Año nuevo, amor renovado en la familia

Si la familia que ama es una permanente Navidad, al comenzar al Año nuevo la comunidad familiar tiene que renovar su amor. Por eso, los miembros de la familia, en la noche vieja, descubre y entierra el falso amor. Así en el primer día del Año nuevo, además de los rasgos fundamentales del amor podrá estrenar otros nuevos.

El falso amor, descubierto y rechazado en la noche vieja
Aunque sea en familia, el amar no es fácil por los muchos obstáculos. Bajo la palabra “amor” se oculta (como lobo con piel de cordero) la simple pasión egoísta que para “amarse” necesita “amar” (?) a otro, sea la pareja o los hijos. No le creamos. Se trata de la persona que dice amar pero, en definitiva, utiliza “al otro” (cónyuge, hijo o padre) como objeto y no como persona, para sus fines. Lo instrumentaliza para que “llene” toda o parte de su vida, para que alimente su orgullo, su afán de poseer y su deseo de gozar.
El egoísmo disfrazado de amor. A veces bajo la expresión “te quiero mucho” se esconde el egoísmo sutilmente disfrazado por la actitud posesiva. Es lo que sucede con tantas protecciones de la madre o del padre. En el fondo se da una apropiación de la persona como si fuera patrimonio personal.
Falso el amor cuando falta el sacrificio.
El amor exige sacrificarse por los demás. El amor como la economía afecta a todos los de casa. Cada uno debe aportar su cuota de sacrificio. Inaceptable la actitud de quien espera que el otro le ayude (¡porque es su obligación!) pero a él que nadie le moleste.
El carácter y el ambiente que contagia. Muchos choques y tensiones surgen en la comunidad familiar por la incompatibilidad de caracteres, gustos, criterios y ocupaciones. Según pasan los años es inevitable este fenómeno en la vida familiar. Hay que evitar el desconcierto de lo que no se esperaba, el cansancio o el responder con “la misma moneda”.
Por otra parte, se dan acontecimientos que quitan la paz: los padres llegan nerviosos a la casa del trabajo tenso, los hijos se contagian de las ideas de un amor falso. La contaminación ambiental penetra en la casa que deja de ser un hogar de paz, amor y serenidad.
Los defectos de los esposos y padres. Sus crisis conyugales influyen en todas las relaciones familiares; su inexperiencia les impulsa a educar “para obedecer” pero no para obrar con amor y libremente. Quizás su amor conyugal se enfrió y el trato es duro. Quizás quieren a sus hijos pero “a su manera” y con un trato despótico... Quizás abandonaron la educación o se conforman con lo material, no les dedican el tiempo suficiente, etc.
Los defectos de los hijos. Acostumbrados a recibirlo todo, no aprecian el sacrificio de sus padres. Son desagradecidos y exigentes: creen que lo merecen todo y que nada les debe faltar. Se contagian del ambiente de libertinaje y no admiten el abc de la autoridad. Se consideran con derecho a criticar, pero ellos no admiten el menor reproche porque “atenta contra su personalidad”. Aman más al padre o a la madre que más les consiente y rechazan al que les niega lo que piden. Como jóvenes ignoran que llegó el tiempo de amar con obras concretas, etc.
Y los defectos de los hermanos. Egoístas, cada uno va a lo suyo y no ayudan al más necesitado; ignoran que la “fraternidad” se construye y mantiene con el amor de todos. Fomentan la envidia y abundan las peleas. No corrigen sus defectos que ignoran los padres, etc.

El rostro del amor auténtico vivido en familiaLas familias que logran que sus miembros amen y se sientan amados conseguirán el núcleo de la felicidad y hasta de la perfección. Pero lo difícil es saber dónde se encuentra el verdadero amor. Y más difícil todavía resulta la práctica del auténtico amor en familia.
Como rasgos más importantes del rostro del auténtico amor destacamos:
-ver al “otro” como prolongación de mi persona ¡Yo me veo reflejado en mi hijo, en mi padre, en mi hermano! El “otro” no es un “alguien” que pasa: es mi esposo o esposa, son mis hijos, es mi padre o mi madre, mi nieto o mi abuelo con quien mi vida está unida en la alegría, el trabajo, el dolor o la esperanza;
-sintonía con sus problemas, alegrías y tristezas. Si la otra persona está alegre y triunfa; si el otro-otra sufre, si necesita algo que yo pueda dar……mi “yo” se alegra o entristece. Y ayuda con sacrificio y sin interés alguno;
-deseo de comunicarse cuanto más y mejor. La unión con los seres queridos es una de las alegrías más intensas y que más me hace feliz;
-gozo en el dar y darse. Existe en el amor la dinámica de los vasos comunicantes porque trato al otro como un tú personal a quien doy cosas y me doy como persona; a quien sirvo para hacerle feliz y a la vez me siento feliz. ¡Yo me considero feliz trabajando por su realización y felicidad como sí fuera la mía o mucho más!
-respetar siempre al otro. Se trata de la primera exigencia y del fundamento de todo amor. Hay que dudar del amor de quien viola los derechos del otro;
-perdonar y olvidar. Es lo más difícil. ¡Cuántos divorcios se dan por acumular “pequeñas ofensas”! ¡Cuántas divisiones entre hermanos por no saber olvidar y perdonar las ofensas pasadas!

Para el Año nuevo, otros rasgos del amor en familia
Es difícil establecer una jerarquía entre los rasgos que integran el rostro del auténtico amor. Sin embargo, en otra escala podemos señalar:
-desear lo mejor y gozar con todo lo bueno que posee o le sucede al “otro”;
-ayudar al “otro” en las diversas circunstancias de la vida personal y familiar. Más aún, preferir lo peor para mí y dejar lo mejor para el “otro”;
- ofrecer la confianza y no desconfiar. Ni mostrar indiferencia o “pasar factura” por lo que .hago.
-paciencia ante los defectos. Ama el padre que dedica tiempo a sus hijos, la madre que “aguanta” los defectos de pequeños y grandes, los padres que corrigen sin agresividad o que elogian oportunamente o tienen el don de animar. Aman los hijos que saben pedir perdón por sus ofensas y omisiones; los abuelos que aceptan el “pasar” a una categoría inferior. Aman todos los miembros de familia que con dulzura saben corregir los defectos de los otros, con sacrificio ceden en sus derechos en aras de la unidad y de la paz familiar.
-no poner condiciones. Que el amor sea sin limitaciones. Quien pone condiciones a su amor, no ama, “chantajea”. No exigir que respondan a mis esperanzas o expectativas. El ideal: querer al “otro” con sus defectos y a pesar de sus defectos.
-esforzarse para que el “otro” se sienta querido. La gran pregunta: ¿te sientes querido por mí? No basta con presuponer que existe el amor por el hecho de pertenecer a la misma familia.
-sin esperar la gratitud. El amor interesado no es auténtico amor, es una contradicción. No vale llevar anotado lo que hacemos para pedir cuentas detalladas en el futuro. No se puede regir el amor familiar por una especie de justicia conmutativa. El cristiano sabe la respuesta de Jesús: “vosotros amad a vuestros enemigos, hace bien y prestad sin esperar nada a cambio, así vuestra recompensa será grande y seréis hijos del Altísimo que es bueno con los ingratos y malos” (Lc 6, 34-3 5).
-saber compartir. El amor familiar sabe compartir tristezas y alegrías, pensamientos y sentimientos, éxitos y fracasos, ilusiones y proyectos. También los bienes materiales, sucesos adversos y las mismas tareas domésticas.
¡Feliz año en la familia que progresa en el mutuo amor!
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