El blog del cura

No conozco personalmente a este mozallón con pinta de “oso” y, sin la más leve duda, una dotación testicular de hierro forjado. Primero sale del armario (o de la sacristía, o de donde rayos estuviera antes) montando un cristo impresionante, y nunca mejor dicho. Luego arrostra sin pestañear una cruel sucesión de sanciones eclesiásticas que lo dejaron, en sentido estricto, en la puñetera calle, pero ni un solo segundo perdió ni la dignidad ni el buen humor.
Me lo decía por teléfono: “Por ser gay y decirlo, me suspenden a divinis unos señores que, por suerte para ellos, no pueden hacer otro tanto consigo mismos, y por los mismos motivos”. Sabe muy bien de qué y de quiénes está hablando. Como ocurre en el Ejército –ahí está Sánchez Silva para dar fe–, en la Iglesia hay homosexuales a punta de pala. Pero, salvo dos o tres, están todos metidos en lo más recóndito del confesonario.
Nadie tiene, a fecha de hoy, los cataplines y la honestidad personal de Mantero o del mallorquín Jaume Santandreu. Ahora que el temible papa Ratzinger ha prohibido que a los gays se les deje entrar en el Seminario, un canónigo amigo me decía hace poco: “Menos mal que no van a aplicar la medida con efecto retroactivo. Si echasen a los gays que ya están dentro de la Iglesia, el Plenario de la Conferencia Episcopal podría reunirse en la salita de mi casa. Y sobraría sitio”.
Después de un calvario personal que lo dejó poco menos que en la miseria; después de ver cómo tantos antiguos compañeros le daban la espalda y le retiraban el saludo en público (“sepulcros blanqueados” llamaba a eso Cristo), y después de sufrir desprecios, caridades y denuestos sin cuento, que nunca lo doblaron ni lo tumbaron, Pepe Mantero tuvo la osadía de aceptar un “blog” en una conocidísima y muy visitada página de internet. Era lo que le faltaba.
Ya saben lo que es eso de los “blogs”. Tú, con tu nombre y hasta con tu foto, escribes lo que te parece y lo cuelgas en la Red. Luego llegan los lectores, que se ocultan siempre detrás de un nickname o seudónimo, y al principio te contestan, luego se ponen a discutir entre ellos y al final el asunto acaba en una zapatiesta insufrible y aburridísima que apenas interesa a nadie más que a quienes participan en ella. La técnica, invariablemente, es el in-sulto.
Los “blogs” han logrado algo inaudito: que cualquier gilipollas con ordenador y ADSL quede elevado, automáticamente, a la categoría de columnista, de articulista de opinión en medios de comunicación. Quienes escribimos en los periódicos sufríamos, hasta ahora, un proceso darwiniano de selección natural: te llamaban del periódico para escribir en él porque les interesaba tu forma de pensar, tu manera de decir las cosas, tus conocimientos. Y si dejabas de interesarles o te volvías un plomo, pues te echaban y en paz.
Naturalmente, no llamaban a cualquiera. Para escribir en Prensa hay que tener una cierta preparación y no poca experiencia, lo mismo que hay que tener ambas cosas para operar a alguien de la próstata, para pilotar un Airbus, para construir un puente o para tocar el clarinete en la Banda Municipal. Eso no se lo dejan hacer a cualquiera en nombre de un ilusorio, enloquecido e inexistente “derecho democrático a la opinión y a la libre expresión”.
La libertad de expresión no consiste en que cualquiera pueda escribir en los periódicos con rango de columnista. Eso es un disparate. Es como si se reclamara el derecho democrático a la libertad de operación cardiovascular. Eso no existe, por fortuna. Los lectores, desde que la Prensa existe, se han expresado a través de las “Cartas al director” –de las que han salido no pocos y nada malos columnistas–, y esas cartas deben ir siempre firmadas con el nombre, los apellidos, el DNI, la dirección y el teléfono del remitente. Esas cartas pasan un filtro que evita rigurosamente el insulto, la vejación gratuita, la mendacidad y la babosería.
El “blog” es todo lo contrario: cualquiera puede replicar al columnista en su misma página, en tiempo real, sin apenas límite de espacio, por lo general sin filtro de ningún género y desde luego sin que se sepa quién es el que contesta, lo cual es, sencillamente, una invitación a la canallada y a la barbarie. Invitación que, invariablemente, tiene mucho éxito.
Eso es algo que sabe como nadie el padre Mantero. El hombre escribe bastante bien, se le nota la pasión en lo que dice y, encima, es cura y gay: creo que está claro que sus opiniones serán interesantes para mucha gente, lo mismo cuando escribe sentidísimas “homilías” navideñas que cuando le mete el dedo en el ojo a tales o a cuales clérigos por su homofobia. Pero eso da igual. El “blog” de Mantero es lo más parecido que he visto en mi vida al serpentario del Zoo de Madrid. Lo más casposo, lo más cutre y halitósico del facherío es-pañol se pasa por ese “blog”, día sí y día también, no para debatir; no para decir lo que piensan sobre lo que escribe Mantero. Qué va.
Se pasan por allí para dejar sus toneladas de mierda escrita, sus sartas de injurias, los insultos más soeces, las groserías más repugnantes. Y, esto desde luego, adobado todo con el catálogo completo de faltas de ortografía. Eso da la justa medida de la altura intelectual de esa partida de hideputas que tiran la piedra y esconden la mano. Con las opiniones de Pepe Mantero se puede estar de acuerdo o no, como con las de cualquiera. Pero los comentarios “anónimos” de ese foro dan, en el noventa por ciento de los casos, vehementes ganas de vomitar.
¿Nunca se sabe quiénes son? Pues no es fácil saberlo, pero tampoco imposible. No he hablado con Mantero, pero uno sabe dónde enredar y ya tiene claro que detrás del seudónimo Gandalf trata de ocultarse un abyecto miserable, cura de la diócesis de Huelva, que, según se dice, habría requerido de amores a Mantero alguna vez… con ningún éxito. Ahora entra en el “blog” todos los días para llamarle maricón, y eso es lo más cariñoso que le llama. Peppus, Jatxondon, Fernando, Edmund, Uribarri, Anarico, Roshomon (un comentario reciente de esta lumbrera del pensamiento hispano: “Baba la que chorrea por tu culo apestoso. ¡Maricón!”) y otros muchos, pléyade de intelectuales ponderados y respetuosos como ninguno, son los que alimentan día tras día ese estercolero protagonizado por Mantero con la intención de que fuese algo muy distinto.
Me consta por terceras personas que lo está pasando mal, que a veces tiene ganas de tirar la toalla y cerrar el “blog”. Yo creo que no debe hacerlo. Mantero hubiese sido un buen soldado de los viejos Tercios españoles: se ha especializado en poner picas en Flandes. El buen Pepe tiene que saber que, como dice el viejo proverbio periodístico, “a las palabras se las lleva el viento, pero lo escrito queda”. Él está consiguiendo dos cosas que a mí me parecen importantes. La primera, dejar claro de qué madera está hecho él, cómo es él: un tipo, ya dije, apasionado, a veces romántico, otras veces con lengua muy peligrosa, pero de alma grande, generoso, combativo, tenaz y limpio de corazón.
La segunda, hacer ver qué clase de gente es la que le insulta. Pasen por ese “blog” (está en religiondigital.com) y podrán comprobar ustedes mismos qué calaña se alberga en los autotitulados defensores de la fe católica, en los guardianes de las esencias, en los paladines el espíritu evangélico. Esa nidada de escorpiones no se da cuenta de que, de aquí a diez, quince o veinte años, es probable que sociólogos, historiadores o estudiosos recurran a esos párrafos apestosos para ponerlos como ejemplo cuál era el pensamiento de la ultraderecha (religiosa y de cualquier otro género) de estos tiempos de ahora, cuando salía el tema de la homosexualidad. Lo escrito queda, repito.
Creo que en ningún caso puede pensarse que esas “opiniones” defecadas en el “blog” de Mantero con tan poca ortografía (algunos hasta hacen versitos) reflejen, ni por lo más remoto, el sentir mayoritario de la sociedad, ni siquiera de la sociedad cristiana, sobre la homosexualidad o sobre los curas gays. Mantero está haciendo, una vez más, de pararrayos, está atrayendo sobre su cabeza (una cabeza muy bonita, por cierto) la bilis de lo más talibanero y orinante de los fachas hispánicos.
No me cabe la menor duda de que, a poco que se difundiera ese “blog”, numerosísimos católicos conservadores honestos se pondrían rápidamente a revisar dónde están, detrás de quiénes caminan cuando salen a dar voces a la calle por esto o por lo otro. Mantero está logrando que salga a la luz, por escrito, lo peor de la boñiga del integrismo nacionalcatólico. Eso es todo un triunfo: ya sabemos lo que piensan. Ahora, que cada cual mire a ver qué hace y por quién se siente representado.
Así que no te canses, Pepe. Sigue ahí con tu “casulla de San Ildefonso”. La gota de agua, tenaz, acaba por partir en dos la piedra sobre la que cae. Bien lo sabemos los gays, de toda la vida.
Y feliz año nuevo.Luis Algorri (Odisea).