El robo del bien común

Gowex, la empresa que ofrecía servicios de wifi para ciudades, edificios, congresos, etc., quebró y con ella se vino abajo otra de las falacias del liberalismo imperante: que lo privado es bueno per se. Muchos ayuntamientos, en lugar de procurar ellos mismos los servicios wifi gratuitos en las ciudades, empujados por la (i)legalidad liberal que impera, contrataron los servicios de esta empresa y pusieron en sus mano la gestión de un bien público como es la comunicación, otro más en la larga lista de inmoralidades del liberalismo. En lugar de crear una sociedad de derecho público participada por los implicados: administración, consumidores y empresas, la vulgata liberal exige privatizar todo cuanto se pueda, de modo que la gestión y los beneficios queden en manos de una empresa privada que siempre buscará exclusivamente el lucro, el máximo lucro. Gowex, además, ha sido el ejemplo de una empresa falsa, pues el servicio que supuestamente prestaba no era su verdadera intención, sino generar una pequeña burbuja financiera que le permitiera generar beneficios muy por encima del negocio real.

Esto lo hemos visto con otras muchas empresas que se han dedicado a las inversiones financieras y bursátiles y han abandonado el horizonte de servicio a la sociedad en el que estaban insertas. Cuando una empresa de energía se dedica a invertir en bolsa y hacer operaciones especulativas financieras que le acarrean enormes beneficios económicos, el negocio supuestamente real queda sometido a la especulación y pierde así el derecho a prestar ese servicio. La única manera de legitimar que una empresa privada provea servicios a la comunidad es que lo haga desde la perspectiva del servicio, no del lucro. El beneficio debe ser la consecuencia natural de un servicio bien prestado. Aún así, dentro del modelo neoliberal, las empresas privadas están estructuradas para obtener el máximo beneficio posible. Muchos piensan que si no ofrecieran un buen servicio serían penalizadas por el todopoderoso dios Mercado, pero mediante su control de la política y la corrupción, como el caso Gürtel, vemos que un partido político que gestiona el bien común se pone al servicio de un negocio que perjudica a la sociedad.


La única manera de cambiar esto es cambiar el concepto de propiedad y de servicio a la sociedad. El bien común solo puede ser gestionado por empresas de gestión social y derecho público. No se trata ni de nacionalizar ni de socializar. No es necesario, basta con aplicar la normativa más sensata que ya existe. La forma más eficiente de proveer servicios de telefonía no es que existan varias empresas que lo hagan, es que exista una sociedad pública participada por todos los interesados: administraciones, consumidores, empresas y usuarios, que establezca el terreno de juego y provea el servicio básico. Después, las distintas empresas, subrogadas a esta matriz pública, ofrecerán los servicios al consumidor final. Deben ser muchas empresas para que la competencia sea real y el servicio eficiente. Este modelo, que se parece al capitalismo renano, es el óptimo en estos momentos. Reduce al mínimo los costes y ofrece el mejor servicio posible, asegura el bien común y genera un mercado regulado y eficaz. Lo que tenemos hoy es un oligopolio protegido por el Estado, una suerte de socialismo de ricos que crea beneficios sin eficiencia y eficacia. Dicho en otros términos, la sociedad neoliberal capitalista actual aglutina lo peor del socialismo, control estatal, y lo peor del capitalismo, voracidad egoísta.
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