Obstáculos que destruyen la familia
Tanto los obstáculos más difíciles como los mismos ordinarios e inevitables, analizados en los artículos anteriores, debilitan la vida familiar y hasta pueden destruirla. Sin embargo existen otros factores que son decisivos, letales. Así sucede con el adulterio y las causas que influyen para el divorcio.
Conducta que influye en la debilidad o destrucción de la familia Uno de los miembros de la familia, especialmente el padre o la madre, pueden cometer una serie de actos que atentan contra el respeto, la responsabilidad, el amor mutuo y la misma fe de creyentes. Las faltas pueden ser graves o parte de una cadena que termina con la ruptura del vínculo matrimonial.
Faltas graves. El más grave es el adulterio de uno de los cónyuges, la infidelidad en sí misma y peor todavía cuando existe otra familia con hijos y termina con el abandono del hogar. A estas injusticias sigue la violencia física, los malos tratos, el odio mutuo, las mentiras graves, el alcoholismo, la droga, las ausencias injustificadas del hogar, el descuido en la educación de los hijos…
Los eslabones de una cadena Las faltas contra el respeto, la responsabilidad y el amor mutuo forman los eslabones que debilitan los lazos familiares y terminan con la misma familia. Así sucede con las amistades y diversiones extraconyugales, las ausencias injustificadas, los gastos extrafamiliares, diversiones y conversaciones que desaprueba el otro cónyuge; las críticas fuertes y por cualquier motivo, las respuestas agresivas, violentas, orgullosas, de polémica, dominante. Los virus como la excesiva comodidad, pereza, el super-egoísmo, el orgullo, la envidia, pereza, pasividad, avaricia, ambición.. El autoritarismo que anula la libertad de los otros; el libertinaje contra la autoridad, los noviazgos que desaprueban los padres…
Loa criterios exaltados de una y otra mentalidad. La quejas justificadas y repetidas de las esposas, de los esposos, de los padres, de los hijos
La falta de confianza, comunicación ayuda necesaria. Por último: las relacionadas con la fe y el culto, especialmente la blasfemia.
La irresponsabilidad en los esposos.
Las crisis y fracasos conyugales que terminan por destruir la familia son debidos en parte a muchos factores y causas externas. Las decisivas son las irresponsabilidades de los novios, la falta de respeto, la carencia de amor y las imprudencias de padres e hijos.
La irresponsabilidad conyugal se manifiesta en
-una convivencia falsa del amor. Es el egoísmo de dos que se usan e instrumentalizan, la generosidad que cambia el amor en “yo te necesito” y en ”nosotros nos necesitamos”; el “tú personal” se ve suplantado por el personaje del padre o de la madre de mis hijos¸ quien era el todo de la felicidad pasa a ser un “algo” más de la vida familiar; el orgullo oculto durante el noviazgo se quita la máscara y aparece con todo crudeza el afán de poseer y dominar al otro a cualquier precio. Los celos, más que manifestación del amor son la fuerza opresiva de un amor enfermizo.
-la falta de respeto: además del machismo y del feminismo, que afecta a toda la familia, se cometen ofensas y hasta lesiones de los derechos humanos; la omisión de los deberes paternales o maternales es fuente de críticas y conflictos. Como faltas de respeto destacamos la ironía, el ridiculizar al otro en público, las venganzas ocultas o manifiestas, el carácter dominante no controlado, la actitud agresiva que amarga la convivencia, la mala interpretación de las intenciones del otro, el llevar la contraria por sistema, el silencio como represalia, los gestos de malhumor o desprecio continuos, el negar servicios fáciles, etc.,
--el egoísmo y descontrol sexual, que convierten al otro cónyuge en un simple instrumento de placer y a la intimidad conyugal en un acto rutinario carente de amor; asimismo degradan, manchan la conciencia, convierte al débito en necesidad biológica desvinculada de la fecundidad; junto al egoísmo se puede colocar la negación a la intimidad sexual; y junto al descontrol, el adulterio; en ambas situaciones, la sexualidad es fuente de muchos conflictos sexuales.
A todo esto hay que añadir las imprudencias que agravan las crisis inevitables que surgen por razón de los hijos: la madre que se vuelca en los hijos y olvida que es esposa; el trabajo del varón que le ausenta de la mínima convivencia familiar; las dificultades económicas que hacer perder los nervios a la pareja¸ la intromisión de una tercera persona que enfría las relaciones de los cónyuges, et c.
El divorcio, final de la vida familiar.
El final de los eslabones de los conflictos conyugales es el divorcio, máxima expresión de la crisis familiar y como fuente de tantos dramas y fracasos que esconde. El divorcio niega la alianza cristiana e impide la plena comunión eclesial.
Por varios conceptos es incompatible con el proyecto cristiano el proceso de separación y divorcio, aunque sea sin nuevo matrimonio:
-por el daño causado a los hijos: ellos sufrieron durante la crisis conyugal y la separación; ellos padecerán la ausencia educadora del padre o de la madre; pueden sufrir el trauma del cariño posesivo y agresivo de los padres; siempre son las víctimas inocentes y los jueces severos;
-por la infidelidad al compromiso de amarse: aunque los esposos no vuelvan a casarse, han roto una alianza matrimonial, una comunidad de vida y de amor; ellos han separado lo que Dios unió en su matrimonio (cf.M 19,6): no han sido fieles a la promesa de amarse y respetarse “hasta que la muerte nos separe”.
-por la injusticia contra el cónyuge inocente: éste padecerá la infidelidad, el daño de la ruptura, quizás el peso económica de los hijos, el fracaso y la soledad;
-por el antitestimonio de la pareja formado por el conjunto de injusticias, falta de comprensión y odios que llevaron a la separación; o por la actitud de resentimiento, venganza una vez consumado el divorcio o por el escándalo al no permanecer fieles ante los hijos, etc.: Por la guerra fría, el enfoocar la separación por el orgullo, quizás por precipitar la separación que pudo evitarse con más paciencia, diálogo y humildad
Aunque no haya obstáculo para que comulgue el separado, siguen presentes los daños, las injusticias y los antitestimonios cometidos: es la familia destruida con la posibilidad del divorcio y de un nuevo matrimonio (cf. FC 83).
La responsabilidad de cada cónyuge. Puede darse la situación de un cónyuge inocente y que intentó salvar el matrimonio y que el otro sea culpable. Pero lo ordinario es la “cadena”: uno cometió una imprudencia o injusticia, el otro respondió mal y dio ocasión para otra falta mayor.., y así sucesivamente. Quizás sean los dos por igual culpables al cometer la imprudencia de casarse: no era el uno para el otro.
Conducta que influye en la debilidad o destrucción de la familia Uno de los miembros de la familia, especialmente el padre o la madre, pueden cometer una serie de actos que atentan contra el respeto, la responsabilidad, el amor mutuo y la misma fe de creyentes. Las faltas pueden ser graves o parte de una cadena que termina con la ruptura del vínculo matrimonial.
Faltas graves. El más grave es el adulterio de uno de los cónyuges, la infidelidad en sí misma y peor todavía cuando existe otra familia con hijos y termina con el abandono del hogar. A estas injusticias sigue la violencia física, los malos tratos, el odio mutuo, las mentiras graves, el alcoholismo, la droga, las ausencias injustificadas del hogar, el descuido en la educación de los hijos…
Los eslabones de una cadena Las faltas contra el respeto, la responsabilidad y el amor mutuo forman los eslabones que debilitan los lazos familiares y terminan con la misma familia. Así sucede con las amistades y diversiones extraconyugales, las ausencias injustificadas, los gastos extrafamiliares, diversiones y conversaciones que desaprueba el otro cónyuge; las críticas fuertes y por cualquier motivo, las respuestas agresivas, violentas, orgullosas, de polémica, dominante. Los virus como la excesiva comodidad, pereza, el super-egoísmo, el orgullo, la envidia, pereza, pasividad, avaricia, ambición.. El autoritarismo que anula la libertad de los otros; el libertinaje contra la autoridad, los noviazgos que desaprueban los padres…
Loa criterios exaltados de una y otra mentalidad. La quejas justificadas y repetidas de las esposas, de los esposos, de los padres, de los hijos
La falta de confianza, comunicación ayuda necesaria. Por último: las relacionadas con la fe y el culto, especialmente la blasfemia.
La irresponsabilidad en los esposos.
Las crisis y fracasos conyugales que terminan por destruir la familia son debidos en parte a muchos factores y causas externas. Las decisivas son las irresponsabilidades de los novios, la falta de respeto, la carencia de amor y las imprudencias de padres e hijos.
La irresponsabilidad conyugal se manifiesta en
-una convivencia falsa del amor. Es el egoísmo de dos que se usan e instrumentalizan, la generosidad que cambia el amor en “yo te necesito” y en ”nosotros nos necesitamos”; el “tú personal” se ve suplantado por el personaje del padre o de la madre de mis hijos¸ quien era el todo de la felicidad pasa a ser un “algo” más de la vida familiar; el orgullo oculto durante el noviazgo se quita la máscara y aparece con todo crudeza el afán de poseer y dominar al otro a cualquier precio. Los celos, más que manifestación del amor son la fuerza opresiva de un amor enfermizo.
-la falta de respeto: además del machismo y del feminismo, que afecta a toda la familia, se cometen ofensas y hasta lesiones de los derechos humanos; la omisión de los deberes paternales o maternales es fuente de críticas y conflictos. Como faltas de respeto destacamos la ironía, el ridiculizar al otro en público, las venganzas ocultas o manifiestas, el carácter dominante no controlado, la actitud agresiva que amarga la convivencia, la mala interpretación de las intenciones del otro, el llevar la contraria por sistema, el silencio como represalia, los gestos de malhumor o desprecio continuos, el negar servicios fáciles, etc.,
--el egoísmo y descontrol sexual, que convierten al otro cónyuge en un simple instrumento de placer y a la intimidad conyugal en un acto rutinario carente de amor; asimismo degradan, manchan la conciencia, convierte al débito en necesidad biológica desvinculada de la fecundidad; junto al egoísmo se puede colocar la negación a la intimidad sexual; y junto al descontrol, el adulterio; en ambas situaciones, la sexualidad es fuente de muchos conflictos sexuales.
A todo esto hay que añadir las imprudencias que agravan las crisis inevitables que surgen por razón de los hijos: la madre que se vuelca en los hijos y olvida que es esposa; el trabajo del varón que le ausenta de la mínima convivencia familiar; las dificultades económicas que hacer perder los nervios a la pareja¸ la intromisión de una tercera persona que enfría las relaciones de los cónyuges, et c.
El divorcio, final de la vida familiar.
El final de los eslabones de los conflictos conyugales es el divorcio, máxima expresión de la crisis familiar y como fuente de tantos dramas y fracasos que esconde. El divorcio niega la alianza cristiana e impide la plena comunión eclesial.
Por varios conceptos es incompatible con el proyecto cristiano el proceso de separación y divorcio, aunque sea sin nuevo matrimonio:
-por el daño causado a los hijos: ellos sufrieron durante la crisis conyugal y la separación; ellos padecerán la ausencia educadora del padre o de la madre; pueden sufrir el trauma del cariño posesivo y agresivo de los padres; siempre son las víctimas inocentes y los jueces severos;
-por la infidelidad al compromiso de amarse: aunque los esposos no vuelvan a casarse, han roto una alianza matrimonial, una comunidad de vida y de amor; ellos han separado lo que Dios unió en su matrimonio (cf.M 19,6): no han sido fieles a la promesa de amarse y respetarse “hasta que la muerte nos separe”.
-por la injusticia contra el cónyuge inocente: éste padecerá la infidelidad, el daño de la ruptura, quizás el peso económica de los hijos, el fracaso y la soledad;
-por el antitestimonio de la pareja formado por el conjunto de injusticias, falta de comprensión y odios que llevaron a la separación; o por la actitud de resentimiento, venganza una vez consumado el divorcio o por el escándalo al no permanecer fieles ante los hijos, etc.: Por la guerra fría, el enfoocar la separación por el orgullo, quizás por precipitar la separación que pudo evitarse con más paciencia, diálogo y humildad
Aunque no haya obstáculo para que comulgue el separado, siguen presentes los daños, las injusticias y los antitestimonios cometidos: es la familia destruida con la posibilidad del divorcio y de un nuevo matrimonio (cf. FC 83).
La responsabilidad de cada cónyuge. Puede darse la situación de un cónyuge inocente y que intentó salvar el matrimonio y que el otro sea culpable. Pero lo ordinario es la “cadena”: uno cometió una imprudencia o injusticia, el otro respondió mal y dio ocasión para otra falta mayor.., y así sucesivamente. Quizás sean los dos por igual culpables al cometer la imprudencia de casarse: no era el uno para el otro.