"Hablamos de nueva normalidad y hemos asumido que la “precariedad” vino para quedarse" Casi un año... y seguimos

Sor Lucía Caram
Sor Lucía Caram

Muchos murieron de forma repentina y la pesadilla se instaló en nuestras calles y ciudades que quedaron desiertas y en un temor que atenazaba a los ciudadanos, que poco a poco, y a medida que se conocían cifras, se fue transformando en pánico y desesperación

Nuestros mayores fueron heridos de muerte y se fueron, muchos de ellos sin un adiós de sus hijos, nietos y amigos. Se fueron solos

No podemos bajar los brazos. La pasión por la humanidad y el compromiso con las personas, nos impide claudicar

En unos días todos los medios y personas hablarán del primer aniversario de la declaración del estado de alarma a causa de la Covid19.

Recordaremos la sorpresa y evocaremos el paso de la creencia del “cuento chino” a la realidad de un virus devastador que no imaginábamos su alcance destructor.

Cayó el Mobile Worl Congress, y esa fue la gran alarma de que todo esto iba en serio. Pero estábamos tan desconcertados, que entonces eran “unos cobardes y alarmistas” aquellos que suspendieron el macro encuentro,  y resulta que fueron unos “visionarios” que se adelantaron al desastre y lo evitaron con medidas responsables y oportunas. No pasó lo mismo con otras manifestaciones multitudinarias que a pesar de los “avisos” se mantuvieron y tuvieron mucho que ver con una aceleración de contagios.

La Basílica de la Virgen cuelga en sus balcones reposteros con la imagen de la Patrona pidiendo salud para todos en la pandemia
La Basílica de la Virgen cuelga en sus balcones reposteros con la imagen de la Patrona pidiendo salud para todos en la pandemia

Muchos murieron de forma repentina y la pesadilla se instaló en nuestras calles y ciudades que quedaron desiertas y en un temor que atenazaba a los ciudadanos, que poco a poco, y a medida que se conocían cifras, se fue transformando en pánico y desesperación.

Nuestros mayores fueron heridos de muerte y se fueron, muchos de ellos sin un adiós de sus hijos, nietos y amigos. Se fueron solos.

Poco a poco el personal sanitario se vio inmerso en una vorágine de locura. Muchos quedaron en el camino dando su vida por salvar a sus pacientes, con medios precarios y haciendo malabarismos para poder llegar a todos en hospitales que se colapsaban día a día y en los que sólo cabía la lucha a muerte por la vida.

Acompañar a alguien al hospital, significaba dejarles en la puerta y tal vez saber que era la última vez que veías a tu madre, a tu padre o a un amigo al que le había alcanzado el efecto destructor de ese enemigo minúsculo que nos puso a todos contra las cuerdas

Acompañar a alguien al hospital, significaba dejarles en la puerta y tal vez saber que era la última vez que veías a tu madre, a tu padre o a un amigo al que le había alcanzado el efecto destructor de ese enemigo minúsculo que nos puso a todos contra las cuerdas.

Los negocios cerraron y cayeron lugares de trabajo precarios y también aquellos que parecían sólidos y con grandes expectativas.

Negocio cerrado por ordenanza
Negocio cerrado por ordenanza

La salud física y mental se resintió y poco a poco vimos cómo la economía y la sociedad del bienestar quedaban heridas de muerte.

En poco tiempo la pobreza se viralizó, y lo triste es que un año después, parece que el drama se cronifica y su efecto letal amenaza la posibilidad de miles de familias y personas que de repente se ven abocadas a la precariedad, la pobreza y la miseria.

Crece el número de parados y el número de ciudadanos y ciudadanas, trabajadores de empresas y autónomos que se sienten estafados por unos ERTOS tramposos que llegan tarde y escasos y con unas políticas sociales y económicas que son más ruido y fuegos de artificio que soluciones inmediatas a dramas urgentes. Hoy muchos de los que cobraron los ERTOS padecen ante el sablazo que les caerá al hacer la declaración de la renta. Por no decir las empresas que ya no podrán levantar la persiana.

Las llamadas “colas del hambre” crecen y con ellas las historias desgarradoras de pérdidas irreparables. Los padres que lloran porque no pueden dar de comer a sus hijos es “el pan nuestro de cada día”, porque el pan no llega cada día y para muchos eso, no sólo es nuevo, sino que es una tragedia inesperada.

Hablamos de nueva normalidad y hemos asumido que la “precariedad” vino para quedarse.

Cola para la recogida de alimentos.
Cola para la recogida de alimentos. Lluís Català

Tenemos una clase media más reducida y un colectivo de personas cada vez mayor de personas vulnerabilizadas por la pandemia social, sanitaria y económica, y lo que es más grave, por la pérdida de confianza en las instituciones de las que se sienten -y nos sentimos- abandonados y burlados.

Y cuando no acabamos de digerir todo esto, y cuando parece que las fuerza en muchos decaen, nos encontramos con el vandalismo, la violencia y los destrozos que tienen la voz y el tono del cansancio, de la reivindicación, del derecho a la libertad y a ser respetados, pero en el que hay no pocos infiltrados, con la violencia y la frustración, que con su incivismo revientan cualquier atisbo de luz y de tregua y generan confusión y desolación.

Esto no es una letanía de lamentaciones ni pretendo ser profeta de calamidades. Simplemente me permito pensar en voz alta mientras veo que la pobreza y la miseria nos muerden los talones.

Junto a todo eso, constato el ritmo de la solidaridad ciudadana y la implicación de la sociedad civil y de las empresas, así como el compromiso de un personal sanitario al que nunca reconoceremos suficiente sus esfuerzos y sacrificios, mientras son ninguneados por la administración que les condena a sueldos de miseria mientras se llena la boca con la “sanidad pública”.

Los sanitarios y su sacrificio
Los sanitarios y su sacrificio

Quiero cantar agradecida a todos los voluntarios y personas que suman; a todos aquellos hombres y mujeres que no se preguntan si les “toca o no ayudar” y hacer malabarismos para salvar la situación; a todos aquellos y aquellas empresarios, grandes o pequeños que no cesan en su empeño por salvar lugares de trabajo y padecen cada día por las mínimas ayudas que reciben o debieran recibir y que no llegan porque se quedan en pobrezas populistas.

Tenemos un gobierno dividido. Me imagino que el Presidente Pedro Sánchez, que quiso salvarnos de la extrema derecha que nos pisaba los talones, hoy padece la mordedura sangrante de sus socios de gobierno que parecen conducirnos a la o venezolanización de España, con discursos llenos de resentimiento y políticas sociales enmascaradas y llenas de trampa con las que buscan mantenerse en el poder, pero que en realidad poco y nada transforma la vida de la gente.

Un gobierno progresista de izquierdas, hoy, y cuando el peso de la pandemia anos abruma, se complace en disimular el abandono a los inmigrantes y demandantes de asilo, endureciendo en la práctica los permisos de residencia y las acogidas a personas, que después de haber pasado por los centros de acogida, las dejan a la intemperie y sin cobertura legal.

Juventud sin futuro
Juventud sin futuro

A esto, al País, al mundo, a la sociedad, la vamos a sacar adelante con sacrificio, esfuerzo y compromiso. Pero ese vendrá, no de las instituciones del Estado que nos han abandonado y hacen juegos de trileros para seguir en el poder.

No podemos bajar los brazos. La pasión por la humanidad y el compromiso con las personas, nos impide claudicar.

No tengamos miedo a que por no bailarle las aguas a los que “mandan” nos llamen fachas, cuando a las auténticas políticas sociales las hacemos desde la calle, las entidades sociales, las empresas, y mal que les pese: la Iglesia

No tengamos miedo a que por no bailarle las aguas a los que “mandan” nos llamen fachas, cuando a las auténticas políticas sociales las hacemos desde la calle, las entidades sociales, las empresas, y mal que les pese: la Iglesia.

Por una vacuna útil para sanar
Por una vacuna útil para sanar

Este es un tiempo para sumar, para unirnos y para conspirar positiva y pacíficamente por el progreso y el bienestar de todos.

Ya tenemos la vacuna. Falta que llegue a todos.

Ya sabemos lo que ocurre y lo poco que podemos contar con aquellos que deberían servir a la sociedad, pero ya sabemos que no tenemos excusas, que nosotros, cada uno, debe sumar y dar su mejor versión para que pueda sonar la melodía más coral que se merece la humanidad que hoy reclama volver a una nueva normalidad, que deseamos se una nueva humanidad.

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