¿Qué se opone al mutuo respeto? ¿Cómo fomentarlo?
Conviene repetirlo: sin el respeto, cae el edificio social de la verdad, justicia, libertad, paz, amor y vida. ¿Es una respuesta o una relación? Al exponer el tema del mutuo respeto no tratamos sobre la respuesta personal de quien actúa “respetuosamente” sino de la relación existente entre dos o más personas que se tratan con justicia. A todos gusta ser respetados pero muchos ignoran las respuestas coherentes. En el fondo de muchos conflictos está presente la ruptura de una relación por faltar al respeto. Es lógico que guste saber el modo práctico de adquirir y mantener unas relaciones respetuosas.
Los obstáculos para el respeto mutuo
La relación respetuosa que mantienen dos personas o los miembros de una comunidad, disminuye o se pierde por varias respuestas: por cualquier clase de injusticia o por la irresponsabilidad de quien no cumple con sus compromisos. Cuando se quebranta el derecho que tiene el prójimo, desaparece automáticamente el respeto que se le debe dar, desaparece o disminuye la relación respetuosa. Lo mismo sucede con las actitudes antisociales tales como la intransigencia, la intolerancia, el fanatismo, la agresividad...
Merecen destacarse como obstáculo que explica la ruptura del respeto mutuo,
el egoísmo, la respuesta de orgullo y los abusos de cualquier tipo.
Ante todo destaca el egoísmo o amor desordenado a sí mismo que antepone el propio interés personal o del grupo al interés de la otra persona o del otro grupo. También influye la atrofia del sentido de alteridad que destruye el sentido de comunidad y la urgencia de colaborar por el bien común. Y mucho más cuando por egoísmo se llega a ignorar el mínimo de justicia, comunión y amistad.
El orgullo y la ambición refuerzan la postura egoísta, a la que añaden el desprecio por los otros; el juicio erróneo sobre la superioridad de sus derechos y la inferioridad de sus obligaciones; la hipersensibilidad hacia el propio honor, ídolo al que fácilmente sacrifican a los adversarios; el rechazo de toda crítica o justo reclamo que descalifican por sistema; la autosuficiencia de quien desea arreglar él solo los problemas; la rebeldía que le empujará instintivamente contra criterios y normas de los adversarios; la idolatría de su yo, que no admite a nadie superior.
El abuso. Rompe también las buenas relaciones, el abuso de quien pasa los límites preestablecidos para un correcto trato con las personas o situaciones de cada individuo. La extralimitación lleva a conflictos con la otra parte como también la imposición de límites y/o normas a fin de superar la crisis del abuso y restablecer el orden de los derechos de cada individuo.
Para que las relaciones sean respetuosas
El respeto mutuo, como ejecutor de toda justicia, necesita un aprendizaje de concienciación y una praxis del testimonio de los derechos ajenos, aplicados a la situación concreta, junto a la obligación personal correspondiente.
Así mismo necesita una formación global de la conciencia social y de los problemas de la comunidad con su repercusión en la responsabilidad como individuo y como miembro de una determinada clase social. En la práctica, el respeto exige serenidad y sinceridad en el juicio sobre la conducta a seguir según justicia. No hay que dejarse llevar de intereses personales o de prejuicios que distorsionen la verdad. Se impone estar en alerta ante la manipulación, el engaño o la coacción de personas, ideologías o políticos.
Para mantener el mutuo respeto rige la regla de Oro de Confucio y de Cristo. El primero enseñó “no hagas con los demás lo que no quieras que hagan contigo” (Anales de Confucio, XV, 23). Pero mejor aún lo dejó expresado Jesucristo: “tratad a los hombres de la manera en que vosotros queréis ser de ellos tratados” (Lc 6, 31).
Siempre será válida la máxima elemental que exhorta a respetar los derechos del prójimo cumpliendo las responsabilidades y compromisos personales. Este consejo puede traducirse en varias respuestas: la interiorización de los derechos y necesidades del prójimo; la auto-comprensión de las responsabilidades, deberes y compromisos asumidos; la coherencia a la hora de dar a cada persona lo que le corresponde con el mismo trato una de las partes desea para sí. Y no utilizar la ley del embudo: la parte ancha y cómoda para mí y la estrecha y difícil para el prójimo.
El gran complemento para el respeto será la práctica de las llamadas virtudes sociales como la tolerancia, flexibilidad, trato amable, etc.
El cristiano coherente no ignora que “por encima de todo” está la caridad que se manifiesta con respuestas de amabilidad, paciencia, desinterés, sacrificio...
Cómo insertar el respeto en la mística del Reino
1º Como valor humano, está integrado en el reino de Dios que es de Justicia.
2º Cómo enseñanza de Jesús, que hace la importancia del respeto- justicia como exigencia elemental de la caridad
Los obstáculos para el respeto mutuo
La relación respetuosa que mantienen dos personas o los miembros de una comunidad, disminuye o se pierde por varias respuestas: por cualquier clase de injusticia o por la irresponsabilidad de quien no cumple con sus compromisos. Cuando se quebranta el derecho que tiene el prójimo, desaparece automáticamente el respeto que se le debe dar, desaparece o disminuye la relación respetuosa. Lo mismo sucede con las actitudes antisociales tales como la intransigencia, la intolerancia, el fanatismo, la agresividad...
Merecen destacarse como obstáculo que explica la ruptura del respeto mutuo,
el egoísmo, la respuesta de orgullo y los abusos de cualquier tipo.
Ante todo destaca el egoísmo o amor desordenado a sí mismo que antepone el propio interés personal o del grupo al interés de la otra persona o del otro grupo. También influye la atrofia del sentido de alteridad que destruye el sentido de comunidad y la urgencia de colaborar por el bien común. Y mucho más cuando por egoísmo se llega a ignorar el mínimo de justicia, comunión y amistad.
El orgullo y la ambición refuerzan la postura egoísta, a la que añaden el desprecio por los otros; el juicio erróneo sobre la superioridad de sus derechos y la inferioridad de sus obligaciones; la hipersensibilidad hacia el propio honor, ídolo al que fácilmente sacrifican a los adversarios; el rechazo de toda crítica o justo reclamo que descalifican por sistema; la autosuficiencia de quien desea arreglar él solo los problemas; la rebeldía que le empujará instintivamente contra criterios y normas de los adversarios; la idolatría de su yo, que no admite a nadie superior.
El abuso. Rompe también las buenas relaciones, el abuso de quien pasa los límites preestablecidos para un correcto trato con las personas o situaciones de cada individuo. La extralimitación lleva a conflictos con la otra parte como también la imposición de límites y/o normas a fin de superar la crisis del abuso y restablecer el orden de los derechos de cada individuo.
Para que las relaciones sean respetuosas
El respeto mutuo, como ejecutor de toda justicia, necesita un aprendizaje de concienciación y una praxis del testimonio de los derechos ajenos, aplicados a la situación concreta, junto a la obligación personal correspondiente.
Así mismo necesita una formación global de la conciencia social y de los problemas de la comunidad con su repercusión en la responsabilidad como individuo y como miembro de una determinada clase social. En la práctica, el respeto exige serenidad y sinceridad en el juicio sobre la conducta a seguir según justicia. No hay que dejarse llevar de intereses personales o de prejuicios que distorsionen la verdad. Se impone estar en alerta ante la manipulación, el engaño o la coacción de personas, ideologías o políticos.
Para mantener el mutuo respeto rige la regla de Oro de Confucio y de Cristo. El primero enseñó “no hagas con los demás lo que no quieras que hagan contigo” (Anales de Confucio, XV, 23). Pero mejor aún lo dejó expresado Jesucristo: “tratad a los hombres de la manera en que vosotros queréis ser de ellos tratados” (Lc 6, 31).
Siempre será válida la máxima elemental que exhorta a respetar los derechos del prójimo cumpliendo las responsabilidades y compromisos personales. Este consejo puede traducirse en varias respuestas: la interiorización de los derechos y necesidades del prójimo; la auto-comprensión de las responsabilidades, deberes y compromisos asumidos; la coherencia a la hora de dar a cada persona lo que le corresponde con el mismo trato una de las partes desea para sí. Y no utilizar la ley del embudo: la parte ancha y cómoda para mí y la estrecha y difícil para el prójimo.
El gran complemento para el respeto será la práctica de las llamadas virtudes sociales como la tolerancia, flexibilidad, trato amable, etc.
El cristiano coherente no ignora que “por encima de todo” está la caridad que se manifiesta con respuestas de amabilidad, paciencia, desinterés, sacrificio...
Cómo insertar el respeto en la mística del Reino
1º Como valor humano, está integrado en el reino de Dios que es de Justicia.
2º Cómo enseñanza de Jesús, que hace la importancia del respeto- justicia como exigencia elemental de la caridad