Los cristianos en Gaza

La presencia cristiana en Gaza se remonta a losprimeros siglos del cristianismo, cuando la franja dejó de ser filistea para convertirse en una próspera ciudad romana y luego bizantina. Sin embargo, con el paso del tiempo, su número ha ido disminuyendo por las guerras, las persecuciones y la migración.

En 2004, alrededor de 3500 cristianos vivían en Gaza. A partir de los ataques de Hamás y la respuesta brutal de Israel, apenas sumaban poco más de mil, en su mayoría de fe ortodoxa, y unos 150 católicos. Las causas de la disminución de la población cristiana árabe de la zona es el resultado de la emigración a zonas del mundo menos conflictivas y de una tasa de natalidad más baja entre los cristianos que entre los musulmanes. A lo que habría que añadir la confiscación de tierras cristianas por mafias musulmanas en un contexto judicial palestino benevolente, por decirlo suavemente.

La muerte del líder Yasser Arafat en 2004 cambió la situación a peor. La llegada al poder de la organización islamista Hamás contó con el apoyo de algunos cristianos exasperados por la inacción, la corrupción de los viejos partidos políticos palestinos y el incumplimiento de las promesas de la creación del Estado palestino. Y bien que lamentaron después dicho apoyo, sobre todo cuando Hamás se perfiló como un movimiento cada vez más excluyente que abrazó las tácticas del marxismo leninismo, lo cual contribuyó el aislamiento de muchos apoyos internacionales a la causa palestina.

En semejante situación de desamparo, la comunidad cristiana se fue convirtiendo en un objetivo prioritario para los grupos salafistas islamistas desde un fundamentalismo cada vez más excluyente. A partir de diciembre de 2020, Hamás ya no oculta su deseo de eliminar a los cristianos tras la medida adoptada por el Ministerio de Asuntos Religiosos en la Franja de Gaza pidiendo a todos los musulmanes que limitaran su interacción con los cristianos, hasta, entonces frecuente.

Tras la matanza y secuestro por parte de Hamás de ciudadanos israelíes y la posterior aniquilación perpetrada por Israel, que no cesa, la coexistencia entre israelíes y palestinos parece imposible; adiós a la solución de paz por territorios que apoyó la Iglesia católica ("dos pueblos, dos Estados") establecida durante los acuerdos de Oslo en 1993, que el Papa Francisco ratificó de manera oficial: "El mundo debe comprender que aquí hay dos pueblos, incluido el pueblo palestino, que esperan una respuesta a sus aspiraciones nacionales". El mismo Papa que, esté donde esté, hace meses que llama por teléfono cada día a Gabriel Romanelli párroco de la única iglesia católica en pie de Gaza, para darle ánimos.

Parece que se aleja también la otra solución en forma de integración en un solo Estado de palestinos e israelíes. Y en el caso de que Israel lograse la total aniquilación o deportación en masa de los gazatíes, la vida de los cristianos en Palestina sería de genocidio dentro de otro genocidio. Algunos cristianos que huyeron se han aventurado a regresar a sus hogares sólo para descubrir que habían sido apropiados por otras familias.

El único dato positivo es la movilización de buena parte de la sociedad israelí contra su gobierno ante la frustración de que Hamás retenga a decenas de rehenes sin que puedan ser localizados ni liberados por el Estado hebreo. Esta ola de indignación dentro de Israel contra la locura destructora de su gobierno puede ser el resquicio por el que vuelva la cordura antes del holocausto final, ante la pasividad del mundo.

Los cristianos de Gaza son un testimonio vivo de fe y de esperanza en medio del sufrimiento y la injusticia. Son una voz silenciosa pero profética que clama por el derecho a la existencia palestina desde el respeto a los derechos humanos y la vivencia del Evangelio en esta situación de exterminio. Son luz que brilla en las tinieblas y que no se deja apagar por el odio ni por el miedo. Ante nuestra desolación hermanada, pidamos a Dios, además de justicia, fortaleza y consuelo para que su luz ilumine nuestras tinieblas occidentales, descomprometidas, insolidarias y vergonzosamente claudicantes.

Volver arriba