¿Es necesaria la interiorización para el entusiasmo?
Es un hecho: la persona consciente, la que interioriza en profundidad los valores, adquiere entusiasmo en su conducta. En efecto, la conducta humana está regida por el saber interiorizado, por el darse cuenta de lo que uno es, por la misión encomendada, los compromisos adquiridos que tiene, por las relaciones interpersonales, la situación que ocupa en la sociedad bien particular, nacional o mundial, y por las noticias que suceden en la historia y en la-cultura. Fruto de este proceso consciente de interiorización, es el mayor o menor entusiasmo para aceptar compromisos, superar obstáculos y utilizar coherentemente los medios oportunos. Presentamos la primera clave que permite el paso del ser al vivir y que facilita que la mística aterrice en la praxis. Se trata de la interiorización que es el motor de arranque, la toma de posición del yo frente al no yo, y que tiene como fruto el entusiasmo, una actitud decisiva en el vivir humano y cristiano.
La interiorización, motor de arranque
La experiencia confirma que las personas, sean ordinarias o extraordinarias pero siempre normales, de hecho, interiorizan éticamente valores en un sentido positivo o negativo. Por la interiorización la mente humana incorpora a la propia manera de ser, de pensar y de sentir valores con su fundamento y respuestas También asimila profundamente de modo especial los pensamientos humanos y las creencias religiosas. Este proceso mental del hombre tiene como objetivo la identificación con el orden objetivo, con la verdad, con la realidad auténtica, exacta, objetiva, completa. No debe extrañar, por otra parte, que la persona inconsciente, la que no interioriza, es descalificada aunque sea “muy inteligente”, un “sabio”. También se puede comprobar que a mayor interiorización es posible una mayor aceptación social. ¿Razón? Porque quien interioriza manifiesta una conducta prudente que ve los peligros, evita los riesgos y está en alerta ante las dificultades. La consciencia, el conocimiento interiorizado, es como el motor de arranque para el entusiasmo. El individuo que no interioriza valores o lo hace de modo insuficiente, no pone en marcha la afectividad con todas sus sentimientos y pasiones. El objetivo está claro: que la persona pase del proceso que interioriza a la respuesta del entusiasmo
La interiorización: posición del yo ante el no yo En general, hablar de consciencia equivale a darse cuenta, a tomar conciencia, a conocer, saber, advertir de lo que sucede en el exterior. Pero ahora aplicamos el término en un sentido más concreto, a la interiorización de la identidad de la persona: quién es, qué dignidad tiene, a qué aspira en la vida, cual es su misión y cuáles son las tareas que le corresponden. El ser consciente, el valorizar o sentir, es un posicionarse del yo ante los otros, ante el no-yo.
La consciencia va dirigida a unos valores objetivos, externos que interioriza. No basta el conocimiento objetivo, el valor en sí mismo situado fuera de la persona, sino el mismo valor pero subjetivizado, el que influye en el pensar, sentir y actuar. El dinamismo de la interiorización es sencillo: lo “otro” se convierte en lo mío; la dignidad de la persona se convierte en mi dignidad, en mi honor con unos derechos y también con unas responsabilidades. Las tareas genéricas, gracias al ser consciente, son mis tareas que yo debo realizar. En la vida es imprescindible saber lo que uno es y quiere, la identidad y la misión. En definitiva, se impone por el proceso de interiorización responder a los interrogantes ¿quién soy yo? ¿Qué sentido tiene la vida?
Y no olvidemos que el ser “consciente de” conduce a una respuesta que en ocasiones es un compromiso, una obligación, una tarea a realizar. Por lo tanto, la persona se siente responsable porque antes se comprometió o porque otras personas la necesitan. La práctica u omisión de unos determinados valores éticos o religiosos tiene como motor la consciencia de la persona que merece un calificativo positivo o negativo según responda o no a su dignidad, a su situación y la misión a la que está llamado con las tareas correspondientes.
Existen frases que esconden una determinada consciencia y un grado concreto de entusiasmo. Por ejemplo, quien afirma yo soy el que manda; de mí dependen muchas personas; ya no sirvo para nada, confieso que ofendí; tengo el orgullo de ser gay; no tengo fe, me considero agnóstico; soy un convencido creyente, cristiano o católico; pertenezco a tal equipo de fútbol; me asusta el cambio climático o el poder destructor de la droga; he aprobado un examen; gané una oposición; me darán un homenaje por mis servicios, estoy sin trabajo y con una familia que mantener...
La persona consciente es la que se identifica con el papel que debe interpretar, se posesiona bien de las tareas a realizar; vive con entusiasmo mayor o menor los valores que interioriza porque afectan al núcleo de sus intereses personales. La consciencia pone en movimiento los sentimientos con expresiones de alegría, satisfacción, angustia, ilusión, desesperanza... De modo especial, el ego es interpelado, la dignidad reacciona con orgullo y sin complejo alguno.
El entusiasmo, fruto de la interiorización.
Del diccionario de la RAE deducimos que el entusiasmo es una exaltación y una fogosidad del ánimo excitado por algo que admiramos o nos cautiva. En esta situación del ánimo se da una adhesión fervorosa que mueve a favorecer una causa o empeño. Es el entusiasmo como una inspiración fogosa y arrebatada que se da especialmene en los artistas, escritores, poetas, oradores. La excitación del ánimo siempre está suscitada por algo que causa gran interés, admiración o placer. Y, lógicamente provoca en la persona mucho esfuerzo y empeño en conseguir en el objeto admirado.
Si nos atenemos a la etimología en la persona entusiasmada se da un endiosamiento, una actitud compleja que comprende la interiorización del valor como factor muy importante para el bienestar personal o para la misión a realizar. Y así del entusiasmo consciente la persona puede conseguir “una mística” para su vida. Un fuerte entusiasmo provoca un amor desbordante a modo de pasión arrolladora que la persona experimenta y que desea comunicar a otros. Así se explica el dinamismo exuberante, las ganas extraordinarias de hacer cosas para conseguir sus objetivos. Y cuando la persona tiene los medios proporcionados, se siente segura ante el logro del proyecto de vida.
El entusiasmo consciente o mejor, la interiorización con entusiasmo, tiene múltiples aplicaciones en la vida de la persona: ante todo en su dignidad y en los valores que son los pilares de su existencia como el ideal o meta elegida, la realización personal, el amar y ser amado, la opción fundamental que rige toda la conducta.. Y en el plano espiritual, son objeto del entusiasmo consciente, la fe en general, Dios, Jesucristo, la Iglesia y la salvación en el más allá.
Interiorización y entusiasmo, principio y fundamento de la conducta.
¿Razón? Porque son dos elementos que condicionan las respuestas vitales de la aceptación-radicalidad, del esfuerzo-dificultades, de la coherencia-medios y de las relación-plenitud. En artículos siguientes comprobaremos el proceso interiorizador con entusiasmo en toda persona que acepta con radicalidad sus compromisos, ejerce esfuerzo para superar dificultades, es coherente a la hora de utilizar los medios y desea la plenitud en sus relaciones humanas o religiosas.
La interiorización, motor de arranque
La experiencia confirma que las personas, sean ordinarias o extraordinarias pero siempre normales, de hecho, interiorizan éticamente valores en un sentido positivo o negativo. Por la interiorización la mente humana incorpora a la propia manera de ser, de pensar y de sentir valores con su fundamento y respuestas También asimila profundamente de modo especial los pensamientos humanos y las creencias religiosas. Este proceso mental del hombre tiene como objetivo la identificación con el orden objetivo, con la verdad, con la realidad auténtica, exacta, objetiva, completa. No debe extrañar, por otra parte, que la persona inconsciente, la que no interioriza, es descalificada aunque sea “muy inteligente”, un “sabio”. También se puede comprobar que a mayor interiorización es posible una mayor aceptación social. ¿Razón? Porque quien interioriza manifiesta una conducta prudente que ve los peligros, evita los riesgos y está en alerta ante las dificultades. La consciencia, el conocimiento interiorizado, es como el motor de arranque para el entusiasmo. El individuo que no interioriza valores o lo hace de modo insuficiente, no pone en marcha la afectividad con todas sus sentimientos y pasiones. El objetivo está claro: que la persona pase del proceso que interioriza a la respuesta del entusiasmo
La interiorización: posición del yo ante el no yo En general, hablar de consciencia equivale a darse cuenta, a tomar conciencia, a conocer, saber, advertir de lo que sucede en el exterior. Pero ahora aplicamos el término en un sentido más concreto, a la interiorización de la identidad de la persona: quién es, qué dignidad tiene, a qué aspira en la vida, cual es su misión y cuáles son las tareas que le corresponden. El ser consciente, el valorizar o sentir, es un posicionarse del yo ante los otros, ante el no-yo.
La consciencia va dirigida a unos valores objetivos, externos que interioriza. No basta el conocimiento objetivo, el valor en sí mismo situado fuera de la persona, sino el mismo valor pero subjetivizado, el que influye en el pensar, sentir y actuar. El dinamismo de la interiorización es sencillo: lo “otro” se convierte en lo mío; la dignidad de la persona se convierte en mi dignidad, en mi honor con unos derechos y también con unas responsabilidades. Las tareas genéricas, gracias al ser consciente, son mis tareas que yo debo realizar. En la vida es imprescindible saber lo que uno es y quiere, la identidad y la misión. En definitiva, se impone por el proceso de interiorización responder a los interrogantes ¿quién soy yo? ¿Qué sentido tiene la vida?
Y no olvidemos que el ser “consciente de” conduce a una respuesta que en ocasiones es un compromiso, una obligación, una tarea a realizar. Por lo tanto, la persona se siente responsable porque antes se comprometió o porque otras personas la necesitan. La práctica u omisión de unos determinados valores éticos o religiosos tiene como motor la consciencia de la persona que merece un calificativo positivo o negativo según responda o no a su dignidad, a su situación y la misión a la que está llamado con las tareas correspondientes.
Existen frases que esconden una determinada consciencia y un grado concreto de entusiasmo. Por ejemplo, quien afirma yo soy el que manda; de mí dependen muchas personas; ya no sirvo para nada, confieso que ofendí; tengo el orgullo de ser gay; no tengo fe, me considero agnóstico; soy un convencido creyente, cristiano o católico; pertenezco a tal equipo de fútbol; me asusta el cambio climático o el poder destructor de la droga; he aprobado un examen; gané una oposición; me darán un homenaje por mis servicios, estoy sin trabajo y con una familia que mantener...
La persona consciente es la que se identifica con el papel que debe interpretar, se posesiona bien de las tareas a realizar; vive con entusiasmo mayor o menor los valores que interioriza porque afectan al núcleo de sus intereses personales. La consciencia pone en movimiento los sentimientos con expresiones de alegría, satisfacción, angustia, ilusión, desesperanza... De modo especial, el ego es interpelado, la dignidad reacciona con orgullo y sin complejo alguno.
El entusiasmo, fruto de la interiorización.
Del diccionario de la RAE deducimos que el entusiasmo es una exaltación y una fogosidad del ánimo excitado por algo que admiramos o nos cautiva. En esta situación del ánimo se da una adhesión fervorosa que mueve a favorecer una causa o empeño. Es el entusiasmo como una inspiración fogosa y arrebatada que se da especialmene en los artistas, escritores, poetas, oradores. La excitación del ánimo siempre está suscitada por algo que causa gran interés, admiración o placer. Y, lógicamente provoca en la persona mucho esfuerzo y empeño en conseguir en el objeto admirado.
Si nos atenemos a la etimología en la persona entusiasmada se da un endiosamiento, una actitud compleja que comprende la interiorización del valor como factor muy importante para el bienestar personal o para la misión a realizar. Y así del entusiasmo consciente la persona puede conseguir “una mística” para su vida. Un fuerte entusiasmo provoca un amor desbordante a modo de pasión arrolladora que la persona experimenta y que desea comunicar a otros. Así se explica el dinamismo exuberante, las ganas extraordinarias de hacer cosas para conseguir sus objetivos. Y cuando la persona tiene los medios proporcionados, se siente segura ante el logro del proyecto de vida.
El entusiasmo consciente o mejor, la interiorización con entusiasmo, tiene múltiples aplicaciones en la vida de la persona: ante todo en su dignidad y en los valores que son los pilares de su existencia como el ideal o meta elegida, la realización personal, el amar y ser amado, la opción fundamental que rige toda la conducta.. Y en el plano espiritual, son objeto del entusiasmo consciente, la fe en general, Dios, Jesucristo, la Iglesia y la salvación en el más allá.
Interiorización y entusiasmo, principio y fundamento de la conducta.
¿Razón? Porque son dos elementos que condicionan las respuestas vitales de la aceptación-radicalidad, del esfuerzo-dificultades, de la coherencia-medios y de las relación-plenitud. En artículos siguientes comprobaremos el proceso interiorizador con entusiasmo en toda persona que acepta con radicalidad sus compromisos, ejerce esfuerzo para superar dificultades, es coherente a la hora de utilizar los medios y desea la plenitud en sus relaciones humanas o religiosas.