"La Iglesia se está dejando la piel por la sociedad, pero la gente no lo sabe, porque no lo da a conocer" ¿Por qué la sociedad española se sigue preguntando dónde está la Iglesia en esta pandemia?
"Incapaz de romper el techo de cristal de los grandes medios, la institución corre el riesgo de no formar parte del nuevo contrato social"
“No se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín”
"Son los 'sanitarios del alma', a los que nadie aplaude, pero ahí están aportando consuelo y esperanza. Hasta los obispos se están volcando, con todo tipo de iniciativas. Tanto espirituales, como solidarias"
"El trigo de la solidaridad y de la misericordia abunda en la Iglesia, pero, como no se da a conocer, permanece oculto"
"¿Qué le falta, pues, a la Iglesia española en este momento? Una gran campaña nacional, que ponga en valor lo muchísimo que está haciendo y que pase el cepillo entre sus fieles para contribuir a las necesidades del pueblo, especialmente de los más necesitados"
"A la Iglesia le hace falta un 'Iván Redondo' a la católica, un dircom que conozca a los periodistas, coma con los directores de medios, busque (y encuentre) líderes que participen en las tertulias, que generen información, que vuelvan a colocar a la institución en la agenda de los medios"
"El tiempo apremia, pero todavía estamos a tiempo. Testigos y testimonios abundan. ¡Denlos a conocer, por favor!"
"Son los 'sanitarios del alma', a los que nadie aplaude, pero ahí están aportando consuelo y esperanza. Hasta los obispos se están volcando, con todo tipo de iniciativas. Tanto espirituales, como solidarias"
"El trigo de la solidaridad y de la misericordia abunda en la Iglesia, pero, como no se da a conocer, permanece oculto"
"¿Qué le falta, pues, a la Iglesia española en este momento? Una gran campaña nacional, que ponga en valor lo muchísimo que está haciendo y que pase el cepillo entre sus fieles para contribuir a las necesidades del pueblo, especialmente de los más necesitados"
"A la Iglesia le hace falta un 'Iván Redondo' a la católica, un dircom que conozca a los periodistas, coma con los directores de medios, busque (y encuentre) líderes que participen en las tertulias, que generen información, que vuelvan a colocar a la institución en la agenda de los medios"
"El tiempo apremia, pero todavía estamos a tiempo. Testigos y testimonios abundan. ¡Denlos a conocer, por favor!"
"¿Qué le falta, pues, a la Iglesia española en este momento? Una gran campaña nacional, que ponga en valor lo muchísimo que está haciendo y que pase el cepillo entre sus fieles para contribuir a las necesidades del pueblo, especialmente de los más necesitados"
"A la Iglesia le hace falta un 'Iván Redondo' a la católica, un dircom que conozca a los periodistas, coma con los directores de medios, busque (y encuentre) líderes que participen en las tertulias, que generen información, que vuelvan a colocar a la institución en la agenda de los medios"
"El tiempo apremia, pero todavía estamos a tiempo. Testigos y testimonios abundan. ¡Denlos a conocer, por favor!"
"El tiempo apremia, pero todavía estamos a tiempo. Testigos y testimonios abundan. ¡Denlos a conocer, por favor!"
José Manuel Vidal , Jesús Bastante
"Como dice una sabia amiga mía, Reyes Hernández, yo no veo que la Iglesia esté haciendo nada solidario en estos momentos tremendos. Aportad edificios, dinero, apoyo, algo, por favor. Sois el colectivo más invisible en esta crisis". La que definía, así, de un tuitazo, la labor de la Iglesia ante la pandemia es Rosa Montero, una escritora y columnista de prestigio. ¿Responde su observación a una apreciación personal anticlerical o se hace eco del común sentir de la sociedad española?
De hecho, unos días antes, el periodista Jorge Jiménez Meseguer, escribía, en El Periódico, una columna titulada “¿Dónde está la Iglesia?” que concluía así: “La Iglesia tiene una oportunidad para predicar con el ejemplo y poner en práctica el mensaje que transmite a sus feligreses. Iglesia, es tu turno”. Más rotundos fueron el Gran Wyoming en El Intermedio, o Javier del Pino, en A vivir que son dos días (cadena Ser, el programa más escuchado de España los fines de semana), que acusaban a la Iglesia católica de mirar hacia otro lado ante el sufrimiento de la gente.
Wyoming reflexiona sobre el papel que está teniendo la iglesia: "No creo que se derrote al coronavirus rezando" #elintermediosofáhttps://t.co/laphux60kH
— laSexta (@laSextaTV) April 9, 2020
Todos los que pertenecemos a la institución eclesial y, todavía más, los que trabajamos en una plataforma privilegiada de información como la nuestra, sabemos que gente de Iglesia, a todos los niveles, se está dejando la piel en esta pandemia. Y no sólo Cáritas (que también), sino muchos cristianos de a pié, muchos voluntarios de todo tipo de asociaciones o cantidad enorme de miembros de cofradías y hermandades, que, este año, se han visto obligados a procesionar por dentro y hacer de verónicas y cirineos con los hermanos más necesitados de ayuda.
Y lo mismo se puede decir de la jerarquía de la Iglesia. Cantidad de curas están ofreciendo todo tipo de ayuda (desde comida, a acompañamiento telefónico o consuelo espiritual) en sus parroquias de barrio o de pueblo. Muchas veces, son las únicas puertas abiertas a las que la gente puede llamar. Y siempre cumpliendo con las indicaciones de las autoridades, celebrando en privado o vía Internet, para evitar contagios. Y de hecho muchos sacerdotes están cayendo en el surco de la pandemia. La mayoría, infectados. Algunos, fallecidos. El número exacto de estos últimos no se sabrá hasta el final del confinamiento, pero se calcula que puede rondar la centena. Son los 'sanitarios del alma', a los que nadie aplaude, pero ahí están aportando consuelo y esperanza.
Todos se están volcando. ¿Quién lo ve?
Hasta los obispos se están volcando, con todo tipo de iniciativas. Tanto espirituales, como solidarias. En algunas diócesis han puesto en marcha todo un rosario de medidas para convertirse realmente en iglesias-hospital de campaña. Es cierto que algunos obispos (los tres o cuatro de siempre) se han enrocado en el puro espiritualismo de las bendiciones. Obispos, como el de Alcalá, monseñor Reig, que se subió al campanario de su catedral para bendecir a la ciudad con el Santísimo. Una bendición que puede consolar espiritualmente, pero que no se puede quedar sólo en eso y tiene que plasmarse en el iter de la parábola del Buen Samaritano: recoger, cuidar, pagar, acompañar a la 'carne de Cristo' tirada en la cuneta de la vida.
Desgraciadamente y dada la espectacularización de los grandes medios de comunicación, los curas y obispos bendiciendo sus pueblos y ciudades son las únicas noticias eclesiales que salen en las televisiones. Y todo lo demás se queda oculto y sólo se conoce en el jardín eclesiástico y, por lo tanto, no llega a la sociedad en general, que nos sigue viendo a los creyentes como los que rezamos, pero no damos trigo ni arriesgamos nada, cuando los sanitarios se están jugando la vida.
Y, como queda dicho, el trigo de la solidaridad y de la misericordia abunda en la Iglesia, pero, como no se da a conocer, permanece oculto. Para no salir en los medios, los eclesiásticos suelen esconderse en la típica frase evangélica de que tu 'mano izquierda no sepa lo que hace la derecha' a la hora de ayudar a los demás. Eso mismo acaba de señalar, desde los micrófonos de la COPE, el presidente de la CEE, Juan José Omella.
En la mayoría de los ocasiones, esta actitud es sinónimo de cobardía, de falsa prudencia, de no querer arriesgar, de que no me señalen, de miedo a testimoniar. Y sin testimonio no hay conversiones ni seducción de la gente hacia el Jesús que también dijo “brille vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas acciones y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”.
O aquel otro consejo del Nazareno: “Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo”.
Si sólo existe lo que sale en los medios, lo lógico es que la Iglesia se plantea ser luz y dar a conocer sus buenas obras. Con naturalidad, sin presumir, pero también sin ocultarlas. Sin hacer proselitismo. Porque le sale de dentro, del núcleo del seguimiento de Jesús que, al atardecer de la vida, no nos pedirá cuentas de las misas que hemos celebrado, sino que nos examinará sólo del amor: “Tuve hambre y me diste de comer...”
¿Qué le falta, pues, a la Iglesia española en este momento? Una gran campaña nacional, que ponga en valor lo muchísimo que está haciendo y que pase el cepillo entre sus fieles para contribuir a las necesidades del pueblo, especialmente de los más necesitados. Como están haciendo todas las grandes empresas e instituciones sociales.
Se está tejiendo un nuevo contrato social. Las empresas y los políticos lo saben y se posicionan. Las instituciones que acompañen en las duras, las reconocerá el pueblo como suyas en las maduras. Las que ahora presenten entrañas de misericordia real y concreta, mañana serán reconocidas como esenciales y necesarias para la gente. En definitiva, la Iglesia tiene que demostrar que cumple su función social. Y, para eso, tiene que darla a conocer.
A la Iglesia le hace falta un 'Iván Redondo' a la católica, un dircom que conozca a los periodistas, coma con los directores de medios, busque (y encuentre) líderes que participen en las tertulias, que generen información, que vuelvan a colocar a la institución en la agenda de los medios. Porque si no, corremos el riesgo de convertir a la Iglesia católica en irrelevante... si no lo es ya.
Que, ¿cómo se hace eso? De primero de periodismo: un gabinete de crisis que diseña una gran campaña nacional de marketing y publicidad, dirigida desde la Conferencia episcopal española a todo el país, a través de los grandes medios de comunicación; una colecta nacional para las víctimas de la pandemia y algunos gestos concretos, como el de donar el sueldo de curas y obispos (y de los católicos que puedan) de un par de meses para los pobres o poner a disposición de las autoridades todo tipo de edificios y locales eclesiásticos. Sólo así la sociedad española “verá las buenas obras” de los católicos y “dará gloria” no a los curas ni a los obispos, sino “a vuestro Padre que está en el cielo”.
El tiempo apremia, pero todavía estamos a tiempo. Testigos y testimonios abundan. ¡Denlos a conocer, por favor!
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