El viaje de las cigalas
No hay como tomar un ejemplo concreto y sencillo para hacer comprender a alguien como funciona algo mu y complejo. Jesús de Nazaret solía hacer eso con su auditoria. Mediante las parábolas introducía al oyente en la narración, empatizando con los protagonistas y debiendo implicarse en la resolución, como en la archiconocida parábola del buen samaritano: ¿quién se hizo prójimo del caído?, pregunta Jesús, a lo que no cabe más respuesta que una y la consecuencia es ineludible: vez y haz tú lo mismo. Pues bien, yo también voy a poner un ejemplo muy sencillo que todo el mundo puede entender, a menos que ande ya con las entendederas trastocadas por el martilleo mediático.
Hay una cigalas maravillosas, frescas, enormes, que se viven en las costas de Escocia. Allí tienen su habitat natural hasta que suben a un barco, toman un avión y viajan hasta Thailandia para ser maquilladas y empaquetadas. Otro avión las devuelve a Escocia, donde tras su procesado son repartidas por todo el mundo. La mayoría de ellas acaban en las mesas españolas tras haber realizado más de 25.000 km. El valor nutricional no supera las 900 kcal. el Kgr. de peso, pero para poner ese kilo de cigalas en tu mesa ha sido necesario quemar 200 kilos de petróleo y emitir 0,15 toneladas de CO2 a la atmósfera. Por eso, la pregunta que planteo es ¿merece la pena este consumo? De como responda cada uno dependerá el futuro del planeta.
Amén de lo dicho, también hay que tener presente que Findus lleva las cigalas escocesas a Thailandia a pelar y congelar porque allí dispone de mano de obra extremadamente barata y muy dócil. Los turnos de trabajo superan las 12 horas y los sueldos permiten que la elaboración sea manual, aumentando la calidad del producto y disminuyendo los costosos gastos en maquinaria. Por si no es suficiente, en Thailandia no hay que preocuparse por el cuidado del medio ambiente, ni por lo subsidios de desempleo, ni por las huelgas, ni por la factura médica, ni por las pensiones... Nada de eso hay allí. Es un verdadero paraíso para las empresas occidentales. Cuando nosotros comemos estos manjares del mar, estamos también participando de la cadena de destrucción del medio natural, de explotación laboral y de saqueo social que lleva aparejada. Las externalidades del producto son tan grandes, que si pusiéramos en el precio de la cigala los costes laborales no pagados, los costes sociales hurtados, los costes ambientales sustraídos, su precio se multiplicaría por 1000.
He aquí las causas de esta crisis que vivimos. Se trata del modelo de producción y consumo entero, no de una parte de él. Ha sido y es el ánimo de lucro, la avaricia, la codicia y la sinrazón del sistema socioeconómico el que nos ha traído aquí y nada de lo que se está haciendo o diciendo nos saca de él. Al contrario, todas las medidas que se están tomando en España están encaminadas a, ¡oh, ilusos!, regresar al modelo que nos trajo aquí; regresar a la barbarie de los últimos 20 años. Solo cuando cada uno de nosotros responda negativamente a la pregunta anterior y se haga muchas más preguntas como esa, y no acepte lo que los medios dicen, y pierda el miedo a negarse a aceptar lo impuesto, solo entonces habrá alguna luz al final del túnel diferente de la del tren del abismo ecológico que viene de frente.
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