"Ama a la Iglesia y le duelen sus heridas, tal vez porque la Iglesia se desangra por sus propias heridas" Juan Carlos Cruz, garantía de la lucha contra los abusos
¡Cuánto dolor y qué crimen abominable, escandalizar, abusar y destrozar la vida de un menor! Jesús sabía de la inocencia de estas vidas y de su absoluta vulnerabilidad, y por eso advertía sin paliativos de lo sagrada que es la vida de los niños y de la infamia que supone hacerles daños que son irrevocables
Pasaron años de silencio, de esconder cadáveres en los armarios y de promocionarse entre ellos, entre los asquerosos y repugnantes prelados, que abusaban o encubrían, y luego, para no verse descubiertos, atacaban a sus víctimas y en nombre de Dios bendecían sus vergüenzas y daban rienda suelta a sus asquerosas frustraciones y violetos y desordenados apetitos sexuales y de dominio y poder
Hubo víctimas valientes, que, a pesar de haber sido pisoteadas, ultrajadas, y humilladas, pudieron ponerse de pie, no sin antes pasar por un largo calvario de acusaciones, descalificaciones, incomprensiones y hasta marginación absoluta por parte de las instituciones que protegían y bendecían a sus verdugos,
Hubo víctimas valientes, que, a pesar de haber sido pisoteadas, ultrajadas, y humilladas, pudieron ponerse de pie, no sin antes pasar por un largo calvario de acusaciones, descalificaciones, incomprensiones y hasta marginación absoluta por parte de las instituciones que protegían y bendecían a sus verdugos,
Jesús en el Evangelio, ya advertía a aquellos que escandalizaran a los más pequeños, aquellos cuyos ángeles están contemplando siempre a Dios. Ya decía que más les valía que se pusieran una rueda de molino y se arrojaran en el mar.
¡Cuánto dolor y qué crimen abominable, escandalizar, abusar y destrozar la vida de un menor! Jesús sabía de la inocencia de estas vidas y de su absoluta vulnerabilidad, y por eso advertía sin paliativos de lo sagrada que es la vida de los niños y de la infamia que supone hacerles daños que son irrevocables.
Y, sin embargo, el escándalo del maldito crimen de los abusos se instaló en la sociedad y estalló con repugnancia y dolor en el seno de la Iglesia, en la que los abusadores eran encubiertos, las víctimas criminalizadas y atormentadas, y la impunidad y la injusticia la norma de conducta de aquellos que debieron ser fulminados de sus cargos en los que, en lugar de servir y acompañar, se dedicaron a destrozar y a satisfacer sus egos y ansias de dominio y poder.
El escándalo del maldito crimen de los abusos se instaló en la sociedad y estalló con repugnancia y dolor en el seno de la Iglesia, en la que los abusadores eran encubiertos, las víctimas criminalizadas y atormentadas, y la impunidad y la injusticia la norma de conducta de aquellos que debieron ser fulminados de sus cargos
Pasaron años de silencio, de esconder cadáveres en los armarios y de promocionarse entre ellos, entre los asquerosos y repugnantes prelados, que abusaban o encubrían, y luego, para no verse descubiertos, atacaban a sus víctimas y en nombre de Dios bendecían sus vergüenzas y daban rienda suelta a sus asquerosas frustraciones y violetos y desordenados apetitos sexuales y de dominio y poder. Desbocados y parapetados en mitras o alzacuellos, refugiados en palacios episcopales, en rectorías o profanando lugares sagrados, descargaban sin piedad lo malo y peor de sus lujuriosas apetencias en criaturas, a las que les robaron la infancia, les mataron la inocencia y les arruinaron la vida. Y lo peor de todo eso, lo hacían seduciendo con argumentos espirituales y sintiéndose elegidos y enviados de Dios.
Cuántas lágrimas de dolor e incomprensión; cuánta culpabilidad inculcada a quienes eran solo víctimas inocentes de apetitos obscenos y degenerados, que, bajo capa de piedad, no eran más que el resultado de patologías y costumbres malsanas que nunca debieron tolerarse en la sociedad, y mucho menos en la Iglesia.
El sexo era un tabú y era sinónimo de pecado para aquellos degenerados que querían solo para ellos a sus víctimas y que se convirtieron en el auténtico terror del poder y que son hoy la vergüenza de la Iglesia y de una sociedad que ha de cargar con este asqueroso peso mantenido a base de pasividad y de mirar para otro lado.
Pero hubo víctimas valientes, que, a pesar de haber sido pisoteadas, ultrajadas, y humilladas, pudieron ponerse de pie, no sin antes pasar por un largo calvario de acusaciones, descalificaciones, incomprensiones y hasta marginación absoluta por parte de las instituciones que protegían y bendecían a sus verdugos, mientras a ellos les abandonaban.
Unos de los casos más sonados fueron los abusos del depredador Fernando Karadima en Chile. Un monstruo como Marcial Maciel y tantos otros desgraciados que durante años tuvieron los poderes eclesiásticos y políticos a sus pies.
A algunas de sus víctimas, las que dieron la cara y consiguieron desenmascarar el crimen al que se habían visto sometidos y que les había atormentado, las conocí, y puedo decir que me han permitido conocer la magnitud de ese ultraje a la dignidad de los niños el alcance de tanto mal y de tanto dolor.
Juan Carlos Cruz, recientemente nombrado por el Papa Francisco miembro de la Comisión Vaticana de protección a los menores, es uno de los supervivientes de aquellos a los que más les valía haberse ligado la rueda de molino de la que habla Jesús en su Evangelio.
Monumento a@los #Refugiados en la #PlazaDeSanPedro en el #Vaticano
— Sor Lucía Caram (@sorluciacaram) June 23, 2021
Francisco se compromete a gondo y quiere dejar clro que todos somos hermanos. El reto es #Acogernos
Ese es el distintivo del #Evangelio: acoger
Gracias @Pontifex_es#FranciscoNoTeDetengaspic.twitter.com/ZQWIEET3YF
Su dolor y el de sus compañeros es indescriptible. El daño que les hicieron es irreparable, y las heridas muy profundas.
Ellos consiguieron no dejarse amedrentar por el poder y la percusión y no pararon hasta conseguir que, en un País como Chile, estos delitos no prescriban. Pero no solo eso. Su voz resonó tan alto, y fue un clamor popular tan fuerte, que consiguió vaciar las calles de Chile en la visita de Francisco a aquel País. Con este gesto de protesta quisieron decirle al Papa: abra los ojos y los oídos; escuche a las víctimas, no pase de largo, no se sume a los que pisotean nuestro dolor.
Francisco lo entendió y fichó a Juan Carlos Cruz para ayudarle en esta batalla sin cuartel en la que hay que decir: Basta de crímenes contra la infancia y basta de curas, obispos, y consagrados que profanan su vocación y llamada al servicio esclavizando y mutilando vidas inocentes
Y Francisco escuchó el clamor y no solo eso, les invitó a Roma y quiso hablar con ellos uno a uno, y como Padre y amigo, con ellos lloró y les pidió perdón. El corazón del Papa se conmovió tanto que lanzó la gran cruzada contra este crimen, y qué mejor que combatirlo con personas honestas, que, con un corazón herido, pero reconciliado, pudieran ayudarle a que eso no ocurra nunca más.
Francisco lo entendió y fichó a Juan Carlos Cruz para ayudarle en esta batalla sin cuartel en la que hay que decir: Basta de crímenes contra la infancia y basta de curas, obispos, y consagrados que profanan su vocación y llamada al servicio esclavizando y mutilando vidas inocentes.
Juan Carlos Cruz es hoy un hombre libre y un creyente fiel. Ama a la Iglesia y le duelen sus heridas, tal vez porque la Iglesia se desangra por sus propias heridas.
Juan Carlos encontró en el Papa Francisco un Padre y Pastor; un hombre de Evangelio que le encomendó una misión: limpiar el rostro de la Iglesia, pero hacerlo de tal manera que se pueda desenmascarar, rescatar a las víctimas y poner en evidencia a aquellos que un día fueron señalados como pastores, consejeros y referentes, pero que hoy deben ser apartados, denunciados y obligados a reconocer sus maldades y a cambiar de vida.
Con mi amigo y hermano @jccruzchellew compartiendo la pasión por la humanidad, el compromiso con las personas y el deseo de construir.
— Sor Lucía Caram (@sorluciacaram) June 23, 2021
Juanca, la Ciudad Eterna nos acoge y eso es una responsabilidad y una gran alegría. Seguimos!!! pic.twitter.com/kGKfD1xmJy
Juanca, es un hombre cercano y muy sensible. En su corazón no cabe el odio ni el resentimiento. Se niega a dar acogida en él a esos sentimientos, pero su experiencia le ha convertido hoy en el líder indiscutible, junto a Francisco de la revolución de la bondad y la ternura, pero desde la justicia y la verdad.
Juan Carlos ama con un corazón limpio. Karadima le hizo daño, mucho daño, pero nunca pudo con su gran capacidad de amar, ni con su fe inquebrantable. Fe en Jesús y en el Evangelio que, hoy le da fuerza y coraje para jugarse todo para defender a los niños, a los más vulnerables e inocentes, y para hacerlo desenmascarando a aquellos que aún continúan disimulando y bajo capas de ortodoxia, rancios conservadurismos, esconden y pretenden disimular sus inmundicias.
Grande Sor Lucía!! Un reconocimiento a ti, a tus hermanas, voluntarios y las miles de personas con las que trabajan para ayudarlos a salir adelante!
— Juan Carlos Cruz Ch. (@jccruzchellew) June 25, 2021
Juan Carlos hoy es una garantía para luchar contra esta bestia de los abusos. Francisco sabe a quien ha confiado esta lucha.
Doy gracias por su vida, por su honestidad, por su amor maduro y por su fidelidad inquebrantable al Papa, al Evangelio y a la vida de los niños cuyos ángeles ven continuamente le rostro de Dios.
Sé que los ángeles que cuidan y acompañan a Juanca, son los que, con la mirada fija en Dios, hoy guían sus pasos en esta difícil misión y servicio, y estoy segura que gracias a él, que lleva en si las heridas -Jesús también las llevó después de resucitado- podrá demostrar que Dios no es injusto y que al final la verdad, el bien y la bondad triunfaran y Dios no les abandonará.
Gracias, Juanca. Gracias, Francisco. No os detengáis: Los niños y los más vulnerables no pueden esperar más