Un gesto que salva vidas

El nuevo presidente de la FIFA, el suizo Gianni Infantino, tras varios intentos logró localizar a una mujer serbia que hace 46 años le salvó la vida gracias a una transfusión de sangre cuando era un recién nacido.

El presidente de la Federación Internacional de Fútbol relató que nació con una extraña enfermedad y que necesitó una transfusión de sangre de un grupo muy raro, Rh nulo, del que apenas hay unas decenas de personas en todo el mundo. Milica Mucalica, una serbia de Belgrado que ahora tiene 80 años fue una de las donantes.
Mucalica no dudó en donar su sangre cuando recibió una llamada de un médico serbio que le comunicó que un niño suizo necesitaba su sangre para sobrevivir. Casi medio siglo después ha recibido una invitación de Infantino para que vaya a conocer la sede de la FIFA en Zurich.

El médico de cabecera de Luis XIV, el francés Jean-Baptiste Denys realizó en 1667 la primera transfusión de sangre de la historia. El beneficiario fue un joven de 15 años. A pesar de que la transfusión se realizó con sangre de oveja, el joven logró sobrevivir.

Desde aquella lejana fecha, el descubrimiento de los grupos sanguíneos y la experiencia de las transfusiones sanguíneas han convertido la donación de sangre en una práctica común y exenta de peligro. Gracias a ella son incontables las personas –como Infantino- que se salvan, víctimas de las guerras, de los accidentes de tráfico o de enfermedades que requieren este tratamiento.

El carácter voluntario ha convertido estas donaciones en un ejemplo muy claro de solidaridad entre las personas. Cada año son muchas las que procuran dar sangre para que, descompuesta de sus elementos, pueda guardarse en los hospitales para atender los casos que se presenten.
Dar sangre –dice uno de los lemas de las campañas que se hacen al respeto- es dar vida. Así lo entienden quienes generosamente se la dejan extraer y los afortunados receptores.

Para un cristiano tiene una significación añadida. Basta leer la Biblia para advertir que ya en el Viejo Testamento se vertía sangre de corderos, aves y otros animales en los sacrificios religiosos. Hasta que con Jesucristo, que dio su sangre por nosotros, llegó el único y verdadero sacrificio, la entrega de su vida por amor redentor a la humanidad.

Cuando vayamos a donar sangre pensemos en estas personas desconocidas, a las que podemos ayudar. Es un gesto humanitario y a la vez cristiano, porque Cristo es el modelo de amor a los demás.

† Jaume Pujol Balcells
Arzobispo metropolitano de Tarragona y primado
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