Familia que ama, permanente Navidad (3ª condición)

Navidad invita a una vida familiar en paz y amor. Por ello, cuando el amor reina en padres, hijos y hermanos, la Navidad se hace presente. Y cuando el ambiente familiar es de amor, la felicidad reina. Sí, la familia que ama, permanente Navidad. Sí, familia que ama, familia feliz.
Siempre se ha dicho que el amor es el corazón de la familia y la condición imprescindible para una convivencia feliz y en paz Pero no siempre es fácil amar y sentirse amado en familia por las muchas dificultades. ¿Qué hacer para que la convivencia familiar esté animada por el amor auténtico?

El amor, corazón de la familiaEl amor unió a los esposos y mueve a los padres a procrear y educar a los hijos. Cuando los esposos se ven reflejados en los hijos, aumenta la responsabilidad paternal y refuerza el amor conyugal.
En los hijos surge el amor como un torrente de manantial de gratitud filial al contemplar cuanto por ellos hicieron sus padres. También los lazos de sangre entre los hermanos potencia el amor convertido en fraternidad. En definitiva, la familia es una comunidad de relaciones de amor entre padres, hijos, hermanos y abuelos: ¡todos se ven fruto del amor, los unos de los otros!
Sin amor desaparece la familiaQuitemos el amor y la familia se convertirá en un cuerpo sin alma, en un hotel de paso. A lo sumo quedarán unas cuantas personas unidas por intereses y alguna que otra obligación. Y, por el contrario, a mayor amor interpersonal, mayor realización de la misión de la familia.

El amor define lo que es una familia. Afirmó san Juan Pablo II en la Familiaris Consortio: “la esencia y el cometido de la familia son definidos en última instancia por el amor. Por eso la familia recibe la misión de custodiar, revelar y comunicar el amor, como reflejo vivo y participación real del amor de Dios por la humanidad y del amor de Cristo Señor por la Iglesia su esposa” (FC 1 7) “El cometido de la familia es el de formar los hombres para el amor y practicar el amor en toda relación humana” (FC 64)

Amar es la vocación de toda persona. El varón y la mujer han nacido para amar y ser amados. Es su vocación irrenunciable, la energía que Dios infundió en el momento de crearnos. ¡Por ello se explica que toda la Ley del Señor se reduzca a amar a Dios y al prójimo con todas las fuerzas de la persona! Y así se comprende que el cristiano sea verdadero seguidor de Cristo en la medida en que imite su vida de amor. Él, Cristo, fue quien enriqueció a la familia con el sacramento del amor. Los esposos participan de manera especial por el sacramento del matrimonio del amor de Dios y de Cristo. Y poseen una gracia sacramental -gracia de amor- que penetra en todas las relaciones de los miembros de la familia.

El rostro del amor auténtico vivido en familiaLas familias que logran que sus miembros amen y se sientan amados conseguirán el núcleo de la felicidad y hasta de la perfección. Pero lo difícil es saber dónde se encuentra el verdadero amor. Y más difícil todavía resulta la práctica del auténtico amor en familia.
Como rasgos más importantes del rostro del auténtico amor destacamos:

-ver al “otro” como prolongación de mi persona ¡Yo me veo reflejado en mi hijo, en mi padre, en mi hermano! El “otro” no es un “alguien” que pasa: es mi esposo o esposa, son mis hijos, es mi padre o mi madre, mi nieto o mi abuelo con quien mi vida está unida en la alegría, el trabajo, el dolor o la esperanza;

-sintonía con sus problemas, alegrías y tristezas. Si la otra persona está alegre y triunfa; si el otro-otra sufre, si necesita algo que yo pueda dar……mi “yo” se alegra o entristece. Y ayuda con sacrificio y sin interés alguno;

-deseo de comunicarse cuanto más y mejor. La unión con los seres queridos es una de las alegrías más intensas y que más me hace feliz;

-gozo en el dar y darse. Existe en el amor la dinámica de los vasos comunicantes porque trato al otro como un tú personal a quien doy cosas y me doy como persona; a quien sirvo para hacerle feliz y a la vez me siento feliz. ¡Yo me considero feliz trabajando por su realización y felicidad como sí fuera la mía o mucho más!

-respetar siempre al otro. Se trata de la primera exigencia y del fundamento de todo amor. Hay que dudar del amor de quien viola los derechos del otro;

-perdonar y olvidar. Es lo más difícil. ¡Cuántos divorcios se dan por acumular “pequeñas ofensas”! ¡Cuántas divisiones entre hermanos por no saber olvidar y perdonar las ofensas pasadas!
SI AMAMOS, NAVIDAD SE HACE PRESENTE
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