Lo sabes: tu alma es el templo vivo de Dios. Desde hace una buena temporada me viene este pensamiento mucho a la mente.
En mis clases de religión lo repito con frecuencia.
Un amigo mío me contaba de dos sobrinas que se pasaron a la religión de los mormones, porque les habían explicado que en su alma habita Dios. ¡Qué pena! Por lo visto, nunca habían oído hablar de este dogma de fe cristiano! Dijo Jesús: " Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él." Esta verdad de fe tan maravillosa ha hecho a muchas personas cambiar de vida. ¿Cómo siendo yo templo vivo de Dios, voy a estar siempre olvidado de mi Dios y de mi destino eterno? Repite muchas veces esta pregunta en tu interior. Vete poco a poco entrando en relación con este gran amor. Merece la pena.
Cuando uno llega a tomar conciencia plena de esta realidad, se estable entre Dios y el alma una corriente de tal amistad, que puede poco a poco llevarle hasta la santidad.
Yo estoy convencido: Dios nos habla a todos con relativa frecuencia. Pero de un modo muy distinto a las conversaciones humanas. Nos habla con los sucesos providenciales de nuestra vida. Nos habla a través de una buena lectura, de una buena conversación o de un buen ejemplo de una persona. Son las llamadas gracias actuales.
Pero hemos de ponernos a la escucha. Muchas veces no oímos la voz del Señor por estar siempre disipados y sin dedicar unos minutos en silencio a reflexionar sobre lo que nos sucede o pasa a nuestro alrededor. Dios normalmente no se comunica en medio del ruido. Otras veces no se comunica porque nos dominan de tal manera las cosas del mundo que hacemos de ellas nuestro único centro de aspiraciones.
De todos los modos, es muy bueno dedicar todos los días unos minutos a la reflexión y contacto con Dios. Yo suelo recomendar para comenzar: CINCO MINUTOS. Pero con constancia. Por encima de todo.
Por ejemplo leer unos párrafos del Evangelio. Pensar un poco en ellos. Dirigir al Señor alguna breve oración del fondo de tu alma. Esta sencilla práctica puede ayudarte a dar tono a tu vida espiritual y a ser más feliz. Procura hacerlo.
José María Lorenzo Amelibia
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