¿Qué ideal de vida te entusiasma?
Como el abuelo, en el tema del amor y de las motivaciones, se extendió mucho, propuso para otra reunión hablar del ideal o mística de vida y de la llamada opción fundamental que otros llaman principal o básica. Y confirmó que la vivencia de un ideal con entusiasmo estaba claramente reflejado en la abuela. Más aún, en plan de cariñoso reproche, lamentó la carencia en la juventud actual de ideales que entusiasmen: contemplaba a los jóvenes un tanto apáticos, sin objetivos que den ilusión y esfuerzo a sus vidas . Todos escucharon con atención pero un tanto molestos por la crítica del abuelo pues cada época, la juventud tiene sus ideales y maneras propias de vivir. Para no entrar en polémica el abuelo dejó para el diálogo el tema de los jóvenes del ayer y del hoy. Y comenzó a exponer los criterios sobre el ideal de vida.
El ideal de vida: vínculos y manifestaciones
Tanto el amor y las motivaciones como la esperanza giran en torno al ideal de vida, definido como algo excelente, magnífico, perfecto, genial, prototipo y modelo de perfección. También como el conjunto de principios, convicciones o creencias por las que se vive y lucha, o como la mística personal o comunitaria. En plan negativo, el ideal es sinónimo de algo utópico, irreal, puramente subjetivo.
El ideal es el resultado de unos valores interiorizados, de unas metas aceptadas y de unas motivaciones convertidas en razón para vivir. Tiene tanta importancia el ideal que caracteriza a las personas y es indispensable para conseguir la realización personal. Así mismo, el ideal con sus manifestaciones de esperanza, entusiasmo, ilusión y compensaciones, es uno de los factores de la felicidad. Cierto que muchos viven sin un ideal de vida, pero, ¡qué poco vale una persona a la que le falta una razón para vivir!
La historia pasada y la experiencia actual nos muestran a personas que tienen su ideal, su razón para vivir que ponen en los hijos, en la profesión, en la fe o en alguna amistad especial. Existe gran variedad según sea la profesión, el arte en alguna de sus manifestaciones, la lucha-entrega a una entidad colectiva como la patria, una afición, un deseo, cosas materiales, un animal o el dinero. Pero el objeto ordinario del ideal elegido suele ser una persona o grupo de personas a quienes se ama con plenitud y radicalidad como es la familia, los amigos, los paisanos y todos los conciudadanos.
Si atendemos a la vivencia de los que tienen un ideal de vida, comprobamos que han interiorizado un valor significativo que se convierte en el amor central y en la meta atrayente que polariza su pensar con ilusión, su sentir con entusiasmo, su querer y actuar con fortaleza. Bajo el ideal, la vida, las personas giran en torno a un absoluto, a una gran esperanza, al fin último y principal que traducen en un proyecto apasionante a la hora de trabajar y relacionarse con los demás. Bajo el influjo de un ideal la persona posee un estímulo para vivir, dispone de un secreto para superarse, tiene a su disposición el medio más eficaz para combatir obstáculos, recibe una grata compensación en el dolor, actúa el criterio principal que coordina otros secundarios, unifica las decisiones más heterogéneas de la voluntad, atrae y polariza deseos y pasiones, pone en marcha al motor que fortalece ante las dificultades y potencia el entusiasmo para relacionarse con el prójimo.
El ideal genera una esperanza que a su vez configura el ideal de vida. Ambos conceptos se complementan. Es difícil separar un concepto de otro, porque el ideal es atraído por la esperanza. Y la esperanza es la que configura el ideal de vida. Ideal, esperanza y entusiasmo son un trío inseparable para la realización de la persona. Una explicación: los valores que motivan, las esperanzas y metas que atraen y las motivaciones que generan amor integran el entusiasmo de las personas. La fuerza de la persona es, gráficamente, como el agua de un pantano que se alimenta de varios arroyos-riachuelos: son los valores aceptados que generan amor para caminar. El entusiasmo es la energía del amor que empuja a las personas.
El entusiasmo o endiosamiento, como manifestación de un ideal, es una actitud compleja que se convierte en “la mística” de una vida. Esta valoración provoca un amor superior a modo de pasión ardiente que se experimenta y que se quiere comunicar a otros. Así se explica que la persona entusiasmada manifieste un dinamismo exuberante, unas ganas extraordinarias de hacer cosas para conseguir sus objetivos. Y cuando tiene los medios proporcionados, la persona se siente segura ante el logro del proyecto de vida.
La ilusión es otro factor del ideal. Para toda persona, la ilusión consiste en una determinada esperanza que se vive con entusiasmo y como fuerza para superar las dificultades. Si la esperanza es la cadena completa hasta la meta, la ilusión es un eslabón conectado con algún deseo. Es plena la ilusión cuando la persona siente la atracción hacia una meta, proyecto, o ideal que da sentido a su vida; está volcada hacia unas tareas que la llenan de alegría y felicidad; desea ardientemente cosas, objetos o personas que no posee pero espera obtenerlas. Tiene mucho ánimo y muchas ganas de trabajar con optimismo vital. El que está ilusionado experimenta una satisfacción, una especie de compensación afectiva que se alimenta con pequeños éxitos. Los padres esperan ver a sus hijos con una familia y una buena profesión. A ellos les ilusiona trabajar y sacrificarse para que sus hijos sean felices. Y su trabajo y sacrificio quedan en buena parte compensados.
La opción fundamental, la principal y básica
El ideal es la meta, la opción fundamental, es la respuesta principal y básica. Si el ideal es fuerza que atrae, la opción básica, la fundamental, es la fuerza que impulsa. Las dos categorías son necesarias y se complementan. De hecho, quien vive coherentemente un determinado ideal, automáticamente está ejercitando una opción que puede considerarse como el termómetro que marca la calidad de vida. Por lo tanto, vivencialmente hablando, la opción fundamental, la que es básica y principal, es tan necesaria para el ser y el vivir humano como el mismo ideal porque configura el ser, actúa como el motor para el obrar coherente e imprime radicalidad a toda la vida.
La opción fundamental, la principal y básica como vivencia del ideal. Un valor elegido como ideal de vida se convierte en el contenido de la opción fundamental. Si nos atenemos al significado de los vocablos, la opción designa la elección de una persona, de un valor, o de un ideal, o de un fin, o de un humanismo entre varios. El vocablo fundamental, básica y principal, hace referencia a lo elegido como lo más importante, lo principal de la existencia personal, la fuente de un comportamiento coherente. Como expresión, tal opción comprende el objeto elegido por la voluntad, el «tú» personal o no-personal que más influye en la vida del «yo» como centro de valores, el motor de las opciones parciales, la raíz más profunda de las respuestas concretas, la motivación más decisiva para el trabajo y el secreto que explica los sacrificios, esperanzas, alegrías y sufrimientos.
Perspectivas. Seleccionamos algunas de varios teólogos cuando hablan de la opción fundamental como totalidad en el conjunto de la persona; autocomprensión total y la radical autoexpresión, la orientación o dirección de toda la vida hacia el fin último; el principio unificador que reside en la pre-decisión, la orientación radical de la persona humana hacia Dios o contra él, la elección de una actitud humana que, implicando al individuo en una alternativa que afecta al centro de su ser, le compromete existencialmente y le confiere una orientación básica de vida.
.
Primer efecto: la configuración del ser personal
La vivencia de la opción fundamental transforma de diversos modos al yo humano en sus relaciones interpersonales. Ante todo, define al ser y al vivir por la orientación que imprime en el pensar, sentir y relacionarse. Y es que por la of la persona expresa la decisión global de su ser y de su dinamismo; descubre su realidad inicial; la define como persona; organiza su ser y quehacer; se abre y compromete con los otros con lo otro y con el Otro. Y concreta el proyecto original de su plataforma humana.
Unida a la configuración, y gracias a la of, surge la autenticidad de la persona porque da armonía y continuidad al ser humano al que confiere unidad y lo fortalece ante la incoherencia. La of posibilita que se tome el propio desarrollo existencial en orden a su autorrealización. Contribuye por lo tanto a la fidelidad permanente del ser humano al que ayuda a vivir conforme a la propia verdad
Influjo en la conducta ético-religiosa: radicalidad, totalidad y coherencia.
Cuando la opción fundamental es interiorizada, lo mismo que sucede con el ideal de vida, se convierte en una fuente de respuestas radicales y coherentes. En su estructura, destaca la claridad para discernir el valor o valores fundamentales, las raíces que dan sentido a una vida de otros valores secundarios; y motiva a la voluntad para responder con energía y entusiasmo (mística) a los valores aceptados. Como se puede apreciar, la radicalidad así definida es un rasgo esencial de la opción fundamental porque coloca en el centro de su vida al objeto, valor o valores que son prioritarios y porque la persona decide que su conducta se ajuste al objeto de su opción fundamental.
Por último, la persona bajo el influjo de la of evita la dispersión y el atomismo de las opciones aisladas, es motivada para cultivar las actitudes básicas, da a su conducta un sentido de totalidad, plenitud o perfección, favorece las decisiones para seguir el camino combatiendo los obstáculos que impidan la realización de los valores aceptados.
La mística como ideal profundo.
Se entiende por mística “la actividad espiritual que aspira a conseguir la unión o el contacto del alma con la divinidad por diversos medios (ascetismo, devoción, amor, contemplación, etc.)”. Pero aquí, y en conexión con lo expuesto sobre el amor, las motivaciones, la esperanza, el ideal y la opción fundamental, presentamos la mística como el amor profundo, permanente y radicalizado por un ideal-esperanza que es considerado como un absoluto y que influye totalmente en la vida. Basta con ojear la historia para comprobar la vida de héroes nacionales, conquistadores, líderes religiosos… o simplemente padres y madres para quienes el amor a su familia se convirtió en una auténtica mística. Y en todos, no faltó un referente motivador que para los cristianos es Jesucristo con su vida y doctrina.
Tema del próximo artículo: Jesús, referente del cristiano, motivación y fuerza decisiva para los seguidores de Jesucristo.
El ideal de vida: vínculos y manifestaciones
Tanto el amor y las motivaciones como la esperanza giran en torno al ideal de vida, definido como algo excelente, magnífico, perfecto, genial, prototipo y modelo de perfección. También como el conjunto de principios, convicciones o creencias por las que se vive y lucha, o como la mística personal o comunitaria. En plan negativo, el ideal es sinónimo de algo utópico, irreal, puramente subjetivo.
El ideal es el resultado de unos valores interiorizados, de unas metas aceptadas y de unas motivaciones convertidas en razón para vivir. Tiene tanta importancia el ideal que caracteriza a las personas y es indispensable para conseguir la realización personal. Así mismo, el ideal con sus manifestaciones de esperanza, entusiasmo, ilusión y compensaciones, es uno de los factores de la felicidad. Cierto que muchos viven sin un ideal de vida, pero, ¡qué poco vale una persona a la que le falta una razón para vivir!
La historia pasada y la experiencia actual nos muestran a personas que tienen su ideal, su razón para vivir que ponen en los hijos, en la profesión, en la fe o en alguna amistad especial. Existe gran variedad según sea la profesión, el arte en alguna de sus manifestaciones, la lucha-entrega a una entidad colectiva como la patria, una afición, un deseo, cosas materiales, un animal o el dinero. Pero el objeto ordinario del ideal elegido suele ser una persona o grupo de personas a quienes se ama con plenitud y radicalidad como es la familia, los amigos, los paisanos y todos los conciudadanos.
Si atendemos a la vivencia de los que tienen un ideal de vida, comprobamos que han interiorizado un valor significativo que se convierte en el amor central y en la meta atrayente que polariza su pensar con ilusión, su sentir con entusiasmo, su querer y actuar con fortaleza. Bajo el ideal, la vida, las personas giran en torno a un absoluto, a una gran esperanza, al fin último y principal que traducen en un proyecto apasionante a la hora de trabajar y relacionarse con los demás. Bajo el influjo de un ideal la persona posee un estímulo para vivir, dispone de un secreto para superarse, tiene a su disposición el medio más eficaz para combatir obstáculos, recibe una grata compensación en el dolor, actúa el criterio principal que coordina otros secundarios, unifica las decisiones más heterogéneas de la voluntad, atrae y polariza deseos y pasiones, pone en marcha al motor que fortalece ante las dificultades y potencia el entusiasmo para relacionarse con el prójimo.
El ideal genera una esperanza que a su vez configura el ideal de vida. Ambos conceptos se complementan. Es difícil separar un concepto de otro, porque el ideal es atraído por la esperanza. Y la esperanza es la que configura el ideal de vida. Ideal, esperanza y entusiasmo son un trío inseparable para la realización de la persona. Una explicación: los valores que motivan, las esperanzas y metas que atraen y las motivaciones que generan amor integran el entusiasmo de las personas. La fuerza de la persona es, gráficamente, como el agua de un pantano que se alimenta de varios arroyos-riachuelos: son los valores aceptados que generan amor para caminar. El entusiasmo es la energía del amor que empuja a las personas.
El entusiasmo o endiosamiento, como manifestación de un ideal, es una actitud compleja que se convierte en “la mística” de una vida. Esta valoración provoca un amor superior a modo de pasión ardiente que se experimenta y que se quiere comunicar a otros. Así se explica que la persona entusiasmada manifieste un dinamismo exuberante, unas ganas extraordinarias de hacer cosas para conseguir sus objetivos. Y cuando tiene los medios proporcionados, la persona se siente segura ante el logro del proyecto de vida.
La ilusión es otro factor del ideal. Para toda persona, la ilusión consiste en una determinada esperanza que se vive con entusiasmo y como fuerza para superar las dificultades. Si la esperanza es la cadena completa hasta la meta, la ilusión es un eslabón conectado con algún deseo. Es plena la ilusión cuando la persona siente la atracción hacia una meta, proyecto, o ideal que da sentido a su vida; está volcada hacia unas tareas que la llenan de alegría y felicidad; desea ardientemente cosas, objetos o personas que no posee pero espera obtenerlas. Tiene mucho ánimo y muchas ganas de trabajar con optimismo vital. El que está ilusionado experimenta una satisfacción, una especie de compensación afectiva que se alimenta con pequeños éxitos. Los padres esperan ver a sus hijos con una familia y una buena profesión. A ellos les ilusiona trabajar y sacrificarse para que sus hijos sean felices. Y su trabajo y sacrificio quedan en buena parte compensados.
La opción fundamental, la principal y básica
El ideal es la meta, la opción fundamental, es la respuesta principal y básica. Si el ideal es fuerza que atrae, la opción básica, la fundamental, es la fuerza que impulsa. Las dos categorías son necesarias y se complementan. De hecho, quien vive coherentemente un determinado ideal, automáticamente está ejercitando una opción que puede considerarse como el termómetro que marca la calidad de vida. Por lo tanto, vivencialmente hablando, la opción fundamental, la que es básica y principal, es tan necesaria para el ser y el vivir humano como el mismo ideal porque configura el ser, actúa como el motor para el obrar coherente e imprime radicalidad a toda la vida.
La opción fundamental, la principal y básica como vivencia del ideal. Un valor elegido como ideal de vida se convierte en el contenido de la opción fundamental. Si nos atenemos al significado de los vocablos, la opción designa la elección de una persona, de un valor, o de un ideal, o de un fin, o de un humanismo entre varios. El vocablo fundamental, básica y principal, hace referencia a lo elegido como lo más importante, lo principal de la existencia personal, la fuente de un comportamiento coherente. Como expresión, tal opción comprende el objeto elegido por la voluntad, el «tú» personal o no-personal que más influye en la vida del «yo» como centro de valores, el motor de las opciones parciales, la raíz más profunda de las respuestas concretas, la motivación más decisiva para el trabajo y el secreto que explica los sacrificios, esperanzas, alegrías y sufrimientos.
Perspectivas. Seleccionamos algunas de varios teólogos cuando hablan de la opción fundamental como totalidad en el conjunto de la persona; autocomprensión total y la radical autoexpresión, la orientación o dirección de toda la vida hacia el fin último; el principio unificador que reside en la pre-decisión, la orientación radical de la persona humana hacia Dios o contra él, la elección de una actitud humana que, implicando al individuo en una alternativa que afecta al centro de su ser, le compromete existencialmente y le confiere una orientación básica de vida.
.
Primer efecto: la configuración del ser personal
La vivencia de la opción fundamental transforma de diversos modos al yo humano en sus relaciones interpersonales. Ante todo, define al ser y al vivir por la orientación que imprime en el pensar, sentir y relacionarse. Y es que por la of la persona expresa la decisión global de su ser y de su dinamismo; descubre su realidad inicial; la define como persona; organiza su ser y quehacer; se abre y compromete con los otros con lo otro y con el Otro. Y concreta el proyecto original de su plataforma humana.
Unida a la configuración, y gracias a la of, surge la autenticidad de la persona porque da armonía y continuidad al ser humano al que confiere unidad y lo fortalece ante la incoherencia. La of posibilita que se tome el propio desarrollo existencial en orden a su autorrealización. Contribuye por lo tanto a la fidelidad permanente del ser humano al que ayuda a vivir conforme a la propia verdad
Influjo en la conducta ético-religiosa: radicalidad, totalidad y coherencia.
Cuando la opción fundamental es interiorizada, lo mismo que sucede con el ideal de vida, se convierte en una fuente de respuestas radicales y coherentes. En su estructura, destaca la claridad para discernir el valor o valores fundamentales, las raíces que dan sentido a una vida de otros valores secundarios; y motiva a la voluntad para responder con energía y entusiasmo (mística) a los valores aceptados. Como se puede apreciar, la radicalidad así definida es un rasgo esencial de la opción fundamental porque coloca en el centro de su vida al objeto, valor o valores que son prioritarios y porque la persona decide que su conducta se ajuste al objeto de su opción fundamental.
Por último, la persona bajo el influjo de la of evita la dispersión y el atomismo de las opciones aisladas, es motivada para cultivar las actitudes básicas, da a su conducta un sentido de totalidad, plenitud o perfección, favorece las decisiones para seguir el camino combatiendo los obstáculos que impidan la realización de los valores aceptados.
La mística como ideal profundo.
Se entiende por mística “la actividad espiritual que aspira a conseguir la unión o el contacto del alma con la divinidad por diversos medios (ascetismo, devoción, amor, contemplación, etc.)”. Pero aquí, y en conexión con lo expuesto sobre el amor, las motivaciones, la esperanza, el ideal y la opción fundamental, presentamos la mística como el amor profundo, permanente y radicalizado por un ideal-esperanza que es considerado como un absoluto y que influye totalmente en la vida. Basta con ojear la historia para comprobar la vida de héroes nacionales, conquistadores, líderes religiosos… o simplemente padres y madres para quienes el amor a su familia se convirtió en una auténtica mística. Y en todos, no faltó un referente motivador que para los cristianos es Jesucristo con su vida y doctrina.
Tema del próximo artículo: Jesús, referente del cristiano, motivación y fuerza decisiva para los seguidores de Jesucristo.