Palabras y hechos de vida eterna
Joseph Ratzinger fue un cristiano avanzado a su tiempo; naturalmente que esto fue hace mucho, donde incluso el Santo Oficio –la Inquisición, vamos- se fijara en él y en sus escritos, Nadie pensaba entonces que, pasados los años, presidiera este organismo antes de ser Papa. Eran mis tiempos de universidad y Ratzinger leído como progresista.
Ante la fiesta de Corpus Christi, recuerdo unas reflexiones suyas posteriores (Caminos de Jesucristo) pero que pueden ayudarnos a entender mejor esta fiesta que ha pasado de ser cuasi política, con el nacional catolicismo, a la indiferencia. Ratzinger afirmaba que el Señor hecho carne, convertido en pan, no tiene que vivir encerrado en los sagrarios junto a nosotros, sino en medio de nosotros, en nuestra vida diaria. Cristo tiene que ir donde vamos, tiene que vivir donde vivimos. El mundo y la vida cotidiana tienen que ser su templo, no al revés.
Corpus Christi nos indica lo que significa comulgar: abrimos a él toda nuestra vida, en tanto el corazón se abre para él. Corpus Christi quiere hacer audible esta llamada del Señor también para nuestra sordera. Esto no acontece en un momento puntual, durante la Misa para luego desaparecer. Este es un proceso que traspasa toda época y todos los lugares. Ábreme -dice el Señor- así como yo me he abierto para ti, para que yo pueda hacer radiante tu razón oculta, para que pueda superar la dureza de tu corazón. Y lo dice a toda nuestra comunidad: déjame entrar en tu vida, en tu mundo. Toda esta festividad es una gran oración: date a nosotros, danos tu pan verdadero. Ciertamente, el pan para hoy. Es la petición de en forma de oración confiada pero también comprometida que se abre para dar fruto. El pan y el vino solo tienen sentido recibirlos para compartir sus frutos; Dios es amor que se reparte.
Danos este pan, para que mi corazón esté despierto para resistir al mal, para que pueda distinguir entre el bien y el mal, para que aprenda a perdonar, para que se mantenga fuerte en la tentación. Sólo si el mundo venidero se hace presente hoy, sólo si el mundo comienza ya hoy a hacerse divino es que se hace verdaderamente humano. Con la petición del pan vamos al encuentro del mañana de Dios, vamos al encuentro de la transformación del mundo. Oración de gracias (eucaristía) para la acción.
Cuando el Señor concluyó su discurso eucarístico en la sinagoga de Cafarnaúm, muchos discípulos se alejaron de él, porque todo lo que había dicho allí era muy duro, muy enigmático para ellos. Ellos querían simplemente una solución política, todo lo otro no era lo suficientemente práctico para sus intereses. ¿No es así también hoy? ¿Cuántos se han alejado en el curso de los últimos cien años, porque Jesús no era lo suficientemente práctico para ellos? Si el Señor hoy nos pregunta aquí si quiero también alejarme de él, en este día de Corpus Christi quiero responder junto a Simón Pedro y con todo el corazón: «Señor, ¿a quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna. A la espera de que fructifiquen en nuestra vida con hechos, añado yo. Amén.
Ante la fiesta de Corpus Christi, recuerdo unas reflexiones suyas posteriores (Caminos de Jesucristo) pero que pueden ayudarnos a entender mejor esta fiesta que ha pasado de ser cuasi política, con el nacional catolicismo, a la indiferencia. Ratzinger afirmaba que el Señor hecho carne, convertido en pan, no tiene que vivir encerrado en los sagrarios junto a nosotros, sino en medio de nosotros, en nuestra vida diaria. Cristo tiene que ir donde vamos, tiene que vivir donde vivimos. El mundo y la vida cotidiana tienen que ser su templo, no al revés.
Corpus Christi nos indica lo que significa comulgar: abrimos a él toda nuestra vida, en tanto el corazón se abre para él. Corpus Christi quiere hacer audible esta llamada del Señor también para nuestra sordera. Esto no acontece en un momento puntual, durante la Misa para luego desaparecer. Este es un proceso que traspasa toda época y todos los lugares. Ábreme -dice el Señor- así como yo me he abierto para ti, para que yo pueda hacer radiante tu razón oculta, para que pueda superar la dureza de tu corazón. Y lo dice a toda nuestra comunidad: déjame entrar en tu vida, en tu mundo. Toda esta festividad es una gran oración: date a nosotros, danos tu pan verdadero. Ciertamente, el pan para hoy. Es la petición de en forma de oración confiada pero también comprometida que se abre para dar fruto. El pan y el vino solo tienen sentido recibirlos para compartir sus frutos; Dios es amor que se reparte.
Danos este pan, para que mi corazón esté despierto para resistir al mal, para que pueda distinguir entre el bien y el mal, para que aprenda a perdonar, para que se mantenga fuerte en la tentación. Sólo si el mundo venidero se hace presente hoy, sólo si el mundo comienza ya hoy a hacerse divino es que se hace verdaderamente humano. Con la petición del pan vamos al encuentro del mañana de Dios, vamos al encuentro de la transformación del mundo. Oración de gracias (eucaristía) para la acción.
Cuando el Señor concluyó su discurso eucarístico en la sinagoga de Cafarnaúm, muchos discípulos se alejaron de él, porque todo lo que había dicho allí era muy duro, muy enigmático para ellos. Ellos querían simplemente una solución política, todo lo otro no era lo suficientemente práctico para sus intereses. ¿No es así también hoy? ¿Cuántos se han alejado en el curso de los últimos cien años, porque Jesús no era lo suficientemente práctico para ellos? Si el Señor hoy nos pregunta aquí si quiero también alejarme de él, en este día de Corpus Christi quiero responder junto a Simón Pedro y con todo el corazón: «Señor, ¿a quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna. A la espera de que fructifiquen en nuestra vida con hechos, añado yo. Amén.