¿Hacia la 'Nueva normalidad'?
Si el lector hace una búsqueda en google con los términos 'nueva normalidad' verá que arrojan más de medio millón de entradas. Entre todas esas entradas, las hay que hacen referencia a la psicología de adaptación al cambio, incluso la resiliencia, a la moda, al cambio climático, a la política y, por fin, a la economía. Es esta última la que nos interesa, aunque las otras están muy relacionadas. Siempre que hay una transformación en las formas en las que el sistema económico y social se manifiesta, tenemos todo un aluvión de informaciones, desde distintos ámbitos que lo apuntalan. El término 'Nueva normalidad' hace referencia a una transformación rápida en algún ámbito que ha llegado con celeridad y a la que debemos adaptarnos sin más opciones. Se trata de un proceso casi mecánico al que no podemos oponernos y con el que es mejor estar a bien.
Así, el cambio en los patrones climáticos, el aumento de 2ºC de media de las temperaturas del Planeta, es una realidad a la que simplemente hay que adaptarse, está ahí y nada más. No tiene sentido que nos planteemos qué hacer ni cómo para evitar ese aumento, está ahí y ya está. Lo mismo sucede con la economía y las nuevas reglas sociales que lleva aparejada. No es algo que nosotros podamos modificar, de ahí que debamos adaptarnos a ello. Los ideólogos de la la 'Nueva normalidad' intentan hacernos pensar que es un fenómeno inevitable, como la supuesta crisis, y que por tanto sólo podemos aceptarlos tal como es. Dentro de esta nueva normalidad está incluido el que nos preparemos para unas pensiones escasas y por tanto, a hacer planes de pensiones privados. También lleva aparejado el que la sanidad y la educación no sea universales y gratuitas, haciéndonos comulgar con la privatización sistemática de los sistemas públicos de servicios sociales. Es decir, con el desmontaje del Estado de Bienestar de los últimos 60 años.
Es un proceso que se realiza de forma paulatina y sistemática. Primero se nos impone que el Estado no puede financiar la sanidad o la educación al completo. Con esa premisa y añadiendo un plus de eficiencia, se introducen co-pagos para ir acostumbrando a la gente. Además de los co-pagos, se eliminan servicios que eran sufragados por el Estado y a continuación se procede a legitimar la externalización de servicios. Así, poco a poco, en un decenio o dos, hemos pasado de un sistema público, universal y gratuito a un sistema pseudoprivado, parcial y elitista. No se trata de que el Estado sólo financie algunos servicios para los indigentes, como en Estados Unidos, es algo más perverso. El Estado subvenciona a las élites mientras recorta los servicios al resto de la población. Pongamos por caso la sanidad privada. Alguien que contrata un seguro privado al uso sabe que lo verdaderamente caro del seguro está excluido. Eso, que supone un coste 'inasumible' para el seguro privado, corre a cargo de la sanidad pública. En educación sucede otro tanto. Algunos colegios concertados, que está sostenidos en su totalidad con fondos públicos, cobran mensualidades desorbitadas encubiertas bajo la rúbrica del AMPA. Con esas cantidades se financian los servicios extra que son los que aportan la calidad diferencial con los colegios públicos. Si lo miramos bien, lo que está sucediendo es que el Estado financia la educación elitista de los que la pueden pagar, cuando debería utilizar esos recursos para atender a los centros públicos.
En el campo económico se ha llamado 'Nueva normalidad' a no tener un trabajo fijo, un sueldo suficiente y unos derechos aceptables. La nueva normalidad es que alguien que acabe sus estudios esté hasta los cuarenta años con contratos parciales y sueldos de miseria sin ningún tipo de cobertura social. Estos jóvenes llegarán a la edad de jubilación con unas cotizaciones miserables que no le permitirán unos ingresos dignos. Serán pobres toda su vida, sin ningún tipo de expectativa de estabilidad personal y familiar. Los que tengan más suerte, podrán cotizar 15 o 20 años en condiciones suficientes para que cobren una pensión apenas superior al mínimo vital. Para el resto de los trabajadores, la nueva normalidad es olvidarse de las vacaciones pagadas, abandonar la idea de 40 horas semanales, eso es para los que tengan suerte, y pensar en una vida al día. Los nuevos contratos por obra llevan a que jóvenes de entre 20 y 30 años no puedan acceder al mercado hipotecario ni casi al de alquiler, pues necesitan un contrato fijo y un sueldo determinado para que el banco les dé una hipoteca o simplemente les alquilen una casa.
La sociedad de la 'Nueva normalidad' se está asentado lentamente, pero de forma inevitable. Las nuevas generaciones lo vivirán como lo 'normal', sus padres no lo verán como normal, pero prefieren eso a que no tengan trabajo. Cualquier cosa es mejor que no tener nada. A este paso acabaremos aceptando la esclavitud antes que el hambre. Esta es la nueva normalidad que nos espera si no somos capaces de torcer el rumbo. Va a ser difícil, pues las condiciones son las peores posibles. A la vuelta de unos meses, la gigantesca deuda española, que con Rajoy el austero ha aumentado un 50%, puede llevar a España a las puertas del default, cuando los tipos de interés globales asciendan al ritmo de la crisis china. Si eso sucede, la Troika, como en Grecia, exigirá nuevas medidas de control y la venta de los activos públicos españoles. Cuando eso se dé, la nueva normalidad habrá venido para quedarse, para siempre. Aunque, como decía mi abuelo, no hay mal que cien años dure, ni tonto que lo soporte.
Así, el cambio en los patrones climáticos, el aumento de 2ºC de media de las temperaturas del Planeta, es una realidad a la que simplemente hay que adaptarse, está ahí y nada más. No tiene sentido que nos planteemos qué hacer ni cómo para evitar ese aumento, está ahí y ya está. Lo mismo sucede con la economía y las nuevas reglas sociales que lleva aparejada. No es algo que nosotros podamos modificar, de ahí que debamos adaptarnos a ello. Los ideólogos de la la 'Nueva normalidad' intentan hacernos pensar que es un fenómeno inevitable, como la supuesta crisis, y que por tanto sólo podemos aceptarlos tal como es. Dentro de esta nueva normalidad está incluido el que nos preparemos para unas pensiones escasas y por tanto, a hacer planes de pensiones privados. También lleva aparejado el que la sanidad y la educación no sea universales y gratuitas, haciéndonos comulgar con la privatización sistemática de los sistemas públicos de servicios sociales. Es decir, con el desmontaje del Estado de Bienestar de los últimos 60 años.
Es un proceso que se realiza de forma paulatina y sistemática. Primero se nos impone que el Estado no puede financiar la sanidad o la educación al completo. Con esa premisa y añadiendo un plus de eficiencia, se introducen co-pagos para ir acostumbrando a la gente. Además de los co-pagos, se eliminan servicios que eran sufragados por el Estado y a continuación se procede a legitimar la externalización de servicios. Así, poco a poco, en un decenio o dos, hemos pasado de un sistema público, universal y gratuito a un sistema pseudoprivado, parcial y elitista. No se trata de que el Estado sólo financie algunos servicios para los indigentes, como en Estados Unidos, es algo más perverso. El Estado subvenciona a las élites mientras recorta los servicios al resto de la población. Pongamos por caso la sanidad privada. Alguien que contrata un seguro privado al uso sabe que lo verdaderamente caro del seguro está excluido. Eso, que supone un coste 'inasumible' para el seguro privado, corre a cargo de la sanidad pública. En educación sucede otro tanto. Algunos colegios concertados, que está sostenidos en su totalidad con fondos públicos, cobran mensualidades desorbitadas encubiertas bajo la rúbrica del AMPA. Con esas cantidades se financian los servicios extra que son los que aportan la calidad diferencial con los colegios públicos. Si lo miramos bien, lo que está sucediendo es que el Estado financia la educación elitista de los que la pueden pagar, cuando debería utilizar esos recursos para atender a los centros públicos.
En el campo económico se ha llamado 'Nueva normalidad' a no tener un trabajo fijo, un sueldo suficiente y unos derechos aceptables. La nueva normalidad es que alguien que acabe sus estudios esté hasta los cuarenta años con contratos parciales y sueldos de miseria sin ningún tipo de cobertura social. Estos jóvenes llegarán a la edad de jubilación con unas cotizaciones miserables que no le permitirán unos ingresos dignos. Serán pobres toda su vida, sin ningún tipo de expectativa de estabilidad personal y familiar. Los que tengan más suerte, podrán cotizar 15 o 20 años en condiciones suficientes para que cobren una pensión apenas superior al mínimo vital. Para el resto de los trabajadores, la nueva normalidad es olvidarse de las vacaciones pagadas, abandonar la idea de 40 horas semanales, eso es para los que tengan suerte, y pensar en una vida al día. Los nuevos contratos por obra llevan a que jóvenes de entre 20 y 30 años no puedan acceder al mercado hipotecario ni casi al de alquiler, pues necesitan un contrato fijo y un sueldo determinado para que el banco les dé una hipoteca o simplemente les alquilen una casa.
La sociedad de la 'Nueva normalidad' se está asentado lentamente, pero de forma inevitable. Las nuevas generaciones lo vivirán como lo 'normal', sus padres no lo verán como normal, pero prefieren eso a que no tengan trabajo. Cualquier cosa es mejor que no tener nada. A este paso acabaremos aceptando la esclavitud antes que el hambre. Esta es la nueva normalidad que nos espera si no somos capaces de torcer el rumbo. Va a ser difícil, pues las condiciones son las peores posibles. A la vuelta de unos meses, la gigantesca deuda española, que con Rajoy el austero ha aumentado un 50%, puede llevar a España a las puertas del default, cuando los tipos de interés globales asciendan al ritmo de la crisis china. Si eso sucede, la Troika, como en Grecia, exigirá nuevas medidas de control y la venta de los activos públicos españoles. Cuando eso se dé, la nueva normalidad habrá venido para quedarse, para siempre. Aunque, como decía mi abuelo, no hay mal que cien años dure, ni tonto que lo soporte.