Madrid, 2020 noes.

Es muy posible que ya hayamos olvidado lo que nos costó Barcelona 92 y la Expo de Sevilla. Nos costó una crisis profunda de la que solo pudimos salir con la patada a seguir que fue la burbuja del ladrillo aznaril. No fue por casualidad que tras una década de inyectar dinero que no teníamos pidiendo prestado lo que no necesitábamos para obtener lo que no nos hacía falta, nos pasara factura en una recesión que hundió la economía, dejándola en donde estaba justo antes de las euforias deportivas y patrioteras (españolistocatalanas) de la mítica cifra de 1992, mítica y para no celebrar, como su precedente histórico.
Pero no a todos les fue mal en aquella crisis postorgásmica financiera (omnia animalia sunt tristia post coitum), pues lo que todos pagamos en forma de apretarse el cinturón, desempleo y devaluación de la economía, otros lo ganaron en forma de royalties, intereses de préstamos, beneficios inicuos y sobres y más sobres, ya fueran sueldos o propinas. Creo que de todos es sabido que las obras olímpicas se caracterizan por eso mismo, por aumentar olímpicamente el gasto. Lo que se presupuesta en 100 acaba costando 200 o 300 y así se genera un agujero que luego es difícil llenar. Madrid 2020, como antes Londres 2012 o Barcelona 92, son obras deficitarias como país, pero pingües beneficios para las constructoras, empresas de servicios, financieras y demás allegadas a los poderes implantados.


Nos dicen, para acallar las posibles y justificadas protestas por el gasto ingente que requiere un evento de esas características, que el gasto ya está hecho. Se han invertido más de 6.000 millones de euros en Madrid, en obras faraónicas para mayor gloria de los regentes municipales. La famosa Caja Mágica , por ejemplo, ha quedado para eventos como el Máster 1000, sin más uso en todo el año prácticamente. Más de 294 millones invertidos (se presupuestaron 120) para dejarlos ahí parados. Lo que nos hace pensar que los JJ.OO vendrían muy bien como justificación ex post facto: los Juegos harían por bueno el gasto realizado.

Pero lo que seguro que ha sucedido ya y volverá a suceder es que los responsables de organizar, asignar obras y coordinar verán un baile de sobres con distintos volúmenes que acaben, puede ser, cerca de la sede del COI a buen recaudo. Dicho de otra manera, las grandes obras dejan grandes comisiones y generan nuevos ricos que todos pagaremos tras la resaca. Si a Madrid se le conceden los JJ.OO de 2020 es posible que tras la fiesta llegue la depresión y lo que podría ser una ocasión para repensar qué hemos hecho mal, me refiero a eso que llaman crisis, no sea sino un nuevo tropiezo en la misma piedra de la especulación, el derroche, el lujo y los desmanes de seres caídos en la más obtusa estupidez: mantenerse atrapado en la pura inmanencia del goce irrefrenable.

Espero y deseo que no tenga lugar el evento de Madrid 2020, porque sigo amando a este país y quiero lo mejor para él: que transformemos nuestra mentalidad y nos convirtamos a la verdadera austeridad, a la solidaridad y al compromiso de unos con otros. Lo deseo con mucha fuerza, pero mucho me temo que con o sin los JJ.OO volveremos, ya lo estamos haciendo, a las andadas que nos pusieron en el camino de la crisis.

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