y luego se siguió con algunas de las cuestiones que se presentan en la convocación al Sínodo.
Esta anécdota hay que elevarla a categoría, pues no se trata de un caso aislado, he podido constatar algunas propuestas diocesanas, de grupos religiosos y de algún movimiento, todos siguen el cuestionario de los diez temas importantes que propone la Secretaría General del “Sínodo 2021-2023: comunión, participación, misión”, en el “Vademécum” o documento preparatorio, la variedad está en el modo de presentar y en los destinatarios.
Ante esta respuesta a la convocatoria del Sínodo 2021-2023 tan generalizada, me he preguntado: ¿Por qué se ha optado solamente por responder a las cuestiones, como acceso de participación en el Sínodo? ¿Es que no había otra posibilidad para tomar parte?
Si uno mira la intención expresa del papa Francisco, al convocar este Sínodo, es que la Iglesia entera participe en la búsqueda de métodos en pos de la sinodalidad, es decir, para conseguir que de manera real y efectiva todos los bautizados, Papa, obispos, sacerdotes, consagrados y laicos caminen juntos en comunión y fraternidad.
Haciendo una lectura atenta del Vademécum, puedo afirmar que, en buena parte, se ha preferido el camino más fácil, o tal vez, dadas las condiciones presentes en la Iglesia se ha elegido el camino posible. El mismo documento de convocación abre la puerta a otras iniciativas cuando dice abiertamente cosas como estas:
“El objetivo de la primera fase del camino sinodal es favorecer un amplio proceso de consulta para recoger la riqueza de las experiencias de sinodalidad vividas, con sus diferentes articulaciones y matices…”.
“El proceso sinodal es, ante todo, un proceso espiritual. No es un ejercicio mecánico de recopilación de datos, ni una serie de reuniones y debates, ni la respuesta a un cuestionario de preguntas. La escucha sinodal está orientada al discernimiento. Nos exige aprender y ejercitar el arte del discernimiento personal y comunitario…”.
“Por lo tanto, este Sínodo no sólo espera respuestas que puedan ayudar a la Asamblea del Sínodo de los Obispos que se realizará en Roma en octubre de 2023, sino que también desea promover y desarrollar la práctica y la experiencia de ser sinodal en el curso del proceso y para el futuro”.
Quisiera aportar una luz de comprensión a la cuestión que me planteaba antes: ¿Por qué se reduce la participación mayoritariamente a responder al cuestionario?
En primer lugar hay que reconocer, creo que no desvelo ningún secreto, que no hay en la Iglesia ni a nivel universal, ni diocesano, ni parroquial unas estructuras o cauces de participación real, y si los hay son meramente formales o no superan el mínimo de exigencias para una verdadera participación.
En segundo lugar, nada más hablar de “sínodo”, salta inmediatamente el prejuicio: “la gente no sabe lo que es eso de un sínodo”, en consecuencia hay que informarla, explicarle su sentido, su valor, su finalidad, con lo que “tematizamos” un hecho tan vivo y real como es el caminar juntos. En definitiva caemos en el error que venimos arrastrando desde Trento, la falta de formación sobre todo de los seglares. Y digo yo, porque no empezamos a “caminar juntos” y después de la andadura informamos de que eso es lo que hacía la Iglesia antiguamente y que llamaban “sínodo”.
En tercer lugar, conviene tener claro el dinamismo de la sinodalidad si realmente se quiere vivir una verdadera y auténtica experiencia sinodal. El sujeto del discernimiento son las personas en su singularidad, no lo es una asociación, ni una institución, ni mucho menos una estructura. La sinodalidad inicia su andadura en la escucha de cada persona de sí misma y de su percepción de la realidad, después sigue la escucha de las percepciones de las otras personas. Es entonces cuando la palabra intercambiada implica a los participantes, puesto que la realidad se manifiesta a través de lo que cada persona comparte, de forma que en esa andadura se va realizando el nosotros, una verdadera y creciente comunión. Esto no acontece al dar respuestas a un cuestionario, ni en un discurso, ni en una conferencia sobre sinodalidad, puesto que en estos casos las particularidades no cuentan, por eso la implicación (misión) solo pueden llegar a un acuerdo sobre una visión común. Con ello no se quiere decir que el intercambio sea una confidencia íntima o un desahogo anecdótico, puesto que el intercambio es sobre algo esencial de la vida, en nuestro caso el “caminar juntos”, algo que nos ayuda a ser más humanos y, como cristianos diremos, seguimos al Espíritu de Jesús, aquí y ahora, discerniendo sus signos.
Ese dinamismo de la sinodalidad es algo que se tiene que vivir en todas las fases del proceso sinodal. Estamos en la primera fase diocesana, nos encontramos en este momento, si nos centramos en responder al cuestionario, solamente desarrollamos el dinamismo de la participación, quedando fuera la comunión y la misión. Con lo que podemos concluir que en esta primera fase se participa, pero no se vive la experiencia de la sinodalidad, quedando para los obispos vivir el Sínodo en sus tres dimensiones de comunión, participación y misión, con lo que claramente se continúa con la verticalidad y la jerarquización en la Iglesia. Podemos concluir que para la gran mayoría de bautizados muy posiblemente será “un Sínodo sobre la sinodalidad”, perdiendo la ocasión de vivir una experiencia sinodal.
Termino con un agradecimiento al papa Francisco. Gracias por mostrarnos claramente con sus gestos, sus mensajes y propuestas que la dinámica del cambio-conversión siempre se realiza desde dentro a fuera, desde abajo hacia arriba y desde el centro a la periferia.
Nacho González