No a todo

En una parte del trayecto que une Manresa con Barcelona llama profundamente la atención una pintada que está incrustada en la pared de la montaña en la que se lee con caligrafía clara, grande y agresiva: No a todo.

No suelo detenerme en el paisaje y suelo ser bastante prudente concentrándome solo en la carretera, pero he de confesar que esta llamativa inscripción siempre me sorprende y genera en mi un sinfín de reflexiones: ¿protesta?, ¿autoafirmación?, ¿anarquía?, ¿desestabilización?, ¿rebelde sin causa?, o tal vez ¿con causa?, ¿qué causa puede ser la oposición sistemática sin dialogo y a priori? Y un largo etcétera.

Sea cual sea la motivación de “los artistas” de semejante “atentado a la montaña y a la buena voluntad", lo que está claro es que en él, o en ellos, hay un profundo malestar, angustia o insatisfacción, tal vez una frustración, o simplemente una inmadurez adolescente de la que tanto abunda en nuestra sociedad, y no exclusivamente en aquellos que por edad les “toca”.

Es una pena, -y de verdad que me encantaría poder hacer algo para evitarlo- que haya gente que permanezca a la defensiva y se vuelva intolerante para, al menos escuchar, las ideas o propuestas de los otros. Actitud que les hace repelente y que genera “anticuerpos” en los que los “tienen que aguantar”.

Me cuestiona y entristece la actitud de los que van por la vida diciendo verbalmente o con sus actitudes: “No sé de qué se trata pero me opongo…”.

Comenzamos un nuevo curso que tendrá en sus entrañas una campaña electoral que promete ser muy intensa, -por no decir ¡muy bestia!- en la que abundarán las promesas que nunca se cumplirán y aquellas que a lo mejor llegan a concretarse, pero que ni de lejos serán mayoritarias, ya que una vez en el poder, es fácil perder la memoria, y sobretodo olvidarse de los que “dieron el voto” -¡y esto pasa en todos los partidos, independientemente de su color, tendencia o situación-. Pero lo que sí veremos a diario será una incapacidad necia de reconocer la parte de verdad que hay en los del partido contrario, y mucha, muchísima descalificación personal en la que se sacarán a relucir intimidades de los personajes públicos con tal de inhabilitarlos para “competir” o “gobernar”.

Me gustaría soñar en que el respeto y la escucha, tendrán un espacio de realización en el escenario político, social y ¡hasta religioso! del País.

Y, puestos a soñar, sería ¡de fábula! si los humanos, en lugar de descalificar sistemática a los otros, nos volviéramos capaces de vivir una sana pluralidad en la que también el “Sí”, el “también” o el “tal vez tengas razón” también puedan ser pronunciados con los labios, el corazón y las actitudes.

Os deseo un buen curso en el que la “crispación “desaparezca de nuestras calles y ciudades; la información sea “objetiva” o al menos no tan sensacionalista; y el ambiente esté cada vez menos contaminado por los insultos, las críticas destructivas y el excesivo afán de protagonismo, que es una forma muy vulgar de egoísmo.

Ánimos y a ser positivos, ¡que nos lo pasaremos mejor y además haremos a los otros la vida más agradable!

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