El futuro inmediato o “mañana” del cristiano coherente

Las oraciones del anciano creyente, pero no practicante, reflejan dudas sobre su futuro, sobre el “mañana” de la vida eterna. Desde otra perspectiva, las múltiples plegarias y devociones del cristiano creyente y practicante pero sin esperanza, expresan un cristianismo mutilado. ¿Y qué decir de la comunicación con Dios de quien cumplió los 80 y sigue como cristiano coherente? Es lógico suponer que permanece unido a Cristo y a su mensaje de esperanza. Como nunca, busca la amistad con Dios; orienta su vida según el Evangelio con la esperanza del cielo. Con sus limitaciones, procura testimoniar con radicalidad los compromisos religiosos, actúa bajo el impulso del amor cristiano, fortalecido con los sacramentos para progresar en la conversión. Ahora, en sus últimos meses de vida, sigue colaborando con la Iglesia y en la Evangelización de su familia. Y fiel hasta el final, cultiva su formación para ser un adulto en la fe. ¿El secreto? La oración que es fuente para del entusiasmo como cristiano coherente. Con ella, con la oración, alimenta su fe en la vida eterna y la confianza en la misericordia divina para la salvación.


1. Cree firmemente en la vida eterna
Desde sus años jóvenes, el cristiano coherente, recitó con entusiasmo el final del Credo. Ahora, con más razón, acepta las razones que fundamentan su esperanza para el encuentro definitivo con Dios:
1ª Es uno de los misterios del Credo: “creo en la vida eterna”. O bien, “espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro”. Cree en el cielo por Jesús y porque es parte del mensaje fundamental que él confirmó con su Resurrección. Sin Jesús no es posible ni la fe en el cielo ni la confianza en llegar a la meta final. Este dogma integró la doctrina que difundieron los Apóstoles, los Santos Padres y el Magisterio de la Iglesia.
2ª La fe y la esperanza en la persona de Cristo Salvador, el Verbo encarnado, hombre y Dios, que vivió en la tierra, reveló la verdad del cielo, prometió el paraíso, murió, resucitó, se apareció a los apóstoles y subió a los cielos.
3ª La vida de Cristo es un anticipo de lo que será el cielo. Cuando Jesús predica la Buena nueva, cura a los enfermos, comparte la alegría de la mesa o de una boda, da de comer a los hambrientos, pacifica a los atribulados e instituye el alimento eucarístico, Jesús anticipa lo que será la vida eterna: situación sin dolor, vivencia plena de paz y amor.
4ª La Redención de Cristo abrió las puertas del cielo. La pasión, muerte y resurrección del Salvador tienen como objetivos redimir a la humanidad del mal moral, el pecado; animar al hombre ante el dolor y la muerte con la esperanza del más allá de la vida humana y compartir el sufrimiento humano dándole un valor para después de la muerte. De manera extraordinaria, el Cristo Redentor abrió las puertas para que entrara el buen ladrón: “acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino». Jesús le responde: «Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso»(Lc 23, 42. 43). Negar o cuestionar el cielo es mutilar gravemente el mensaje y obra de Cristo.
5ª El cielo es una clave imprescindible en las Bienaventuranzas. Cristo habló sobre el cielo como presente en el Reino de Dios y proclamó las bienaventuranzas que fundamentan la doble fase, temporal y escatológica, de la existencia humana y que motivan la esperanza que animó la vida de tantos pobres, enfermos, humillados, perseguidos, etc. Para Jesús, las actitudes de pobreza, mansedumbre, sed de justicia, misericordia, limpieza de corazón, paz, y las situaciones de dolor, persecución e injuria, tienen una contrapartida de felicidad o bienaventuranza. ¿Por qué razón? Por la existencia del Reino de los cielos en su dimensión escatológica. Allí el bienaventurado conseguirá el consuelo, la paz, la misericordia divina, la visión de Dios, y la posesión del cielo como tierra prometida. Es Jesús quien revoluciona los valores porque ante situaciones poco apreciadas en el mundo (dolor, pobreza, humillación...), ofrece una esperanza escatológica: “alegraos y regocijaos porque vuestra recompensa será grande en los cielos” (Mt 5,3-12).
6ª El cristiano es como “otro Cristo” que se compromete a seguir al Maestro en la santidad de vida y en la propagación de la fe. Quien ha vivido y muerto con el Redentor al pecado, con Él resucitará a la vida eterna prometida. Y más que “premio a la buena conducta”, el cielo es la plenitud del ser y del vivir en Cristo después de la muerte. La esperanza cristiana motiva fuertemente porque quien ha vivido en Cristo en la tierra, resucitado, seguirá viviendo en y con su Salvador en el cielo; quien ha compartido aquí la suerte del Hijo de Dios, en la bienaventuranza le acompañará ante el Padre.
San Juan Pablo II anima a los ancianos. En el Documento citado, el Papa recordó como la fe “ilumina el misterio de la muerte e infunde serenidad en la vejez, no considerada y vivida ya como espera pasiva de un acontecimiento destructivo, sino como acercamiento prometedor a la meta de la plena madurez. Son años para vivir con un sentido de confiado abandono en las manos de Dios, Padre providente y misericordioso; un periodo que se ha de utilizar de modo creativo con vistas a profundizar en la vida espiritual, mediante la intensificación de la oración y el compromiso de una dedicación a los hermanos en la caridad”

2º Espera con seguridad la bienaventuranza
Unida a la firmeza de su fe, el cristiano coherente confía en la misericordia de Dios para llegar al cielo y ser feliz como unos de los bienaventurados. Con gozo recuerda el mensaje bíblico sobre el cielo, bienaventuranza o vida eterna, actualizado por el Magisterio de la Iglesia.
En el nuevo testamento, el cielo aparece como una vida con Dios tras la muerte. En plan de imágenes: es una situación caracterizada por la vida, la luz, la paz, la casa del Padre, el paraíso. Siempre, “un algo” que tiene como denominador común el estar con Dios después de la muerte. El cielo viene a ser como un convite o un banquete de bodas con vino y alegría. En plan comunitario, el cielo está vinculado al Reino de Dios que se convierte en una ciudad celestial, como una nueva Jerusalén (Ap 21,9s). En definitiva, el cielo será una sorpresa inimaginable puesto que se trata de lo que Dios tiene preparado para los que le aman: “lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó, lo que Dios preparó para los que le aman” (1 Co 2,9; cf. Mt 22, 1-10; 25, 1-3; Lc 12,35-38; 13, 28-29; Jn 14, 1-3;Mc 14,25 . En CEC 1027).
Textos bíblicos que iluminan las perspectivas del cielo. La bienaventuranza consiste en un trato amistoso con Dios: ”bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios” (Mt 5,8; cf en CEC 1722); “esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo” (Jn 17, 3); “queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal cual es”(1Jn 3,2; cf. en CEC 1023 y 1028); ”ahora vemos en un espejo, en enigma. Entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de un modo parcial, pero entonces conoceré como soy conocido”(1Cor 13,12); «guardaos de menospreciar a uno de estos pequeños; porque yo os digo que sus ángeles, en los cielos, ven continuamente el rostro de mi Padre que está en los cielos”(Mt 16,10);

El cielo presentado por el Magisterio de la Iglesia.
Óptimo resumen presenta el Catecismo de la Iglesia católica: “los que mueren en la gracia y la amistad de Dios y están perfectamente purificados, viven para siempre con Cristo. Son para siempre semejantes a Dios, porque lo ven "tal cual es" (1 Jn 3, 2), cara a cara (cf. 1 Co 13, 12; Ap 22, 4)”(CEC 1023). “Esta vida perfecta con la Santísima Trinidad, esta comunión de vida y de amor con Ella, con la Virgen María, los ángeles y todos los bienaventurados se llama "el cielo". El cielo es el fin último y la realización de las aspiraciones más profundas del hombre, el estado supremo y definitivo de dicha (CEC 1024).
El Compendio del catecismo de la Iglesia presenta el cielo como el estado de felicidad suprema y definitiva porque todos aquellos que mueren en gracia de Dios y no tienen necesidad de posterior purificación, son reunidos en torno a Jesús, a María, a los ángeles y a los santos, formando así la Iglesia del cielo, donde ven a Dios «cara a cara» (1 Co 13, 12), viven en comunión de amor con la Santísima Trinidad e interceden por nosotros”. (Compendio 209)

Explicaciones a la luz de la fe¿En qué consiste el ver a Dios? Como trato íntimo, familiar…participación en su vida; comunión en su ser, gozar de su intimidad, compartir su vida desembocando en la divinización del ser humano. La visión de Dios significa entrar en un clima de relaciones familiares.
Un amor pleno y sin riesgo alguno. Los bienaventurados aman a Dios sin los límites de la libertad, sin que exista el riesgo del pecado. Ellos sí cumplen el precepto del amarás al Señor “con todo el corazón y con toda el alma”. Se explica que los místicos enamorados y fascinados por Dios en la tierra, al contemplar lo que es Dios, se lancen con ímpetu amoroso.
Permanente comunicación. Si en la tierra no es posible imaginar unas relaciones amistosas con Dios sin comunicación o diálogo, con más razón podemos pensar que en el cielo las relaciones de los bienaventurados estarán impregnadas de una eterna comunicación amistosa.
Y una relación viva con la Trinidad. El Vaticano II cuando describe la situación escatológica de los fieles afirma que los que están en el cielo contemplan con toda claridad “al mismo Dios, Uno y Trino, tal cual es” (LG 49). Juan Pablo II afirmó en una catequesis (21-VII-1999): el cielo: “no es una abstracción, ni tampoco un lugar físico entre las nubes”. Es más bien “una relación viva y personal con la Santísima Trinidad”.

3º Radicalidad hasta el final.
Las plegarias del cristiano coherente manifiestan la firmeza de su fe, la seguridad de su esperanza, y, ocasionalmente, la radicalidad o amor profundo hacia Dios. Cuando la radicalidad es permanente, el cristiano es un místico. ¿Sus rasgos? Además de su donación total. encontramos una insaciable sed de Dios y unos ardientes del cielo que expresa con la frase “muero porque no muero”. Tema del próximo artículo.
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