Para una ancianidad feliz: 3. amar y ser amado con alegría y paz
Para la felicidad del anciano proponemos: 1º. Buscar nuevas ilusiones; 2º. Aceptar las limitaciones con humildad. 3º Amar y ser amado con paz y alegría. Como los anteriores, el tercer criterio, admite muchas exigencias y manifestaciones que serán concretadas; afronta varios obstáculos que son propios y se enriquece con motivaciones y ayudas que facilitan su realización. Igualmente, este criterio no es igual vivirlo dentro que fuera de la familia, solo que acompañado, con fe o sin fe.
1º El fundamento: la felicidad en la amistadCon una palabra o con otra, la felicidad resume la realización positiva de las personas en sus principales aspiraciones y valores. Ser feliz es el ideal de vida que se esconde en la lucha por conseguir fines totales o parciales. Y lograr la felicidad, liberarse del mal, ser feliz pasándolo "lo mejor posible", gozar de la vida, amar y ser amado, realizarse o salvarse según la propia fe..., son términos que expresan una dimensión básica de la persona.
Es clásico el criterio de San Agustín: "feliz es aquel que tiene todo lo que quiere y nada malo quiere". Será feliz quien posea los bienes vitales y carezca de males...durante el mayor tiempo posible. Para muchos, la felicidad consiste en pasarlo bien y por mucho tiempo con quienes aman y le aman. Integra la felicidad la convivencia en paz, en la alegría compartida, en el mutuo amor y en la colaboración entre los miembros de la comunidad familiar, religiosa o política.
La amistad, mutuo amor. "Sin amigos nadie querría vivir, aunque tuviese todos los demás bienes del mundo" (Aristóteles); "la amistad es lo más bello después de la sabiduría" (Cicerón). Para un cristiano la amistad viene a ser la caridad con todos sus efectos correspondidos (cf. 1 Cor 13, 1-10). ¿Y qué es la amistad? Una donación mutua y desinteresada entre el yo y el tú. En la amistad se da la realización interpersonal como resultado de la libre inclinación, de la mutua comunicación fundada en la simpatía mutua y en los mutuos intereses. Por lo tanto presentamos la amistad como amor mutuo correspondido entre las personas que se ven iguales y fomentan la comunicación de bienes, la afinidad de voluntad y el gusto por compartir cuanto tienen. En la amistad se recorre todo el proceso del amor que arranca del interés para desembocar en el amor desinteresado o amor de benevolencia.
El amor, corazón de la comunidad familiar Por familia entendemos la comunidad de padres, hijos y familiares (aquí entran los abuelos) que se aman y se ayudan mutuamente para su realización personal. Esta realización pide el saber compartir como algo esencial en la familia para distinguirla de un “mini hotel”. Porque en la familia, sus miembros comparten juntos sus intereses y sus vidas con amor; se realizan en el presente y con perspectivas de futuro.
El amor es quien mueve a los padres a procrear y educar a los hijos. Cuando los esposos se ven reflejados en los hijos, aumenta el amor paternal y se refuerza el amor conyugal. En los hijos surge el amor como un torrente de manantial de amor filial al contemplar cuanto por ellos hacen o hicieron sus padres. Los lazos de sangre entre los hermanos potencia el amor convertido en fraternidad. En definitiva, la familia es una comunidad de relaciones de amor entre padres, hijos y abuelos: ¡todos se ven fruto del amor los unos de los otros! Dentro de la comunidad familiar, los abuelos aman con razones propias a los hijos y nietos. Y todos ellos, cuarto mandamiento, ayudan a quienes lo dieron todo y ahora son los miembros más débiles,
Sin amor desaparece la familia Quitemos el amor y la familia se convertirá en un cuerpo sin alma. A lo sumo quedarán unas cuantas personas unidas por intereses y alguna que otra obligación. Y, por el contrario, a mayor amor interpersonal, mayor realización de la misión de la familia. Dicho de otra manera: el fracaso y los dramas familiares provienen por desfigurar el rostro del amor. ¡Sin el oxígeno del amor muere la familia!
El amor define lo que es una familia. “La esencia y el cometido de la familia son definidos en última instancia por el amor. Por eso la familia recibe la misión de custodiar, revelar y comunicar el amor, como reflejo vivo y participación real del amor de Dios por la humanidad y del amor de Cristo Señor por la Iglesia su esposa” (Familiares consortio 17). “El cometido de la familia es el de formar los hombres para el amor y practicar el amor en toda relación humana” (FC 64)
Mucho amor en las relaciones familiares
Las familias que logran que sus miembros se amen y se sientan amados conseguirán el núcleo de la felicidad. Pero lo difícil es saber dónde se encuentra el verdadero amor. Y más difícil todavía resulta la práctica del auténtico amor en familia.
Como rasgos más importantes del auténtico amor destacamos: ver al “otro” como prolongación de mi persona, gozo en el dar y darse, respetar siempre al otro,-perdonar y olvidar, confianza, libertad, sinceridad y diálogo.
Otros rasgos también son importantes
Es difícil establecer una jerarquía entre los rasgos que integran el rostro del auténtico amor vivido en familia. Sin embargo, en otra escala podemos señalar: desear lo mejor y gozar con todo lo bueno que posee o le sucede al otro; ayudar en las diversas tareas de la vida personal y familiar; ofrecer la confianza y no la desconfiaza, el amor y no la indiferencia; la paciencia ante los defectos de los miembros de la familia. No poner condiciones y que el amor sea sin limitaciones que incluye el aceptar los defectos del prójimo. El amor se manifiesta en la aceptación del otro tal y como es; esforzarse porque “el otro” se sienta querido; sin esperar la gratitud. El amor interesado no es auténtico amor, es una contradicción. El amor familiar sabe compartir tristezas y alegrías, pensamientos y sentimientos, éxitos y fracasos, ilusiones y proyectos
¿Por qué desaparece el amor, y, lógicamente, la amistad? Aunque sea en familia, el amar no es fácil por los muchos obstáculos que bloquean el amor y, lógicamente, la amistad. ¿Facores? El falso amor, el egoísmo. el mal carácter y el ambiente que contagia, los defectos de los esposos y padres, de los hijos y de los hermanos…
El amor a Dios suple y completa toda amistadAunque el porcentaje sea mínimo, no faltan ancianos que gozan de la unión profunda con Dios manifestada en:
1-la amistosa comunicación con Dios, creciente, y, en ocasiones, insaciable;
2-la radicalidad de la fe y de la obediencia. De modo especial, cuando aceptan los sufrimientos con humildad, paciencia y en ocasiones, con gratitud;
3-la coherencia en el amor: a Dios y al prójimo según Jesucristo, llegando a respuestas heroicas;
4-la esperanza que provoca ilusión y deseos ardientes de ver-amar a Dios cara a cara. Se sienten como desterrados pero seguros de regresar a la Patria;
5-ejercitan la frecuente presencia de Dios en tareas y relaciones, actuando como si ya estuvieran en el cielo. Consiguen ser ciudadanos de dos Pueblos.
6-experimentan la fascinación por la vida de Jesús y María, místicos y insuperables. También admiración por el testimonio “místico” de otros creyentes, cristiano o no.
Muchos ancianos viven solos, abandonados o rechazados por su familia. No son felices. Pero los que fueron creyentes y conservan la fe, encuentran en Dios, Amor y Amigo, la amistad y el apoyo que les conforta para vivir “felices” con paz y alegría. Siempre, Dios suple y completa toda amistad. En la tierra, y definitivamente en el cielo, el bienaventurado encontrará la total felicidad de amar y de ser amado.
Y CON ESTE ARTÍCULO TERMINA Cómo afrontar los ochenta. Hacia una ancianidad feliz
1º El fundamento: la felicidad en la amistadCon una palabra o con otra, la felicidad resume la realización positiva de las personas en sus principales aspiraciones y valores. Ser feliz es el ideal de vida que se esconde en la lucha por conseguir fines totales o parciales. Y lograr la felicidad, liberarse del mal, ser feliz pasándolo "lo mejor posible", gozar de la vida, amar y ser amado, realizarse o salvarse según la propia fe..., son términos que expresan una dimensión básica de la persona.
Es clásico el criterio de San Agustín: "feliz es aquel que tiene todo lo que quiere y nada malo quiere". Será feliz quien posea los bienes vitales y carezca de males...durante el mayor tiempo posible. Para muchos, la felicidad consiste en pasarlo bien y por mucho tiempo con quienes aman y le aman. Integra la felicidad la convivencia en paz, en la alegría compartida, en el mutuo amor y en la colaboración entre los miembros de la comunidad familiar, religiosa o política.
La amistad, mutuo amor. "Sin amigos nadie querría vivir, aunque tuviese todos los demás bienes del mundo" (Aristóteles); "la amistad es lo más bello después de la sabiduría" (Cicerón). Para un cristiano la amistad viene a ser la caridad con todos sus efectos correspondidos (cf. 1 Cor 13, 1-10). ¿Y qué es la amistad? Una donación mutua y desinteresada entre el yo y el tú. En la amistad se da la realización interpersonal como resultado de la libre inclinación, de la mutua comunicación fundada en la simpatía mutua y en los mutuos intereses. Por lo tanto presentamos la amistad como amor mutuo correspondido entre las personas que se ven iguales y fomentan la comunicación de bienes, la afinidad de voluntad y el gusto por compartir cuanto tienen. En la amistad se recorre todo el proceso del amor que arranca del interés para desembocar en el amor desinteresado o amor de benevolencia.
El amor, corazón de la comunidad familiar Por familia entendemos la comunidad de padres, hijos y familiares (aquí entran los abuelos) que se aman y se ayudan mutuamente para su realización personal. Esta realización pide el saber compartir como algo esencial en la familia para distinguirla de un “mini hotel”. Porque en la familia, sus miembros comparten juntos sus intereses y sus vidas con amor; se realizan en el presente y con perspectivas de futuro.
El amor es quien mueve a los padres a procrear y educar a los hijos. Cuando los esposos se ven reflejados en los hijos, aumenta el amor paternal y se refuerza el amor conyugal. En los hijos surge el amor como un torrente de manantial de amor filial al contemplar cuanto por ellos hacen o hicieron sus padres. Los lazos de sangre entre los hermanos potencia el amor convertido en fraternidad. En definitiva, la familia es una comunidad de relaciones de amor entre padres, hijos y abuelos: ¡todos se ven fruto del amor los unos de los otros! Dentro de la comunidad familiar, los abuelos aman con razones propias a los hijos y nietos. Y todos ellos, cuarto mandamiento, ayudan a quienes lo dieron todo y ahora son los miembros más débiles,
Sin amor desaparece la familia Quitemos el amor y la familia se convertirá en un cuerpo sin alma. A lo sumo quedarán unas cuantas personas unidas por intereses y alguna que otra obligación. Y, por el contrario, a mayor amor interpersonal, mayor realización de la misión de la familia. Dicho de otra manera: el fracaso y los dramas familiares provienen por desfigurar el rostro del amor. ¡Sin el oxígeno del amor muere la familia!
El amor define lo que es una familia. “La esencia y el cometido de la familia son definidos en última instancia por el amor. Por eso la familia recibe la misión de custodiar, revelar y comunicar el amor, como reflejo vivo y participación real del amor de Dios por la humanidad y del amor de Cristo Señor por la Iglesia su esposa” (Familiares consortio 17). “El cometido de la familia es el de formar los hombres para el amor y practicar el amor en toda relación humana” (FC 64)
Mucho amor en las relaciones familiares
Las familias que logran que sus miembros se amen y se sientan amados conseguirán el núcleo de la felicidad. Pero lo difícil es saber dónde se encuentra el verdadero amor. Y más difícil todavía resulta la práctica del auténtico amor en familia.
Como rasgos más importantes del auténtico amor destacamos: ver al “otro” como prolongación de mi persona, gozo en el dar y darse, respetar siempre al otro,-perdonar y olvidar, confianza, libertad, sinceridad y diálogo.
Otros rasgos también son importantes
Es difícil establecer una jerarquía entre los rasgos que integran el rostro del auténtico amor vivido en familia. Sin embargo, en otra escala podemos señalar: desear lo mejor y gozar con todo lo bueno que posee o le sucede al otro; ayudar en las diversas tareas de la vida personal y familiar; ofrecer la confianza y no la desconfiaza, el amor y no la indiferencia; la paciencia ante los defectos de los miembros de la familia. No poner condiciones y que el amor sea sin limitaciones que incluye el aceptar los defectos del prójimo. El amor se manifiesta en la aceptación del otro tal y como es; esforzarse porque “el otro” se sienta querido; sin esperar la gratitud. El amor interesado no es auténtico amor, es una contradicción. El amor familiar sabe compartir tristezas y alegrías, pensamientos y sentimientos, éxitos y fracasos, ilusiones y proyectos
¿Por qué desaparece el amor, y, lógicamente, la amistad? Aunque sea en familia, el amar no es fácil por los muchos obstáculos que bloquean el amor y, lógicamente, la amistad. ¿Facores? El falso amor, el egoísmo. el mal carácter y el ambiente que contagia, los defectos de los esposos y padres, de los hijos y de los hermanos…
El amor a Dios suple y completa toda amistadAunque el porcentaje sea mínimo, no faltan ancianos que gozan de la unión profunda con Dios manifestada en:
1-la amistosa comunicación con Dios, creciente, y, en ocasiones, insaciable;
2-la radicalidad de la fe y de la obediencia. De modo especial, cuando aceptan los sufrimientos con humildad, paciencia y en ocasiones, con gratitud;
3-la coherencia en el amor: a Dios y al prójimo según Jesucristo, llegando a respuestas heroicas;
4-la esperanza que provoca ilusión y deseos ardientes de ver-amar a Dios cara a cara. Se sienten como desterrados pero seguros de regresar a la Patria;
5-ejercitan la frecuente presencia de Dios en tareas y relaciones, actuando como si ya estuvieran en el cielo. Consiguen ser ciudadanos de dos Pueblos.
6-experimentan la fascinación por la vida de Jesús y María, místicos y insuperables. También admiración por el testimonio “místico” de otros creyentes, cristiano o no.
Muchos ancianos viven solos, abandonados o rechazados por su familia. No son felices. Pero los que fueron creyentes y conservan la fe, encuentran en Dios, Amor y Amigo, la amistad y el apoyo que les conforta para vivir “felices” con paz y alegría. Siempre, Dios suple y completa toda amistad. En la tierra, y definitivamente en el cielo, el bienaventurado encontrará la total felicidad de amar y de ser amado.
Y CON ESTE ARTÍCULO TERMINA Cómo afrontar los ochenta. Hacia una ancianidad feliz