Triduo Pascual 2024 Pascua: El Viviente, fuente de vida
Comentario al evangelio del Domingo de Pascua de Resurrección (Jn 20,1-9)
| Hanzel J. Zúñiga Valerio
La fe de los primeros seguidores/as de Jesús no encontró en la cruz lógica alguna. No podía comprender como el Profeta que proclamaba el Reino de Dios terminara agraviado y torturado en un madero. Fue absurdo ver a aquél que reflejaba el Rostro del Padre desfigurado y humillado. Pero, rumiando las escrituras, llevando su proceso de duelo y viéndose asaltados por encuentros inesperados se comenzaron a dar cuenta de que Dios había actuado de una forma inédita, había actuado "cuando todavía estaba oscuro" (v. 1).
El texto del cuarto evangelio que hemos escuchado nos transmite tres reacciones diferentes ante la muerte: (1) la de María Magdalena, quien apasionada como siempre, no puede despegarse de su Maestro y lo busca incesantemente, necesita la cercanía de su cuerpo para procesar el dolor; (2) la de Pedro, quien se había refugiado lejos del sepulcro con los demás discípulos, por dolor, sí, pero también por miedo y resignación; (3) finalmente la del "discípulo amado" quien tiene miedo igualmente, está distante con los demás, pero está expectante. Los tres, al ver el sepulcro vacío, reaccionan: una busca ayuda para comprender, otro no entiende nada y el tercero cree. La comunidad joánica resalta el valor de quien cree sin necesidad de ver (véase el relato de Tomás en Jn 20,24-29), no obstante, las dudas de Pedro también reflejan la fe de la Iglesia que no está inmune al miedo y a las consecuencias que este trae consigo. El problema no es dudar o temer, sino vernos paralizados y no correr como Pedro corrió. Más aún, la fe de la Magdalena es tan insistente que logra tocar a Jesús primero, que logra encontrarse con él y abrazarle antes que ninguno de los discípulos varones. Ella refleja lo que la fe en la resurrección debe despertar en nosotros: frente al miedo que entume, el amor arrebatado puede derrotar toda forma de muerte.
Lo que podemos aprender del "discípulo amado" está en el hecho de que entra en la lógica de la vida en el silencio de su interioridad. Es un camino diferente al de Pedro y al de María, pero son todas sendas válidas porque el Resucitado se hace el encontradizo en cualquier circunstancia, lo importante es validar las diferencias, comprender los distintos modos de reacción: "El Viviente no se impone, no avasalla, no se muestra en boato y esplendor, va a ir conduciendo a los suyos para que cada uno haga su 'camino de Emaús' a su modo y manera" [1].
Si el Viviente para siempre se hace hallar en nuestras sendas de vida, debemos comprender que estas sendas que llamamos "religión" o "religiosidad" no pueden aprisionarlo. Son expresiones de búsqueda y no debemos convertirlas en "pesados fardos" impuestos a los demás (cf. Mt 23,4), sino que deben ser fuentes de creatividad y luz. Al que vive debemos buscarlo fomentando espacios de vida: "Si queremos encontrarnos con Cristo resucitado, lleno de vida y de fuerza creadora, lo hemos de buscar no en una religión muerta [...] Al que vive no lo encontraremos en una fe estancada y rutinaria, gastada por toda clase de tópicos y fórmulas vacías de experiencia, sino buscando una calidad nueva en nuestra relación con él y en nuestra identificación con su proyecto" [2].
Si los cristianos/as afirmamos la resurrección es porque afirmamos la vida en contextos de muerte: denunciamos la guerra, la barbarie y desigualdad. Gritar la Pascua es decir con voz solemne "Resucitó de veras, mi amor y mi esperanza" [3], pero cuando ese grito se refleja cotidianamente. La muerte no tiene la última palabra cuando realmente encarnamos a un Jesús que enamora y seduce por un estilo de vida que no necesita de palabras. Más bien, con gestos concretos, esta forma de vivir nos hace apartarnos de la negatividad y, frente al rencor, construye oportunidades de reconciliación.
Como canta el Exultet o Pregón Pascual, el antiquísimo himno entonado desde el s. IV la noche de Pascua, "¡Esta es la noche en que Cristo ha vencido la muerte!" [4], sí, y nos corresponde a quienes verbalizamos esta melodía concretizarla haciendo presente al que Vive y hace vivir en todo momento.
Referencias
[1] Catalá, T. - Mollá D., Pasó haciendo el bien, Bilbao: Mensajero, 2023, p. 50.
[2] Pagola, J. A., El camino abierto por Jesús. Juan, Madrid: PPC, 2012, p. 230.
[3] Secuencia Pascual del Domingo de Resurrección.
[4] Pregón Pascual de la Solemnísima Vigilia Pascual.