Con la fe en Dios, hacia una familia feliz y perfecta
¿Es suficiente para una familia “feliz y perfecta” el bienestar social, la responsabilidad de padres e hijos, una educación sin problemas y la convivencia familiar en paz, amor y diálogo? Así lo creen tantas y tantas familias de bautizados que, aunque sufren los problemas ordinarios, se sienten felices. No experimentan la necesidad de la dimensión trascendente, (la religiosa de la fe), para la persona o para el grupo familiar. Con lo humano tienen suficiente y no sienten la necesitad de la fe en Dios.
No sucede lo mismo con otras familias, lamentablemente el porcentaje es mínimo, para quien Dios es, teórica y prácticamente, lo más importante en sus vidas. Y es la fe consciente la luz que ilumina los valores familiares y socio-políticos. Y esa misma fe, coherente y compartida, se convierte en la fuerza que les sostiene en los problemas y en el sufrimiento.
Sí, para toda familia sea cual fuere su religión y cultura, es necesario el influjo de la fe en Dios. Y de manera especial en la familia de bautizados en la Iglesia. Para la familia católica, es necesaria una nueva condición para su autenticidad, para que la felicidad sea completa, perfecta: es la dimensión trascendente vivenciada como el ideal de una fe en Dios consciente, coherente y compartida. Así lo confirman quienes sostienen que sin la fe, la cruz es insoportable y la vida carece de sentido. Pero con Dios-Amor, la familia camina segura hacia la felicidad y la perfección
Dios en el corazón de la familia feliz
Para muchas familias, el amor a Dios es una fuente de felicidad: Dios es un “familiar”, el primero de la familia a quien más se ama. Y porque es amado, su Ley es aceptada como el mejor camino para la felicidad y llegar a ser una familia “perfecta”.
Es Dios-amor a quien implora su bendición y su gracia como la mayor fuerza para superar las dificultades que conlleva la vida familiar.
¡Cuántas madres de familia han encontrado en Dios el secreto para afrontar los sacrificios de su matrimonio y de la educación de sus hijos!
Dios ¿es el termómetro que mide la felicidad?
Sí, porque si amar y ser amado constituye el corazón de la familia, si Dios es ante todo y sobre todo AMOR, si su Ley se reduce a amar con todas las consecuencias y a todas las personas, si la actitud de Dios-Amor es amar a todos y cada uno, es lógico que Dios constituya el corazón de la familia feliz. Su presencia, por lo tanto, es garantía para la auténtica felicidad y camino seguro para la pefección.
Dios es quien nos ha creado para ser felices. El es la fuente y la meta para la persona que ansiosamente busca la felicidad.
Por eso quien encuentra a Dios, encuentra la felicidad y si es un grupo humano -el caso de la familia- encontró en Dios el mejor apoyo para realizar sus aspiraciones.
Dios como Padre. Dios es Padre de toda familia creyente, sea cual fuere su credo religioso. La familia cristiana conoce a Dios Padre de manera especial por la revelación de Jesucristo. Y obedece sus mandamientos tal y como los enseña la Iglesia católica.
La presencia de Dios en la vida familiar.
La presencia de Dios en la familia admite un NO y un SÍ. No bastan los buenos deseos. Se imponen los hechos:
-la presencia de Dios no debe ser un acontecimiento ocasional como el que reza solamente en los momentos de apuro.
-ni una presencia interesada: “si hago tal promesa es para que Dios me ayude”; --ni una fe supersticiosa: “bendigo los objetos, las cosas, para tener suerte en la vida”. Dios es como un amuleto;
-ni una respuesta mutilada: “vamos a Misa por tradición pero seguimos con nuestras críticas y faltas de respeto”;
-ni está unida su presencia a los ídolos o pequeños dioses...Tal persona tiene fe en Dios, pero en la práctica quien reina es el “dios” dinero, sexo, comodidad, poder y placer. A quien se rinde culto es al propio “yo” bajo diferentes formas.
El “sí” a una auténtica presencia de Dios.
Como Dios es amor, se comprende que la presencia auténtica gire en torno al amor coherente que se manifiesta en:
-la presencia animada por el amor. Los padres y los hijos conocen a Dios y le respetan como a la Persona más importante, la que más ha hecho por la familia y la que más merece el amor de todos. Dios es el valor supremo, la norma absoluta para juzgar y actuar en la vida. A Dios se le ama con todo el corazón, con toda la mente y con la vida entera por encima de todas las cosas. ¡Porque Dios no tiene competidores!
La obediencia como exigencia.
Quien ama cumple los deseos de la persona amada. La familia que ama a Dios estará atenta para cumplir su voluntad según aparece en la Sagrada Escritura (Antiguo y Nuevo Testamento) y según se comunica mediante la conciencia sincera de cada uno.
La comunicación como relación amistosa. La comunicación es ley de toda amistad. Por ello la comunidad familiar ora a Dios para darle gracias, para alabarle, para pedirle perdón, para compartir con El las alegrías y tristezas. Y para obtener “el pan nuestro de cada día”. ¡Dios es el Amigo primero de casa!
Otras manifestaciones
La fe coherente de la familia se manifestará en la acción de gracias, especialmente en las comidas; en el dolor por las ofensas cometidas contra Dios; la indiferencia religiosa y la manipulación de de quienes en su nombre cometen injusticias.
El amor fraterno como expresión del amor de Dios.
Los esposos viven la fidelidad a imitación del amor de Dios siempre fiel con su pueblo. Los padres atienden a sus hijos participando del amor del Creador, providente y paternal. Los hijos aman a sus padres en quienes ven un reflejo y un testimonio de Dios Amor. El amor fraternal está motivado por el mandato amoroso del Padre común, Dios Creador.
Es el amor de Dios por quien se espera y trabaja. ¡La familia se siente colaboradora en la obra creadora de Dios y signo de su amor ante el mundo! Todo trabajo humano, toda la realización personal y los servicios a la comunidad quedan potenciados por la esperanza de verle en la Patria definitiva, en la “gran Familia” del Cielo. ¡Entonces se saciará la sed de amor de padres e hijos!
Para que Dios sea “el familiar” más amado Entre los muchos criterios a tener presente para que Dios entre a formar parte de la familia como la persona más amada, se impone tener un concepto creíble de Dios y de la relación con Él.
No sirve presentar a Dios como un "seguro" contra las desgracias, el “papá” que todo concede a quienes se lo piden o el “juez” implacable que condenará al infierno.
¿Cómo presentar a Dios? Tal y como Jesús lo presentó. Como lo que es: el Dios Amor. Amor de padre-madre que cuida bondadosamente de sus hijos amados. Con un amor que libera y que se ofrece en forma de amistad: ¡El cristiano puede ser amigo de Dios!
Amistad con Dios fuertemente querido.
La Palabra de Dios nos invita a amar a Dios con todo el corazón, con toda la mente y con todas las fuerzas. Este amor se traduce en un sí total y coherente a Dios como la persona "más" fuertemente amada. Y es Dios Amor el que nos ama y que ofrece su amistad. Y este Dios es el Padre de Jesucristo y Padre nuestro.
Desde un amor profundo a Dios se explica el seguimiento de Cristo, la fidelidad al Espíritu, la vivencia radical del Evangelio, la conversión al Reino de Dios para servir a los hermanos, el 'sí' de la vida teologal y el 'no' al pecado, la integración de las virtudes humanas a la vida de gracia, el fin último de la gloria de Dios, la colaboración para que Dios reine en todas las familias..etc.
Con todo fundamento afirmamos: familia que unida ama a Dios, camina segura hacia la meta de la felicidad y la perfección.
No sucede lo mismo con otras familias, lamentablemente el porcentaje es mínimo, para quien Dios es, teórica y prácticamente, lo más importante en sus vidas. Y es la fe consciente la luz que ilumina los valores familiares y socio-políticos. Y esa misma fe, coherente y compartida, se convierte en la fuerza que les sostiene en los problemas y en el sufrimiento.
Sí, para toda familia sea cual fuere su religión y cultura, es necesario el influjo de la fe en Dios. Y de manera especial en la familia de bautizados en la Iglesia. Para la familia católica, es necesaria una nueva condición para su autenticidad, para que la felicidad sea completa, perfecta: es la dimensión trascendente vivenciada como el ideal de una fe en Dios consciente, coherente y compartida. Así lo confirman quienes sostienen que sin la fe, la cruz es insoportable y la vida carece de sentido. Pero con Dios-Amor, la familia camina segura hacia la felicidad y la perfección
Dios en el corazón de la familia feliz
Para muchas familias, el amor a Dios es una fuente de felicidad: Dios es un “familiar”, el primero de la familia a quien más se ama. Y porque es amado, su Ley es aceptada como el mejor camino para la felicidad y llegar a ser una familia “perfecta”.
Es Dios-amor a quien implora su bendición y su gracia como la mayor fuerza para superar las dificultades que conlleva la vida familiar.
¡Cuántas madres de familia han encontrado en Dios el secreto para afrontar los sacrificios de su matrimonio y de la educación de sus hijos!
Dios ¿es el termómetro que mide la felicidad?
Sí, porque si amar y ser amado constituye el corazón de la familia, si Dios es ante todo y sobre todo AMOR, si su Ley se reduce a amar con todas las consecuencias y a todas las personas, si la actitud de Dios-Amor es amar a todos y cada uno, es lógico que Dios constituya el corazón de la familia feliz. Su presencia, por lo tanto, es garantía para la auténtica felicidad y camino seguro para la pefección.
Dios es quien nos ha creado para ser felices. El es la fuente y la meta para la persona que ansiosamente busca la felicidad.
Por eso quien encuentra a Dios, encuentra la felicidad y si es un grupo humano -el caso de la familia- encontró en Dios el mejor apoyo para realizar sus aspiraciones.
Dios como Padre. Dios es Padre de toda familia creyente, sea cual fuere su credo religioso. La familia cristiana conoce a Dios Padre de manera especial por la revelación de Jesucristo. Y obedece sus mandamientos tal y como los enseña la Iglesia católica.
La presencia de Dios en la vida familiar.
La presencia de Dios en la familia admite un NO y un SÍ. No bastan los buenos deseos. Se imponen los hechos:
-la presencia de Dios no debe ser un acontecimiento ocasional como el que reza solamente en los momentos de apuro.
-ni una presencia interesada: “si hago tal promesa es para que Dios me ayude”; --ni una fe supersticiosa: “bendigo los objetos, las cosas, para tener suerte en la vida”. Dios es como un amuleto;
-ni una respuesta mutilada: “vamos a Misa por tradición pero seguimos con nuestras críticas y faltas de respeto”;
-ni está unida su presencia a los ídolos o pequeños dioses...Tal persona tiene fe en Dios, pero en la práctica quien reina es el “dios” dinero, sexo, comodidad, poder y placer. A quien se rinde culto es al propio “yo” bajo diferentes formas.
El “sí” a una auténtica presencia de Dios.
Como Dios es amor, se comprende que la presencia auténtica gire en torno al amor coherente que se manifiesta en:
-la presencia animada por el amor. Los padres y los hijos conocen a Dios y le respetan como a la Persona más importante, la que más ha hecho por la familia y la que más merece el amor de todos. Dios es el valor supremo, la norma absoluta para juzgar y actuar en la vida. A Dios se le ama con todo el corazón, con toda la mente y con la vida entera por encima de todas las cosas. ¡Porque Dios no tiene competidores!
La obediencia como exigencia.
Quien ama cumple los deseos de la persona amada. La familia que ama a Dios estará atenta para cumplir su voluntad según aparece en la Sagrada Escritura (Antiguo y Nuevo Testamento) y según se comunica mediante la conciencia sincera de cada uno.
La comunicación como relación amistosa. La comunicación es ley de toda amistad. Por ello la comunidad familiar ora a Dios para darle gracias, para alabarle, para pedirle perdón, para compartir con El las alegrías y tristezas. Y para obtener “el pan nuestro de cada día”. ¡Dios es el Amigo primero de casa!
Otras manifestaciones
La fe coherente de la familia se manifestará en la acción de gracias, especialmente en las comidas; en el dolor por las ofensas cometidas contra Dios; la indiferencia religiosa y la manipulación de de quienes en su nombre cometen injusticias.
El amor fraterno como expresión del amor de Dios.
Los esposos viven la fidelidad a imitación del amor de Dios siempre fiel con su pueblo. Los padres atienden a sus hijos participando del amor del Creador, providente y paternal. Los hijos aman a sus padres en quienes ven un reflejo y un testimonio de Dios Amor. El amor fraternal está motivado por el mandato amoroso del Padre común, Dios Creador.
Es el amor de Dios por quien se espera y trabaja. ¡La familia se siente colaboradora en la obra creadora de Dios y signo de su amor ante el mundo! Todo trabajo humano, toda la realización personal y los servicios a la comunidad quedan potenciados por la esperanza de verle en la Patria definitiva, en la “gran Familia” del Cielo. ¡Entonces se saciará la sed de amor de padres e hijos!
Para que Dios sea “el familiar” más amado Entre los muchos criterios a tener presente para que Dios entre a formar parte de la familia como la persona más amada, se impone tener un concepto creíble de Dios y de la relación con Él.
No sirve presentar a Dios como un "seguro" contra las desgracias, el “papá” que todo concede a quienes se lo piden o el “juez” implacable que condenará al infierno.
¿Cómo presentar a Dios? Tal y como Jesús lo presentó. Como lo que es: el Dios Amor. Amor de padre-madre que cuida bondadosamente de sus hijos amados. Con un amor que libera y que se ofrece en forma de amistad: ¡El cristiano puede ser amigo de Dios!
Amistad con Dios fuertemente querido.
La Palabra de Dios nos invita a amar a Dios con todo el corazón, con toda la mente y con todas las fuerzas. Este amor se traduce en un sí total y coherente a Dios como la persona "más" fuertemente amada. Y es Dios Amor el que nos ama y que ofrece su amistad. Y este Dios es el Padre de Jesucristo y Padre nuestro.
Desde un amor profundo a Dios se explica el seguimiento de Cristo, la fidelidad al Espíritu, la vivencia radical del Evangelio, la conversión al Reino de Dios para servir a los hermanos, el 'sí' de la vida teologal y el 'no' al pecado, la integración de las virtudes humanas a la vida de gracia, el fin último de la gloria de Dios, la colaboración para que Dios reine en todas las familias..etc.
Con todo fundamento afirmamos: familia que unida ama a Dios, camina segura hacia la meta de la felicidad y la perfección.