El hombre más riquiño del mundo

Como en el pasaje del Evangelio en el que el rico acostado por la noche sólo piensa en cómo aumentar su riqueza durante el día, nuestro ínclito conciudadano Ortega, de nombre Amancio, no cesa de pensar cómo ser el mucho más rico de todos los ricos, pues ya es, oficialmente, el más rico del mundo según Forbes. 72.000 millones de euros lo avalan. Una cifra que supera por sí sola a la suma de la riqueza de más de la mitad de los países del mundo. Él solo, posee más riqueza que el 10% de la población mundial. Un ser humano, uno solo, tiene más medios de vida que 700 millones de seres humanos, cohabitantes del mismo mundo. Un mundo que en principio no está hecho para nadie en particular, sino que quiso Dios, así lo indica la Sagrada Escritura, que fuera para todos sus hijos. La tierra es mía, dice el Señor. Y, en otro lugar, ¡Ay de los que juntáis casa con casa y campos con campos sin dejar sitio para nadie! Pues, este rico, ya se sabe lo que dice el Evangelio sobre los ricos y el Reino de Dios, junto a sus correligionarios de fe en la riqueza, juntan casas con casas, campos con campos, empresas con empresas, leyes con leyes y dinero con dinero, hasta no dejar sitio para nadie en este mundo. Su desmesura, su hibris, les lleva a no reconocer límites a la codicia. El último reducto para su afán diario es la conciencia de la gente. Porque los poderosos de las naciones las oprimen y se hacen llamar benefactores, como dijo Jesús a sus discípulos. Necesitan que se les alabe por su riqueza, necesitan comprar voluntades.

Cada año, por las mismas fechas que se publica el aumento de su riqueza, el ciudadano Ortega hace coincidir una donación generosa a alguna entidad benéfica, con ello consigue atenuar el efecto que produce su posición de mega rico. Pero, este año se ha superado, su donación ha sido a la misma sanidad pública gallega, desmantelada por las políticas privatizadoras que hurtan el bien común para beneficio de unos pocos. Ha donado 17 millones de euros, el 0,04% de su riqueza. Cualquier asalariado católico medio, que done 3 euros a su parroquia está dando el doble que Amancio Ortega. Así es la desmesura de las cifras. Nos encandilan 17 millones porque lo comparamos con lo que tenemos nosotros (24000 euros de sueldo bruto medio), pero debemos compararlo con lo que tiene el donante. Entonces resulta una cantidad ridícula, es pura y simple calderilla para el ciudadano Ortega, pero una calderilla que le reporta enormes beneficios. Es decir, no es ningún sacrificio para él, al contrario, lo suma a los gastos de publicidad. Es más, lo puede deducir de su declaración de hacienda, pues es una donación benéfica que reduce el 25% de la cuota donada. El ciudadano Ortega sabe muy bien lo que hace. Pero, hay más.
La donación no es gratis. Son 17 millones para financiar el alquiler de equipos avanzados de radiología que la Xunta ha alquilado a dos empresas punteras del sector y que cuesta 11 millones el renting al año. El contrato ha sido firmado por 8 años, por lo que el coste para la sanidad pública será de 88 millones, de los que Ortega financia sólo 17. En último término, este dinero que dona sirve para que la Xunta pueda hacer frente a los primeros pagos del renting y avanza en el proceso de lo que llaman colaboración público privada, que no es otra cosa que una pura y simple privatización de la gestión sanitaria y de los servicios prestados.

Sin embargo, el problema central aquí no es que este señor done poco o que lo done por un interés. Aunque donara el 90% de su riqueza seguiría existiendo el problema de base, que es la injusticia de la creación de esta riqueza. No es lo que da, sino cómo lo obtiene. Su riqueza se basa en dos fuentes principales: de un lado un sistema productivo que aprovecha la falta de legislación en países como Bangladesh o la facilidad para corromper a la administración para producir a precios irrisorios en Europa. Pagar 65 céntimos por día de trabajo da mucho margen de beneficio. Es decir, es un problema de injusticia. Pero, también, es un problema de evadir impuestos. Lo hace legalmente, pero deja de pagar impuestos en España porque lleva parte de sus beneficios a paraísos fiscales. Cuando hace esto, está degradando indirectamente esos servicios públicos a los que ahora dona 17 millones de euros. Esta cantidad no es ni el 1% de lo que se ahorra de pagar al fisco español.

La riqueza siempre nace ensangrentada. Como dijeran los Santos Padres, la riqueza es fruto de la injusticia y no hay manera de salir de ahí si no es acabando con los instrumentos que generan la riqueza. Estos medios son estructuras sociales, políticas y económicas que permiten a unos pocos acaparar lo que es de todos. No es una cuestión de capacidad y oportunidad, como el pensamiento único nos quiere hacer creer. Es una cuestión de injusticia y estructuras de pecado que hay que transformar, pero, primero, hay que transformar nuestras conciencias para que no se dejen encandilar por 17 millones de euros.
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