'Mis años con Juan Pablo II', las notas personales de Joaquín Navarro-Valls durante las décadas que trabajó junto al papa polaco Recuerdos de Juan Pablo II

Juan Pablo II y Joaquín Navarro-Valls
Juan Pablo II y Joaquín Navarro-Valls

"Al disfrutar de la lectura del libro póstumo de Joaquín Navarro-Valls, médico y periodista que tanta sintonía tuvo con el papa, me han venido a la memoria muchos recuerdos"

"'Mis años con Juan Pablo II' (Espasa) es la recopilación de notas personales tomadas por Joaquín Navarro-Valls durante las décadas que trabajó con el papa polaco"

"Junto a entrañables anécdotas familiares, brillan los detalles sobre el Vía Crucis recorrido por Juan Pablo II, que no bajó de la cruz a pesar de su evidente deterioro físico"

Un texto, en fin, altamente recomendable, también para quienes, en los últimos tiempos, tan ofuscados se hallan por señalar las carencias de ese pontificado

Corría el mes de septiembre de 1989. Sonó el teléfono de mi casa en Roma, ciudad en la que llevaba residiendo más de un lustro.

-Javier, ¿has llamado varias veces a Stanisław Dziwisz?, me preguntó Joaquín Navarro-Valls con un sesgo de inquietud y sospechosa guasa.

-Efectivamente, Quico (era el nombre con el que le llamábamos amigos y conocidos), le respondí. Y voy a seguir insistiendo hasta que consiga mi propósito…, añadí con una desproporcionada sorna cachazuda propia de ingenuidad juvenil.

-¡Para, por favor, y espera a que yo comente con él de nuevo!, me solicitó quien era el portavoz de Juan Pablo II. ¡No muevas ninguna tecla más hasta que te llame otra vez! Me ha pedido que investigue quién es el pertinaz español que pretende un imposible.

La historia era la siguiente: mi padre, Enrique Fernández Peña, catedrático y socio de una de las grandes firmas auditoras, acababa de publicar en España su enésimo libro: Diccionario de Auditoría.

Mi progenitor tenía intención de viajar con mi madre a la capital italiana y se le había metido entre ceja y ceja entregar un ejemplar de su obra al Romano Pontífice y a otros destacados personajes eclesiásticos y civiles. Me había retado días antes:

-¡A ver si logras una audiencia privada con el papa!

No fue el único desafío que me planteó, pero hoy me centro en éste.

Ni corto ni perezoso marqué el número del vaticano y solicité hablar con el secretario personal del obispo de Roma. Lo conseguí al segundo o tercer intento. Al trasladarle mi propósito, don Stanisław inquirió:

-¿Cuántos meses van a permanecer sus padres en Roma?

-Tres días, respondí. El primero llegan por la tarde y el tercero regresan a España pronto por la mañana.

Con educación excelsa me hizo aterrizar:

-Mire, hay quienes pasan meses esperando una oportunidad. Lo que usted me plantea es inviable.

Tras colgar el teléfono, acudí a pedir consejo a un encumbrado amigo de origen francés -cuando escribo estas líneas sumamente conocido-, que me recomendó insistir. Así lo hice, con idéntico resultado.

La llamada de Quico Navarro-Valls me había pillado revisando mi agenda y a punto de volver a la carga por otras vías, a saber, personalidades que había ido conociendo en mis años romanos: el jefe de la guardia suiza, un cardenal, un alto directivo de una universidad pontificia…

No fueron necesarias nuevas gestiones, porque, al poco, Quico me confirmó que seríamos recibidos tras la misa matinal a la que estábamos invitados. En efecto, pocas jornadas después, mis padres charlaban en audiencia privada con quien hoy es san Juan Pablo II.

Esos recuerdos y muchos más que ahora soslayo me han venido a la memoria al disfrutar de la lectura del libro póstumo de ese médico y periodista que tanta sintonía tuvo con el papa -¡un coloso para muchos!- de nuestra juventud y madurez.

“Mis años con Juan Pablo II” (Espasa) es la recopilación de notas personales tomadas por Joaquín Navarro-Valls durante las décadas que trabajó junto al papa polaco. La obra no desvela ningún arcano. Manifiesta, más bien, con infinidad de detalles la confianza mutua entre los dos y, sobre todo, la humanidad de un titán que predicó el evangelio por todo el orbe, encaró a los poderosos, contribuyó decisivamente a la caída del muro de Berlín, a la liberación de numerosos países del comunismo y culminó innumerables cimas intelectuales y montañeras.

Junto a entrañables anécdotas familiares brillan los detalles sobre el Vía Crucis recorrido por Juan Pablo II, que no bajó de la cruz a pesar de su evidente deterioro físico. Un texto, en fin, altamente recomendable, también para quienes, en los últimos tiempos, tan ofuscados se hallan por señalar las carencias de ese pontificado. Si las hubo, no fueron por mala voluntad, sino porque vivimos en un entorno imperfecto hasta que traspasemos el umbral de la eternidad.

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