Libertad o esclavitud

La precariedad ha dejado de ser un período de tránsito para convertirse en una condición del existir de la mayor parte de los venezolanos. El populismo y la manipulación, unidos a la falta de escrúpulos y de normas éticas que sirvan de cortapisa o de control de quienes ejercen el poder, han hecho más difícil, por no decir imposible, que disminuya la pobreza y la desigualdad. Todos los indicadores negativos que miden el comportamiento social ponen a nuestro país en los últimos lugares. Con todo, se sigue ofreciendo para un futuro incierto la superación de los males que se achacan al pasado para construir un castillo de naipes que se llama socialismo del siglo XXI.

La dignidad humana se pisotea sin piedad, generando una percepción de impotencia que conduce a estados de ánimo nada deseables. Se manipula la necesidad y el estado-gobierno se convierte en el rico Epulón que deja caer algunas migajas para las urgencias de la gente. La libertad se ve limitada por la necesidad y como Esaú, por un plato de lentejas, se vende la dignidad para sobrevivir. No hay nada más denigrante que las miles de colas para mostrar un carnet o recibir una bolsa de comida, por ser fiel seguidor de quienes reparten lo que no es suyo quedándose con la mejor parte del botín.

El mensaje evangélico, potenciado por la prédica del Papa Francisco nos recuerda que los precarios, los que están en las periferias existenciales, son los destinatarios preferentes de la buena noticia del reinado de Dios. Acusar a la Iglesia de meterse en política por denunciar o apoyar a los más necesitados, es un subterfugio de quienes no están dispuestos a que se les señale ninguna deficiencia moral, pues no tienen otra ética sino la que favorece el disfrute omnímodo del poder.

Escoger entre ser libres o esclavos ha sido tentación permanente en la especie humana. Los israelitas se rebelaron contra Moisés por las precariedades del desierto, prefiriendo la esclavitud y las cebollas de Egipto a su nueva condición. Cuando la libertad se ve constreñida, además, por las amenazas y el miedo, genera una parálisis en el comportamiento personal y social que fue la que le permitió a Hitler, Stalin, Mao y los grandes dictadores y sátrapas de la historia mundial reciente llevar sus respectivos pueblos al caos y la sumisión.

La búsqueda incesante y constante de los venezolanos en buscar una solución pacífica y dentro del marco constitucional, no sólo no es un delito, sino más bien una gran virtud. Ser conscientes del robo de derechos inalienables, como son los de opinar y manifestar, los de exigir que se cumplan las leyes, como en el caso de las consultas refrendarias y elecciones regionales del año pasado.

Cardenal Baltazar Porras Cardozo
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